Antoni Segura 2007/6/12. Catalunya. EL PERIÓDICO
Oriente Próximo: nada es lo que parece
A menudo se afirma que el conflicto árabe-israelí es tan complejo que no admite análisis simples. Cualquiera que conozca un poco la historia del conflicto sabe que se entrecruzan factores distintos y que penetrar en sus entresijos resulta sumamente difícil. Del mismo modo, aparece también la sospecha de que tanta complejidad hace perder de vista aquello más permanente e irresoluto, pese a los esfuerzos -¿o las trabas?- de la comunidad internacional y los dirigentes regionales. Este año se cumple el 60° aniversario del Plan de Partición de Naciones Unidas que tenía que dar paso a un Estado judío y a un Estado árabe en el antiguo mandato británico. El primero es una realidad desde 1948; el segundo aún no existe.
Estos días han pasado 40 años desde la ocupación de Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán. Los mismos que ha dejado de cumplirse la resolución 242 de la ONU que instaba a Israel a retirarse de los territorios ilegalmente ocupados. Y bastantes más desde la resolución de 1948 que reconocía el derecho de los árabes de Palestina (los refugiados) a regresar a sus casas y recuperar sus tierras (o cobrar una compensación).
También habrán pasado casi seis décadas de la negativa de la mayoría de países árabes a reconocer el derecho a la existencia del Estado de Israel. Que las diásporas palestinas que siguieron a su proclamación y a la ocupación de 1967 son el origen del conflicto es algo que ha reconocido incluso la nueva historiografía israelí. (...)
En Sderot, la ciudad israelí castigada por los cohetes lanzados desde Gaza, una mujer comentaba: «Tenemos miedo. Pero sa- bemos que en el otro lado hay mujeres como nosotras que también sufren, que también están asustadas y que se encuentran en una situación peor que la nuestra. Sentimos empatía por ellas, queremos vivir en paz con ellas, pero nuestros dirigentes fomentan las diferencias y generan más desconfianza...». (...)