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«¿Para qué complicarme con medios caros cuando tengo cabeza y manos?»

José Antonio SISTIAGA
Artista Visual

José Antonio Sistiaga (Donostia, 1932), un referente fundamental de la pintura vasca ya desde los 60, en los que participó con Oteiza, Chillida, Balerdi, Amable Arias y otros tantos en la fundación del grupo Gaur de la Escuela Vasca, es objeto de un homenaje en Tabacalera a cuenta de su vanguardista filme «... ere erera baleibu izik subua aruaren...», que está a punto de cumplir cuarenta años.

Martin ANSO | DONOSTIA

«... ere erera baleibu izik subua aruaren...» es un filme «para ser disfrutado, no para ser explicado», asegura Sistiaga, que, «por respeto al criterio de quien lo vaya a ver», declina ahondar en su contenido. Es un largometraje abstracto y mudo que ha dado mucho de qué hablar y, sin embargo, pocos han tenido ocasión de verlo. Lo realizó entre 1968 y 1970 pintando a mano directamente sobre el celuloide, fotograma a fotograma, más de dos kilómetros de película. Tabacalera le dedica hasta el 15 de julio una exposición-homenaje, pero, además, el Victoria Eugenia será escenario el jueves de una proyección en condiciones óptimas, es decir, en las condiciones en las que el autor, cuando lo concibió, pensaba que debía ser exhibido.

El ambiente será muy diferente, sin duda, al de su presentación en aquella jornada de cine vasco que organizó hace más de treinta años el Festival de Donostia. «Era un día de regatas en el que lucía un sol espléndido -recuerda el artista-. El cine estaba completamente lleno y hubo una tensión enorme, porque los técnicos no acertaban a poner en marcha un proyector. Hacía mucho calor, llevábamos casi una hora esperando y la gente empezó a protestar. Le pidieron a Balerdi, que presentaba su `Homenaje a Tarzán', que saliera al escenario a decir algo. Así lo hizo, y uno del público le preguntó qué tenía que ver Tarzán con el País Vasco. `Hombre, todo el mundo sabe que la abuela de Tarzán era vasca', respondió con mucha sorna. La gente sonrió, se apaciguaron los ánimos y, por fin, el proyector se puso en marcha y se pudo ver `... ere erera baleibu izik subua aruaren...'. Se montó un cisco gigantesco entre los que estaban a favor y los que estaban en contra. Lo mismo pasó luego en Madrid y en Venecia y en otros muchos sitios».

Con el tiempo, los ánimos se han ido calmando y, según asegura Alvaro Matxinbarrena, comisario de la muestra de Tabacalera, el filme, que se ha exhibido en todo el mundo, forma parte ya de la historia internacional del cine experimental. «Se está convirtiendo en una obra clásica», concede Sistiaga.

El periodista hace notar que el filme parece conocer una segunda juventud, pues en los últimos años las proyecciones se multiplican. El artista donostiarra asiente: «Ha estado años sin proyectarse, pero desde Estados Unidos se pusieron en contacto con el distribuidor parisino de la película y la han mostrado en Los Ángeles, en San Francisco, en el Museo Andy Warhol de Pittsburg, en Chicago, en Nueva York. También en París, donde el Pompidou adquirió una copia, cosa que también hizo la Universidad de Harvard. Más cerca, la han proyectado recientemente en Pamplona y también en el Guggenheim, aunque, la verdad, en el Guggenheim lo hicieron a unas horas imposibles».

Sistiaga nunca ha ocultado que la idea de realizar un filme sin cámara, pintando directamente sobre el celuloide, se la debe al canadiense Norman McLaren, autor de una cinta que vio en París, en 1958. «Yo ni siquiera sabía que se pudiera hacer cine pintando y me di cuenta de que lo que estaba viendo me interesaba mucho, pero, al mismo tiempo, me di cuenta también de qué era lo que no me interesaba. No me interesaba que la imagen produjera un efecto óptico de subir y bajar, por una parte, y, por otra, que el color dependiera del sonido, como en la película de McLaren, que contaba con música de jazz. Y decidí entonces que, en la mía, las imágenes quedarían en la pantalla y que sería muda, porque el color tiene su propia identidad y no necesita el apoyo sonoro. Por eso es muda. Años después, Henry Langlois me dijo: `Consérvela siempre muda, porque es la única manera de captarla casi musicalmente; sobre todo, que jamás nadie pretenda añadirle sonido'».

