El equipo Euzkadi dio a conocer gracias a sus virtudes con el balón de fútbol la existencia de un pueblo por el extranjero en plena Gurra Civil. No fue la primera salida, pero sí la más reivindicativa. Pero como sucede con el partido que disputó durante la madrugada de ayer la selección vasca, los partidos del Euzkadi no fueron los pioneros de un equipo vasco en el extranjero, ya que el fútbol de este país estaba muy cotizado a comienzos del siglo XX. La primera salida a América se produjo en 1922 con el conocido como «Viaje de los vascos». La experiencia no fue del todo positiva, tanto por los malos resultados cosechados como por la imagen ofrecida por la expedición. El éxito de la selección española -que estaba formada en su mayoría por jugadores vascos y se adjudicó la medalla de plata- en las Olimpiadas de Amberes, provocó que los miembros de la diáspora de Argentina y Uruguay se esforzaran en que una selección vasca acudiera a sus países. Pero el equipo no dio la talla al acusar el viaje y los excesos. La decepción de los organizadores hizo que rompieran el contrato tras disputar ocho partidos con un resultado negativo de tan sólo dos victorias y un empate por cinco derrotas.

Quince años más tarde se produciría la segunda salida de una selección vasca al extranjero, pero en esta ocasión en circunstancias bien diferentes. El alzamiento franquista del 18 de julio de 1936 dio paso a la Guerra Civil y dentro de la campaña Pro-avión Euzkadi se organizaron distintos actos para recuadar fondos en los que surgió la idea de formar una selección para utilizarla como elemento propagandístico.

Los tres partidos disputados entre las selecciones de dos de las formaciones que participaban en el Gobierno Vasco, ANV y PNV, fueron claves para que las intenciones prosperaran. El primero de los tres partidos se celebró el 7 de febrero de 1937 en San Mamés con cerca de 20.000 espectadores en las gradas. Los representantes del partido ekintzaile capitaneados por Iraragorri se impusieron por 7 goles a 5. El PNV reclamó la revancha y mes y medio más tarde se jugó el segundo partido con victoria para los jeltzales por 3-0. Para deterrminar el vencedor se disputó un tercer partido, pero con los jugadores de las dos ideologías mezclados en los equipos a principios de abril. Entre el primero y el segundo partido disputado por las formaciones políticas se llevó a cabo otro enfrentamiento amistoso entre los combinados de Bizkaia y Gipuzkoa, con victoria para estos últimos por 1-2.

Los rumores de que el Gobierno Vasco planeaba promover la creación de una selección para realizar una gira por el extranjero se fueron intensificando hasta que el ejecutivo que presidía el jeltzale José Antonio Agirre apostó por formar un equipo con un doble objetivo. Por un lado, sufragar los gastos producidos por el exilio forzado por las tropas franquistas de los denominados «niños de la guerra» y, por otro, dar a conocer la existencia del Gobierno Vasco dentro de la República española.

Manuel López Llamosas «Travieso» fue el encargado de dar forma a la escuadra. A finales de marzo de 1937 se realizó una convocatoria pública en San Mamés y acudieron 25 jugadores, de donde salieron los 18 expedicionarios que realizarían la gira europea. Los elegidos fueron Gregorio Blasco, Rafael Eguskiza, Serafín Ahedo, Pedro Areso, Leonardo Cilaurren, José Mugerza, Roberto Echebarría, Angel Zubieta, Pablo Barcos, Pedro Regueiro, Luis Regueiro, Emilio Alonso «Emilín», José Iraragorri, Isidro Lángara, Ignacio Aguirrezabala «Txirri II», Enrique Larrinaga, José María Urkiola y Enrique Gorostiza. El 23 de abril de ese mismo año partieron hacia París. Los primeros partidos se disputaron en el Estado francés contra equipos del país vecino. Luis Regueiro ejerció de capitán del combinado cuando se le daba por muerto, ya que los rumores provenientes del bando franquista aseguraron que había sido fusilado por las tropas republicanas. Al final, Travieso no viajó con la selección y fue Perico Vallana el encargado de la dirección técnica.

Aunque en un principio la idea era la de jugar un par de partidos, los condicionantes que rodeaban al equipo hicieron que se abrieran numerosas puertas, al igual que otras se cerraron, y la gira se extendió por Europa del Este a países como Checoslovaquia, Polonia -donde se suspendió un partido al ser tachados de comunistas-, o la extinta Unión Soviética.

La gira americana

Tras completar una gira europea exitosa -20 partidos disputados con 14 victorias, 4 empates y tan sólo dos derrotas- los componentes del Euzkadi regresaron a Barbizon, localidad cercana a París, y prepararon desde allí el salto a América. En esta fase se produjeron varias deserciones. Guillermo Gorostiza y Roberto Echebarría abandonaron la expedición para regresar al Estado español. El adiós de ambos unió aún más al grupo y sellaron un acuerdo no escrito para que ninguno abandonara el combinado durante la siguiente expedición.

Los problemas fueron una constante durante el periplo por tierras americanas. Antes de partir, los componentes del Euzkadi tuvieron que superar muchas trabas para dar el paso. Al igual que sucede en la actualidad, la FIFA trató de impedir que la selección disputara partidos internacionales presionando a los rivales. En Argentina, por ejemplo, el Euzkadi no pudo jugar ningún encuentro, a pesar de tener varios partidos contratados. La relación entre los organizadores de la expedición tampoco fue del todo buena y, aunque aguantaron dos años fuera de sus casas, el estado anímico del equipo se fue deteriorando y algunos jugadores y el propio entrenador, Perico Vallana, abandonaron al grupo durante el transcurso de la gira.

El final de la Guerra Civil resultó definitivo para la disolución del equipo. La mayoría de los futbolistas encontró acomodo en equipos punteros de distintos países sudamericanos. Los contratiempos y los problemas, sin embargo, no lograron detener al Euzkadi, que llegó a disputar más de cuarenta partidos durante este tiempo, incluida la participación en la Liga Mexicana de 1938-39, quedando clasificados en segundo lugar en la tabla.

Manuel de la Sota, ex presidente del Athletic entre los años 1926 y 1929, fue uno de los encargados de que la expedición del Euskadi funcionara y en 1976 escribió lo siguiente en el prólogo del libro «El Euzkadi, 1937-1939»: «La mala suerte nos había unido, pero aquella suerte fue una de las más buenas que en mi vida he tenido. Gracias a ella conocí a ejemplares de nuestra raza que, además de ser artistas del deporte que enseñaron a jugar a los extranjeros, fueron exponentes de la dignidad de un pequeño pueblo cuyo nombre de Euzkadi dieron a conocer, cuando se hallaba combatiendo por su supervivencia, y en ocasión de que sus enemigos arruinaban los hogares vascos y lanzaban por el mundo calumnias cuyo eco llegaba hasta nosotros. Aquel grupo de chicos, representantes de una nación olvidada por el mapa y por los Estados que se decían defensores de los derechos del hombre anunciaba en los estadios de Europa que la paz para ser verdadera no tiene que ser cobarde».