Martin Garitano Periodista
Los cambios que no hubo en Nafarroa
El proceso postelectoral, las negociaciones, los pactos, han terminado por retratar la verdadera situación de cada agente en la vertiente navarra del escenario vasco. Desde los que hablan de «déficit» democrático para referirse a un pucherazo que parece decimonónico hasta quienes se jactan de haber impedido que la mayoría de los ciudadanos pudieran optar a elegir libremente, los protagonistas de la política se retratan como lo que realmente son y no como quisieran que se les viera.
En Nafarroa, UPN ha terminado de desnudar su pretendido navarrismo (es curioso el término. ¿Cómo puede ser «navarrista» un navarro? ¿Se imaginan a un señor de Badajoz diciendo que es «españolista»? Será español y punto. Y el otro, navarro, que ya es mucho) al mostrarse como una débil sucursal del PP de la calle Génova que es, en realidad, quien está dirigiendo la partida al apretarle los machos a Zapatero. El secretario general del PSOE, es, a su vez -y atendiendo a otros intereses y otros escenarios- quien dirige los hilos de Chivite y Puras, convertidos en marionetas de La Moncloa. Otros «navarristas» de chicha y nabo, pues.
Quienes alzaron la bandera del cambio y el desalojo de la derecha, agrupados en una singular sopa de letras por nombre común Nafarroa Bai, debieran ahora reconocer que vendieron humo con forma de esperanza e ilusión. No hay tal cambio. Ni en Iruñea, con la alcaldesa más retrógrada que pudiera padecer una ciudad, ni en el Palacio Foral donde, sea quien fuere el próximo gestor, no se atisba la posibilidad de un solo cambio real. Si gana la derecha, porque el inmovilismo es de su propia naturaleza y las corruptelas, de su interés. Y si se produjera el desalojo en beneficio de Puras, los términos del acuerdo con NaBai han precisado de tantas y tan sustanciales rebajas que lo que resulte se parecerá mucho más a lo que ha hecho y dicho el PSOE a lo largo de esta casi eterna reforma del franquismo que a los aires «vasquistas» y progresistas que cantaron durante la campaña. Por cierto, al término «vasquista» le ocurre lo que al de «navarrista» antes mentado. ¿Cómo puede ser «vasquista» un ciudadano de Leitza? ¿Se imaginan que alguien dijera que Chirac -por ejemplo- es francófilo?¿O que Henkel es «germanófila»?
Como ven, todo ha cambiado para que nada cambie. Y es que la democracia deficitaria no es más que el fruto mal recogido de la dictadura. No esperen nada bueno de él.