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Francisco A. Larrauri Psicólogo

Bilbo «in memoriam», ayer y hoy de la represión

Bilbo, siguiendo las órdenes del lehendakari Aguirre, resistió al fascismo hasta completar la evacuación civil de la capital. Hoy hace 70 años se escribió a lápiz en una cuartilla de bloc la nota militar, firmada por el capitán Angel Larrauri, en la que se comunica a la Jefatura de la Primera División del Ejército del Frente Popular la orden de inmediata retirada del cerco de Bilbo.

Seguidamente a que Bizkaia «se incorporara jubilosamente a la patria española», los militares y civiles fascistas trataron de catequizar a toda la ciudadanía vasca con el derecho penal del enemigo y con juicios políticos desde la más absoluta ilegalidad jurídica. Un consejo militar franquista y el juez instructor comandante de infantería Angel Canedo-Argüelles Fernández, con plaza en Gasteiz, estimaron que la nota manuscrita y los antecedentes de «colaborador» de la prensa local de Gasteiz eran suficiente materia para firmar contra su autor una sentencia de muerte por el delito de «rebelión militar», conmutada por cadena perpetua. Hasta aquí una acotación particular que proyecta la historia común de Euskal Herria y que el civil José Maria de Areilza, que fuera íntimo amigo y servidor del actual Borbón, siempre la expresó así: «Que quede esto bien claro, Bilbao conquistado por las armas. Nada de pactos y agradecimiento póstumos. Ley de guerra dura, viril inexorable. Ha habido, ¡vaya que sí ha habido!, vencedores y vencidos. Ha triunfado la España una grande y libre, es decir, la España de la Falange Tradicionalista. Ha caído vencida aniquilada para siempre, esa horrible pesadilla siniestra y atroz que se llamaba Euzkadi y que era una resultante del socialismo prietista, de un lado, y de la imbecilidad vizcaitarra por otro».

Por ser Euskadi botín de guerra, los jueces, perfectamente organizados por la derecha victoriosa, se cobraron en décadas posteriores tal pluralidad de víctimas que nadie va a multarme porque escriba que los ciudadanos vascos estaban frente a un entramado de desalmados percibido a la fuerza como primera autoridad y que han aplicado con muy poco derecho el derecho penal «por lo que se es». Coordinadamente los políticos imponiendo la forma de entender y percibir las relaciones sociales han forzado a conllevar «esa horrible pesadilla siniestra y atroz que se llama Euzkadi», bajo el riesgo de ser etiquetado «enemigo de la patria». Una relación de fuerza que intentan también ciertos padres con los hijos hasta que llega el saludable proceso juvenil, pero que a nivel social resulta ser un flagrante delito de un Estado delincuente frente al individuo.

Y en el ínterin se dijeron: «la guerra ha terminado». La vituperada transición pactada permitió que el ejército faccioso, sin pedir perdón ni aceptar que incurrió en graves violaciones de los Derechos Humanos, se alzara de nuevo como garante y defensor de un pueblo que, curiosamente, durante cuarenta años había ostentado como trofeo de guerra. Y esta transición inspirada para sólo una parte, los vencedores, es el núcleo duro por el que el Estado no quiere ni puede reconocer la nulidad (¡qué menos!) de los procesos sumarísimos del franquismo, ni recuperar las barbaries de los militares golpistas ni, por supuesto, la memoria de las ideas. Precisamente ha sido la democracia constitucional con la Monarquía borbónica que preparó Franco y con graves responsabilidades de los gobiernos socialistas la que ha desmemoriado a toda la izquierda, aunque grupos progresistas se esfuerzan con pico y pala en desenterrar los recuerdos históricos de la Guerra del 36. La derecha españolista, por el contrario, sin perder nunca su memoria, se ha movido siempre cómodamente en la conjunción ideológica de su pasado y presente sin ninguna culpabilidad ni vergüenza, atrapando en su círculo a distraídos sectores del PNV y de la izquierda desmemoriada.

Si en 1937 fue el fascismo el que acusó y sentenció por rebelión militar a los gudaris que defendieron Bilbo, ahora es el Gobierno de Ibarretxe en el Euskalduna de Bilbo, con los mismos presupuestos que lo hicieron los fascistas, quien acusa de «terrorismo» a los que se resistieron con las mismas armas a la tortura de Melitón Manzanas o a los asesinatos del siniestro Carrero Blanco y su Policía. Sin embargo, es la realidad actual de Euskal Herria la que se encarga de hermanar la represión de hace 70 años con la de los modernos gobiernos que utilizan la soberanía española como pilar básico de su propio sistema de dominación. Y con estos pilares se han impuesto en la Carta Magna española las concesiones monárquicas y sus símbolos o la asignación del ejército como garante de la unidad.

Frente a los que glorifican la unidad como ley de guerra hay que seguir resistiendo y defendiendo con uñas y dientes el democrático derecho de autodeterminación, a pesar del silencio cómplice ante la tortura e ilegalización de listas electorales de políticos caseros que han visto satisfechos sus anhelos egoístas y narcisistas. No obstante, a lo largo de los años Euskal Herria se ha empapado de las ideas, de los sueños y de las tragedias de gentes que con su lucha ya forman parte de su historia. Con el puño apretado, tozudamente: ¡Salud gudaris!

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