McLaren y Manuel Duque

Sistiaga insiste en el nombre de McLaren. «Siempre es bueno -indica al respecto- que los artistas tengamos `padres', porque todos surgimos de algo. Es excesivamente orgulloso pretender nacer de uno mismo y extremadamente raro que alguien surja de nada. Por eso siempre cito a McLaren cada vez que hablo de mis películas y a Manuel Duque, a quien conocí en París y con quien tuve gran relación, cuando lo hago de mis cuadros. También he dicho en más de una ocasión que, si soy pintor, es gracias a que, cuando tenía cinco años, vi una copia de `La rendición de Breda' en casa del doctor Linazasoro. Repito estas cosas porque siempre se parte de algo, precisamente para ir más lejos».

El celuloide para empezar a hacer la película se lo proporcionó su amigo Rafa Ruiz Balerdi, a quien también se debe el extraño título de «... ere erera baleibu izik subua aruaren...», que no tiene ningún significado, aunque está formado por sonidos que recuerdan al euskara y que, en opinión de Joxean Muñoz, el director de Tabacalera, «sugieren algo así como un conjuro de brujas». Sistiaga lo explica: «Yo no quería ponerle ningún título, pero, por problemas de censura y de tipo administrativo, había que hacerlo, si no, ni siquiera podía llevar la película al laboratorio. Así es que, desde una cabina de Madrid, le llamé por teléfono a Rafa. `Dame para el título una de esas palabras que tienes inventadas, en euskara o cualquier otro idioma, que no sea ni muy larga ni muy corta', le dije. `A ver qué te parece ésta', respondió. Y apunté con un lápiz: `... ere erera baleibu izik subua aruaren...'».

El artista donostiarra ha escuchado en más de una ocasión que lo que a él le costó diecisiete meses, con una jornada laboral media diaria de doce horas, hoy se podría hacer en muy poco tiempo gracias a las nuevas tecnologías. Sonríe antes de entrar en materia: «Yo no tengo ni tierras ni nada; lo que sí tengo es tiempo, un ordenador, mi cerebro, y, por supuesto, mis manos. ¿Para qué complicarme la existencia con elementos muy caros cuando tengo algo tan barato como mi cabeza y mis manos».

Este binomio, el formado por la cabeza y las manos, está firmemente enraizado en el ideario de Sistiaga, y por cierto que las manos no son meras ejecutoras de las decisiones de la cabeza. Al respecto, cita una frase del Nobel de Física Pierre-Gilles de Gennes: «Las manos son el origen de la inteligencia». Abunda en la idea: «Parece ser que la mano humana es capaz de hacer más de 20.000 movimientos. Todo el hacer del ser humano desde la prehistoria se basa en esa interconexión entre el cerebro y las manos. Creo, por ejemplo, que la ciencia y la creatividad artística surgen al unísono, cuando el hombre decide pintar y se pregunta con qué. Dar respuesta a esa pregunta exige ya una búsqueda científica, por humilde que sea».

Aunque «... ere erera baleibu izik subua aruaren...» es la película más larga que ha hecho Sistiaga (75 minutos), su trayectoria cinematográfica incluye otros títulos ejecutados con diversas técnicas, como «Impresiones en la alta atmósfera» o «En un jardín imaginado». Su último estreno por el momento es «Paisaje inquietante-Nocturno», homenaje a Remigio Mendiburu, que data ya de 1991. Eso no quiere decir que haya abandonado el cine. De hecho, desde 1992 trabaja en «Han», una película sobre el sol. «Durará aproximadamente siete minutos, de los que tengo ya completamente terminados 111 segundos -adelanta-. Los cinco minutos y pico restantes están todos empezados, lo que pasa es que tengo paralizado ese trabajo porque estoy en el taller pintando obras de grandes dimensiones y una cosa me impide entrar en la otra, pero sé que en algún momento voy a terminar la película. Y, mientras no la termine, pienso seguir viviendo, porque no me pienso morir sin terminarla, así es que no hay prisa».

