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Iñaki Lekuona Periodista

Matrimonios de conveniencia

Estoy desolado. Una de las parejas de moda de las presidenciales se ha desmoronado. François Hollande y Ségolène Royal, que vivían en pecado desde que se conocieron en el militantismo setentero de la izquierda francesa chic y post-marzista, que no marxista, ya no son una sola carne. La presidenciable socialista le ha puesto las maletas en la puerta a su secretario general. Hala majo, sé feliz, dice que le ha dicho, y él, dispuesto a serlo, se ha ido con la mujer con la que dicen comparte lecho desde hace algún tiempo.

De verdad, estoy desolado. No porque ella haya mandado al carajo a su compañero por supuestas infidelidades que esconden por lo general infelicidades, sino porque la pareja de postal, de familia progre y numerosa que se nos había presentado hasta la saciedad, no era más que una pieza de teatro al servicio de un interés partidista.

No es la única. También lo ha estado la formada por el flamante presidente de la República y por Cecilia Maria Sara Isabel Ciganer Albéniz, cuya sola proeza en la vida parece consistir en ser biznieta por vía materna del famoso compositor. Pues bien, los rumores sobre sus dificultades matrimoniales no cesaron en toda la campaña de las presidenciales. Tanto que tras la segunda vuelta las alarmas saltaron cuando se supo que la actual primera dama no acudió a las urnas. ¡Oh, Dios mío, no votó a su marido!

En la UMP alguien hizo la reflexión de que si la esposa le da puerta al candidato, los electores también. El asunto rozó la hecatombe, pero Nicolas Sarkozy supo maniobrar a tiempo. Y hoy puede fardar de primera dama aunque a la dicha dama le importe un pito el de su marido. Dicen la malas lenguas que si Nicolas Sarkozy no hubiera sentado su trasero en el sillón de los Elíseos, a estas horas su matrimonio sería pasto de los abogados.

Es realmente preocupante que a un partido político le importe más maquillar la vida privada de sus dirigentes que los problemas y las carencias sociales. Y ya es indignante cuando, en este contexto de hipocresía, un gobierno persigue sin piedad a los matrimonios de conveniencia aduciendo que se trata de un fraude, un chanchullo que permite la entrada legal de inmigrantes ilegales. Como si los fraudes conyugales de campaña electoral fueran mejores.

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