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Cristina Maristany | Escritora

Aún creo en la paz

Cuando inicio este artículo me invade una enorme tristeza porque yo sí creí, y aún creo, en la paz, pero el panorama actual es desolador. Cada vez era más angosto el camino para que pudiera cristalizar aquel esperanzador proceso de paz de un maravilloso 22 de marzo de 2006. Algo anómalo ocurría. En lugar de avanzar, sucedíanse los ataques a la izquierda abertzale: detenciones, ilegalizaciones, medidas inventadas para prolongar los años de cárcel de quienes habían finalizado ya su condena, no acercamiento de presos, pucherazo electoral, etc.

Todas, absolutamente todas las puertas se iban cerrando a quienes, por primera vez en su historia, llevaban tres años y medio sin muertes, apostando única y exclusivamente por las vías pacíficas y democráticas para lograr sus derechos, como el legítimo derecho a la autodeterminación... y que aquel 22 de marzo formalizaron con la declaración de una tregua permanente que llenó de esperanza a miles de personas dentro y fuera de nuestro país, recibiendo total apoyo el presidente José Luis Rodríguez Zapatero para que iniciara su andadura. Tan sólo no se sumó al logro de la paz el Partido Popular que, desde esa fecha, preparó meticulosamente su estrategia para hacer fracasar el proceso. Desgraciadamente, parece en estos momentos haber salido victorioso: alcanzó su objetivo.

La actitud del Partido Socialista, su cobardía, llamémosla por su nombre, no podía presagiar nada bueno. Los continuos y sinceros monólogos de paz de la izquierda abertzale (hay que recordar que fueron muchos los meses sin kale borroka, ni robos de pistolas, etc.) fueron sistemáticamente contestados con los constantes ataques del PP y sus continuas manifestaciones en contra del proceso de paz. El presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, no fue capaz, no ya de mover ficha, sino ni siquiera de insinuar que iba a hacerlo. El deterioro crecía por momentos y son clarificadoras las palabras de Arnaldo Otegi cuando, en su comparecencia tras el comunicado de ETA dando por finalizado el alto el fuego, decía: «Si hace quince meses alguien pensaba que a día de hoy la mesa de partidos no estaría conformada, o que Batasuna seguiría siendo una formación ilegal... ambas cosas han sucedido» concluyó. El viernes, quien esto afirmaba, el interlocutor más visible del proceso de paz, fue detenido y encarcelado. Es un hecho gravísimo.

El jueves, quien abandonó el hospital para dirigirse de nuevo a la prisión fue De Juana Chaos quien, repito, había cumplido ya condena por los hechos más graves por los que había sido condenado, gracias a la pantomima sacada de la manga del prestidigitador para inventarle acusaciones por dos artículos y así prolongar los años de condena. Es del todo insostenible.

Estos días se suceden los programas dedicados al que fue presidente del Gobierno tras la muerte de Franco, Adolfo Suárez. Yo nunca fui suarista, pero debo reconocer que tenía una cosa que no se ha prodigado en sus sucesores: valentía. A Zapatero, que llegó con la grandeza de retirar las tropas de Irak, de aquella grandeza ya no le quedan ni las migajas. Zapatero, no nos falles, le gritaban... No me gusta hacer leña del árbol caído, pero es que ese árbol se ha ido cayendo paso a paso, eufórico de sí mismo en su absurda caída. Si lo ha hecho porque ante los feroces ataques del PP quería tranquilizarles, ha sido un gravísimo error, ya que, hiciera lo que hiciera, siempre tirarían contra él. Quizá si hubiera tenido la valentía que requería la situación (y que tuvo cuando trajo a las tropas de Irak) no sólo no habría sido más atacado, sino que podría haberles parado. Pero ese continuo recular hacía avanzar a una extrema derecha que no desapareció tras la muerte del dictador y que hoy se moviliza y atruena como en épocas que deberían ser sólo negruras del pasado, y si, como insinúa en un lúcido artículo en este periódico Antonio Alvarez-Solís, tal vez pretendía otra cosa, sería algo tristísimo. Dice: «Y así el Sr. Zapatero aprovechará la interrupción de la tregua para penetrar por la puerta trasera en el nunca muerto Pacto Antiterrorista y trastear a los `populares' en su terreno». También dice Alvarez-Solís: «Creo que ETA debería fomentar con política y sin pólvora el avance del nacionalismo que uno palpa siempre vivo en la calle». Estoy de acuerdo con él. Creo que es el momento de adunar todos los esfuerzos hechos desde el mundo abertzale para lograr la paz (yo sí creo en la verdad de esa apuesta).

Otegi está encarcelado por su intervención en un acto de homenaje a José Miguel Beñarán Argala. Hace ya tiempo escribí un poema que se titulaba «Al gudari muerto». Estaba dedicado a Argala, que fue asesinado hace ya casi treinta años. Hoy, cuando recordar a Argala o escribir artículos de opinión sigue llevando a la gente a la cárcel, cuando, por desgracia, muchos de estos versos siguen siendo actuales, todavía quiero creer que la paz aún es posible.

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