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Fede de los Ríos

Gentes tercas las de Sartaguda

En voz queda, porque las paredes tenían oídos, desde pequeño había oído hablar en casa del Pueblo de las Viudas. Allí donde requetés y falangistas, de madrugada, se habían llevado a los hombres del pueblo y los habían asesinado en tapias y cunetas. Su delito, ser jornaleros u obreros, oponerse al señor duque y querer transformar las cosas en beneficio de la mayoría. De poco más de mil habitantes mataron a casi cien, alcalde y concejales incluidos. A sus viudas les arrebataron casas y enseres. El primer sartagudés que conocí fue un profesor que me daba clases de griego, corrían los 70, con pocos años más que yo; entre clase y clase, me pasaba unos libros forrados con papel de periódico que hablaban de obreros y proletarios, de tomas de palacios de invierno, de revoluciones traicionadas. También de economía y poesía. Korsch, Mattick, Mandel y Machado pasaron a formar parte de mi cuadrilla. Juan Carlos, así se llamaba mi profesor, era trotskista. Confirmó las historias que acerca de su pueblo se contaban en casa.

Treinta años más tarde, ya funcionario, dio la razón a unos que pleiteaban con el Gobierno de UPN. Fue relegado de su puesto inmediatamente. Sabedor de lo que ocurriría por la firmeza de sus convicciones, sigue mirándose todas las mañanas al espejo.

Ahora Sartaguda es noticia. Allí, el monocorde discurso del poder no encuentra eco. Gabriel de ANV ha dado su voto a José Ramón del PSN para impedir que la derecha ocupe la alcaldía del Pueblo de las Viudas. Quieren construir una residencia de ancianos, una escuela de música, acabar con las condiciones infrahumanas en que viven los emigrantes, un local para los jóvenes, mejorar las comunicaciones del pueblo y levantar el Parque de la Memoria en homenaje a los asesinados por la derecha en el 36. Los dos son trabajadores, los dos de izquierdas. Los desmemoriados de la dirección del PSOE se oponen, quieren que gobierne UPN. José Ramón Martínez, de igual apellido que mi antiguo profesor de griego, no está dispuesto a traicionar sus principios. Es de Sartaguda, no teme a Ferraz, a Génova, ni a la Conferencia Episcopal. Las mentiras y la bilis destilados por los medios de comunicación del Régimen no afectan la decisión de no traicionar a sus votantes.

En Sartaguda, cuando a las mañanas se miran al espejo, no sienten vergüenza, tienen memoria. Se sonríen.

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