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Xabier Silveira Bertsolari

Sed de clarete

Sucede que el Charolito me enamora y que yo, ajeno a las intenciones del destino, amago garabatos de letras y mala hostia e intento dar forma al sentido de mis enajenaciones con el mismo tono con el que el Charolito lo habría hecho; y lo haría aún de no haber muerto al final del libro, tal y como el Flaco Pimienta se lo prometiera de mirada, bang, bang, mientras los de la policía se lo llevaban preso, el sombrero de ala y el culo prieto, la noche de autos: ché, pelotudo, vos estás muerto.

Pero no nos perdamos, mi niña, que lo que importa se inventa, como lo inventaría el Charolito, el muy canalla, con la suiza untada en ajo para que las heridas no cicatricen, el muy canalla. Y ocurre, mi niña, que el agua cae tan de repente que los chiquiteros pasan de salir. Quien salía era Sanz, -y quien dice Sanz dice Gurrea-, salía Sanz que entraba sin dar pie con bolo, rojo riojano en cara dura. Salía de la elección de la señora presidenta del Parlamento navarro, que andaba también bonita, elegida toda ella. Una señora que nadie antes sabía quién era, sabes, mi niña, y andaba ya convertida en reina.

Pero salía Miguelico digo, hombre de hondas palabras y muchos dineros, con cara de pocos amigos pero algunos tengo, roja y riojana, la cara claro, queriendo tomarse un clarete. Parecía sonrojado pero no; sólo estaba rosado y, que se sepa, eso nada tiene de malo; se fue, sí, se fue y no se sabe si se lo tomó o no, mi niña, pero bueno, eso no viene a cuento. Lo que importa es que salía, y salía con esos andares de aquí estoy yo que tanto gasta esta gente, tú ya me entiendes, mi niña, vestido de traje y cuneta, mi niña, salía como el que sale de fuera y no le dejan entrar, entre aturdido por el bajón que al darle intermedio tiene el alcohol y mareado de tanto orador, salía como decíamos, de traje y cuneta.

Pero, un momento mi niña. ¿De dónde salía? Hemos dicho que salía de la elección de la señora presidenta del Parlamento navarro, mi niña, donde los de la pestañí no nos dejarían entrar ni a ti ni a mí. Pero eso no quita para que le dejen entrar a cualquiera, mi niña, pues los demócratas son los payos que se inventan las leyes y luego te obligan a cumplirlas. Como ellos se las inventan, se las pasan por el ojete. Pero no nos despistemos con las leyes, mi niña, que allá dentro se movían peces de los gordos, izquierda y derecha, bemeuves y audio- chos, y otros, pero todos de los gordos.

Se habían empezado a repartir el pastel, este pa'mí, este también, pero a algunos se les hacía la boca agua, porque, mi niña, que se conozca, hoy no es ayer. Y parece que se van a quedar sin comer pastel, mi niña, los del cambio climático ambas inclusive, mi niña, que eran bai y ahora son ez, parece que éstos hoy no comen porque salía, mi niña, salía, aunque no sepamos si se fue y si se tomó el clarete o no, salía como el que sale diciendo: me voy de Puras.

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