Un Velázquez en un café o un Caravaggio junto a un sex-shop en las calles londinenses
Durante tres meses, las calles de la capital británica se convertirán en una galería de arte al aire libre, donde, cuando menos te lo esperas, es posible encontrar algún cuadro.
Emilia PÉREZ | LONDRES
Un Rubens frente a un pub, un Velázquez en un café o un Caravaggio junto a un sex shop: la National Gallery de Londres ha repartido réplicas de sus obras más famosas por toda la ciudad.
Cuando menos te lo esperas, es posible encontrar algún cuadro en las calles.
O si no que se lo digan a quienes transitan estos días por el Soho londinense, uno de los epicentros de la movida nocturna. Entre los numerosos restaurantes, bares y clubes del barrio es posible encontrar desde cuadros mitológicos, como «Baco y Ariadna», de Miguel Angel, «Venus y Marte», de Sandro Botticelli, o «Sanson y Dalila», de Pedro Pablo Rubens, a retratos, como «El retrato Arnolfini», de Jan Van Eyck, o religiosos, como «La virgen de las rocas», de Leonardo da Vinci.
Quienes tengan gustos más contemporáneos, que no se desanimen. Por las calles de Londres podrán disfrutar también de «Los girasoles», de Vincent Van Gogh, «Bañistas en La Grenouillere», de Claude Monet, o «El estanque de los nenúfares», de Claude Oscar Monet. Hay espacio, asimismo, para el arte español: uno de los retratos que pintó Diego Velázquez del rey Felipe IV ocupa la fachada de un café en una de las más transitadas placitas de Convent Garden, frente al teatro donde puede verse el musical Cabaret y a un animado pub. Y «San Miguel triunfando sobre el demonio», pintado en 1468 por Bartolomé Bermejo, se alza desafiante frente a los concurridos restaurantes y los coloridos adornos de Chinatown. En total son cuarenta y cuatro las réplicas repartidas por la ciudad, todas ellas a tamaño natural, enmarcadas como las auténticas, acompañadas por un letrero con información sobre el cuadro y, según la National Gallery, a prueba de grafitti. «Ya he visto un par de cuadros. Debe haber muchos más», comentaba un joven cargado de bolsas a su amigo mientras caminaban por el centro.
La iniciativa deja algunas estampas inusuales, como ver «Mujer secándose después del baño», de Hilaire-Germain-Edgar Degás, debajo de una señal de dirección única, o uno de los más aplaudidos paisajes del inglés Johns Constable junto a una de las zapaterías más «trendy» de Covent Garden. O contemplar a dos amantes del arte, pinta de cerveza en mano, comentar la belleza del «Embarcadero de Calais», de su compatriota Joseph Mallord William Turner, colgado estratégicamente frente al pub Coach and Horses, uno de los míticos del Soho.
Y como el arte debe llegar a todos, la National Gallery ha situado uno de sus cuadros en la popular juguetería Hamleys, aunque el otro día ninguno de sus empleados estaba muy al tanto de la iniciativa. Los londinenses, acostumbrados a ver casi de todo y a andar con prisas, parecen no percatarse de los cuadros y pasan distraídos frente a ellos. Como los habituales de un callejón del Soho lleno de sex shops que, quizás con otras cosas en la cabeza, no se dan cuenta de que entre los escaparates está colgada «Salomé recibiendo la cabeza de San Juan el bautista», de Caravaggio.
En total son cuarenta y cuatro las réplicas repartidas por la ciudad, todas ellas a tamaño natural, enmarcadas como las antiguas y acompañadas por un cartel sobre el cuadro.
Los londinenses, acostumbrados a ver casi de todo y a andar con prisas, parecen no percatarse de los cuadros y pasan distraídos frente a ellos. No distinguen que, entre las luces de neón, hay un Carabaggio.