CRíTICA
Decepcionante popurrí
Arantza AMEZOLA
Guitarrista de Louisiana emigrado muy joven a los grandes lagos, Guy contribuyó a redefinir el blues de Chicago a finales de los 50. Durante la década siguiente se convirtió en uno de los guitarristas de referencia del histórico sello Chess y junto a Junior Wells formó una de las bandas más potentes y celebradas de la ciudad ventosa. Con el declive del blues genuino y el auge del rock y el llamado «blues de ojos azules», Guy pasó temporadas muy difíciles de las que se resarció con creces a finales de los 80, cuando llegó el revival del blues. Durante la pasada década transformó su estilo pasando de ser un verdadero profeta del blues a un intérprete comercial cercano en sus maneras a las estrellas del rock. Esto le proporcionó éxito y dinero, pero a costa de una pérdida alarmante de autenticidad, que se aprecia en sus irregulares giras de conciertos, donde da una de cal y otra de arena.
Si hace unos años, en el Festival de Jazz de Gasteiz, se quiso emplear a fondo, aquí anduvo siempre a medio gas, jugando con un público obsequioso, mientras recurría una y otra vez a la cita fácil de temas célebres. Y no es que obviemos el problema de la edad, el veterano guitarrista cumplirá muy pronto 71 años, pero nos hubiera gustado disfrutar un poco más de la atmósfera de tensión producida por el ritmo obsesivo y el canto hiperdramático que nadie como él sabe crear cuando está en vena.
En su lugar, y casi desde el inicio, se acumularon los homenajes, no demasiado bien resueltos, a Robert Johnson, Muddy Waters, Albert King, John Lee Hooker, Eric Clapton, Jimmy Hendrix, etc, etc. Sólo la solidez de su banda, y su vieja maestría a la guitarra, con algún breve pero expresivo solo, salvaron una actuación que, de otro modo, hubiera sido perfectamente prescindible.