Las obras de grandes dimensiones en las que trabaja actualmente están en la senda de su serie «Cosmos-Océano». Son obras al óleo en las que Sistiaga sigue indagando en la naturaleza y la abstracción, «siempre desde un punto de vista poético», destaca.

«Un país no se hace sin memoria, y aquí apenas existe memoria artística»

José Antonio Sistiaga no es precisamente un artista complaciente con «los políticos». Está encantado de poder mostrar su obra en Tabacalera, pero no por eso se muerde la lengua: «Desde mi punto de vista, Tabacalera es excepcional tal y como está. Nace sin nada, que es lo mejor que puede ocurrir. Es una ocasión única para Gipuzkoa, que no tiene ningún museo de arte contemporáneo, cuando el 90% del arte contemporáneo del País Vasco ha surgido de Gipuzkoa. Hay muchas cosas que puede hacer Tabacalera, entre ellas, yo insistio, contar con una colección permanente de lo que aquí surgió, aunque en determinadas instancias han decidido que no sea así. Un país no se hace sin memoria, y aquí apenas existe memoria artística. Chillida Leku o el Museo Oteiza representan en cierta medida esa memoria, pero la mayoría de la obra de Balerdi, por ejemplo, se encuentra en el Bellas Artes de Bilbao, o sea, que en Gipuzkoa seguimos exactamente a cero, sin reflexionar sobre lo que ha surgido aquí, que, por otra parte, es lo que al que viene de fuera le puede interesar. Porque el de fuera no viene a ver un Andy Warhol, que puede ver en cualquier lugar del mundo, lo que quiere ver es lo que quí se ha hecho, y, sin embargo, lo que aquí se ha hecho se esconde. ¿Qué les pasa a los políticos, que se ocupan de la cultura muy brevemente, porque en seguida los cambian para ocuparse de otras cosas, qué les pasa, digo, para no entender lo que ha sido la creatividad aquí?».

El artista donostiarra es, asimismo, uno de los impulsores de VEGAP, entidad que defiende los derechos de autor de los artistas visuales. Él mismo se ha quejado ante el Ayuntamiento de Donostia, al que responsabiliza de haber dañado seriamente la obra que realizó sobre el pavimento de la Plaza Julio Caro Baroja. «Alguien con cierto poder dentro del Ayuntamiento decidió que, para evitar que puedan resbalarse las personas, lo mejor era picar las tiras de siete centímetros de ancho que consituyen la obra, cuando existen productos antideslizantes que en Pamplona, por ejemplo, se utilizan incluso para que no se resbalen los toros en sanfermines. Por supuesto, a mí no me consultaron en absoluto. Vino el director de VEGAP, habló con el alcalde del asunto y éste le dijo que se pondría en contacto conmigo. Ha pasado más de año y medio y no he recibido ninguna llamada ni ninguna carta, no digo ya de excusas, porque seguro que el responsable ni siquiera lo ha consultado, que me imagino que no le van a consultar todo al alcalde, pero me parece que, por un mínimo de sentido de la responsailidad, podía haberme llamado; hablamos y se resuelve. Pero, bueno, lo picado, picado está».

Sistiaga es también uno de los artistas que ha suscrito el manifiesto de Praileaitzen Lagunak en defensa del yacimiento paleolítico de Deba que consideran amenazado por la explotación de una cantera. «Yo creo que es un problema de orgullo mal entendido, porque el orgullo hay que aplicarlo de otra manera. Praileaitz es algo que hay que preservar. Es nuestra memoria. Menos hablar de que el euskara viene de la prehistoria, que, por otra parte, yo pienso que por qué no, y vamos a defender ese yacimiento, al margen de los negocios que pueda hacer cualquier picapedrero, y lo digo, por supuesto, sin ánimo de ofender a los picapedreros. Y los políticos, a bajar la testuz y a obedecer». M.A.

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