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«El librero de kabul» recorre afganistán para contagiar su pasión por la lectura

Durante años en los que la guerra consumían Afganistán, un hombre se preocupó por guardar libros que algún día contarían la magnífica historia y cultura de su país, una pasión que lo ha hecho conocido en todo el mundo con el nombre de «El librero de Kabul».

La pequeña librería de Shah Muhammad Raís, situada en el centro de Kabul, la capital de Afganistán, ha vivido mucha historia desde que fue abierta hace 34 años; lo mismo que su dueño, encarcelado dos veces, exiliado en Pakistán y finalmente retornado cuando las grandes potencias mundiales, encabezadas por Estados Unidos, expulsaron a los talibanes del poder en 2001.

De madre pastún y padre tayiko, Raís pasó dos años en la cárcel cuando los muyahidines libraban la guerra civil. «Intentaba explicarles que era importante guardar libros sobre la historia del país y que algún día ellos mismos los necesitarían... pero no me hicieron caso y me llevaron a la cárcel», rememora Raís en una entrevista.

Cuando llegaron los talibanes en 1996, hicieron una pira a la puerta de su librería con todos los libros que mostraban imágenes, rechazadas por los integristas. «Perdí libros únicos y muy antiguos», se duele el librero.

Raís se llevó a su familia a Pakistán, desde donde siguió gestionando su librería con visitas mensuales a Kabul.

Pese a las restricciones de las autoridades talibán, Raís pudo mantener abierto su negocio, en cuyos estantes vendía libros permitidos, mientras suministraba a algunos clientes obras clandestinas. «También imprimíamos postales y pósters para difundir sutilmente el mensaje de que Afganistán es un país bonito y con una riqueza histórica y cultural», explica.

Cuando el régimen cayó, el negocio del librero incrementó su oferta, tanto a la clientela afgana como a la nutrida representación de periodistas, expertos y soldados de las fuerzas de ocupación que hay en el país, algunos de los cuales se quejan de sus elevados precios.

Raís defiende que hay precios para todos los bolsillos: los libros editados en Afganistán cuestan entre uno y 10 dólares y los importados, de materias técnicas o idiomas, pueden costar de tres a 25 dólares según la calidad del papel y la edición.

La librería ofrece manuales para estudiantes, mapas, libros de historia, poesía, filosofía, y preciosas colecciones fotográficas que muestran un Afganistán desconocido en el que las mujeres vestían traje de chaqueta, como él recuerda a sus profesoras.

«Vino con un cuadro ya pintado»

Pero en los estantes de Raís no está el título que lo ha hecho famoso en todo el mundo, «El librero de Kabul», fruto de una estancia de meses en su casa de la periodista noruega Asne Seierstad. «Vino a Afganistán con un cuadro ya pintado en su cabeza, buscando un marco en el que presentarlo. Mi familia acabó siendo ese marco», expone, para criticar que Seierstad no pensara, al relatar intimidades de ese hogar como el baño de la madre, «en lo que significaba este tipo de humillación, especialmente para una mujer asiática y musulmana». Un contenido del libro que no ha generado disputa alguna es la pasión de éste hombre por los libros y por la necesidad de la cultura para el renacimiento de Afganistán.

«Hoy, la mitad de la población tiene coche y teléfono móvil, lo cual muestra que su situación económica no es tan mala. Pero pocos saben leer y aún menos quieren aprender», se lamenta el librero, que se ha embarcado en un nuevo proyecto para llevar la inquietud por la lectura más allá de Kabul.

Este año, Raís compró un autobús de segunda mano, cambió los asientos por estantes, se colocó un colchón al fondo y una cocina en el techo, y se lanzó a la carretera con sus libros. «Hasta ahora, hemos viajado a cinco provincias del norte del país y la respuesta ha sido muy buena y muy alentadora», dice de su autobús «Libros y ríos», título de un cuento afgano.

Ahora Raís pretende abrir su librería móvil los viernes a las afueras de Kabul, donde la población suele pasar el día festivo de picnic, y, cuando el estado de seguridad lo permita, viajar también al sur.

Además, ha sacado un libro, editado de momento en noruego, en el que dos muñecos cuentan «la realidad de Afganistán y su sociedad y cultura, algo que para mí `El librero de Kabul' fracasó en mostrar auténticamente», dice.

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