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Asier Ezenarro aranzibia Eibar

Globalización

La primera vez que escuché hablar de la globalización fue en el Colegio hace 20 años. Un hermano de La Salle nos explicó cómo funciona realmente este mundo. El trabajaba como misionero en Africa Occidental, región expoliada y saqueada por los colonialistas del siglo XIX y ahora por los neocolonialistas del siglo XXI.

No utilizó la palabra globalización (entonces no se usaba) pero nos explicó cómo los tiburones de la economía (así los definió) se sirven de satélites para predecir las lluvias y fijar los precios de compra del cacao y del café, cómo el FMI y el BM imponen a muchos países políticas agrícolas de monocultivos, cómo ahogan las economías nacionales sometiendo a esos países con el «endeudamiento».

Fue un análisis marxista, materialista, el que hizo. No nos habló de sufragios y procesos electorales ni de «democracia», como hacen los dirigentes americanos y europeos, sino de la situación real de explotación a la que están sometidas las mayorías de este mundo. Cuánto cinismo entre los dirigentes de Occidente. ¿Deuda externa? ¿Quién está en deuda? ¿Le ha pagado Gran Bretaña a la India por todo el algodón, las especias y todas las riquezas que sacaron durante trescientos años de allí? ¿Ha resarcido Francia a sus ex colonias en Africa Occidental? ¿Y España a Guinea ecuatorial?

Como dice el profesor Jean Ziegler, relator de la ONU para los derechos humanos, «el FMI, el BM y la Organización Mundial del Comercio exigen a cada país que privatice todo, que renuncie a cualquier poder normativo como estado independiente. Le ordena la abolición de cualquier traba fiscal o de protección social o laboral».

No se me olvida la lección que nos dio aquel misionero y tampoco lo que me dijo otro amigo, misionero en Ecuador, hace unos días: Occidente es terrorista

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