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Belen Martinez Analista social

Un conflicto innegable y resoluble

La cultura de paz se inscribe en un proceso dinámico, complejo y multifactorial que comporta un cambio de actitudes, valores y normas. ¿Qué ha habido de todo esto en nuestro proceso de paz?

Llevo días intentando ordenar mis ideas y sentimientos, procurando no transferir estos últimos al registro de las ideas. Aunque la ruptura del proceso formal de paz era una crónica anunciada, he sentido la impotencia y la rabia de la campesina que ve cómo el bulldozer se lleva por delante sus esfuerzos y su cosecha, experimentando que no puede hacer nada por impedirlo. Estaba preparada (se lo habían comunicado), no se conformaba y llegó la apisonadora.

De la ruptura de este proceso de paz he podido extraer algunas conclusiones que me gustaría compartir con quienes leen estas líneas.

Anteriormente, había expresado mi desacuerdo y mi preocupación por la importancia excesiva que han tenido las estra- tegias militaristas en el surgimiento, mantenimiento y resolución de este conflicto. Creo que también lo militar ha adquirido un protagonismo abusivo durante el proceso de paz, en detrimento de la acción política.

Par mí, uno de los elementos constitutivos de la democracia es la creación, la posibilidad y la garantía de que existen las condiciones que permiten a toda la ciudadanía el ejercicio efectivo del derecho a participar en el espacio público, que debería pertenecer a todas y todos. Para actuar políticamente necesitamos un marco normativo concertado que permita, posibilite y garantice la acción política, puesto que la finalidad de ésta es la construcción y la conservación de un espacio para el pensamiento, la argumentación, el debate, la negociación y el compromiso de llevar adelante lo acordado; sin dominación, sin explotación ni servidumbres, sin restricción de derechos y sin uniformización de la vida colectiva.

La cultura de paz se inscribe en un proceso dinámico, complejo y multifactorial que comporta un cambio de actitudes, valores y normas. ¿Qué ha habido de todo esto en nuestro proceso de paz? Es cierto que ha habido procesos dentro del proceso -iniciativas interesantes, aunque frágiles, como Ahotsak-, pero también ha habido contraprocesos, principalmente de la parte del PP.

Soy de las que confiaba en que Rodríguez Zapatero lo intentaría, y en que ETA haría lo propio. Pienso que la principal responsabilidad de lo sucedido corresponde a ETA y al Gobierno español, al plantear el proceso en clave estrictamente militar: no-rendición (ETA); no-claudicación (Estado), y no en términos de insti- tución e institucionalización de la libertad y restablecimiento de la acción política. Asumiendo cada una de las partes su responsabilidad en la ausencia de ambas: libertad y acción política.

Dice Castoriadis en «Encrucijadas del laberinto I»: «Pensar no es salir de la caverna... Pensar es entrar en el laberinto. Es perderse en galerías que sólo existen porque nosotros las cavamos infatigablemente, dar vueltas en el fondo de un callejón sin salida cuyo acceso se ha cerrado tras nuestros pasos hasta que este girar abre, inexplicablemente, fisuras factibles en el muro». Pensemos e intentemos, de nuevo, salir definitivamente del laberinto.

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