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«El ejemplo de 'Gatza' supone el fracaso de la actuación contra el colectivo de presos políticos»

El zornotzarra Jose Mari Sagardui cumple hoy 27 años en prisión. Coincidiendo con esta efeméride, GARA ha querido pulsar la opinión del abogado Iñaki Goioaga y del ex preso Mitxel Sarasketa en relación a la trayectoria de la política carcelaria en los últimos 30 años.

Beñat ZARRABEITIA

Para muchos de los lectores, hablar de los últimos 27 años representará referirse a toda una vida. Pero para Jose Mari Sagardui, Gatza, significa hacer balance de toda su estancia en un total de 14 prisiones. Todo un periplo que le convierte en el preso político que más tiempo lleva encarcelado en toda Europa y que comenzó con su detención allá por 1980. Desde entonces, la política penitenciaria ha vivido diferentes épocas que han derivado hasta la situación actual de dispersión, aislamiento y prórroga de condenas que sufre el Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK). Unas fases que merecen ser repasadas, tanto desde el punto de vista jurídico como del humano.

Iñaki Goioaga, abogado de Sagardui, hecha la vista atrás, observa el presente y concluye que «en estos 27 años, de los que Gatza es testigo directo y sufridor, ha existido un tratamiento especial y especializado hacia el Colectivo de Presos Políticos Vascos con la legalización de la vulneración de derechos». Recuerda que en una primera fase «la Policía era la encargada de regir el ámbito carcelario, con un trato a los presos políticos vascos que se aplicaba también al resto de presos». Posteriorme, se pasa a unas cárceles de «alta seguridad con un régimen especial y especializado; en definitiva, lo que se vino a llamar cárceles de exterminio». En esta etapa, afirma el letrado, se conjugaron «un tratamiento real de negación de cualquier tipo de derechos y una situación donde se compaginaban lo que sería el tratamiento de un funcionariado especial con lo que es el sistema de vigilancia y control policial en las cárceles».

«Mecanismos de venganza»

Goioaga situa la tercera fase de la estrategia penitenciaria a mediados de los 80, tras el acuerdo que cerraron PSOE y PNV para poner en marcha la dispersión. A su entender, esta política conllevará «unas connotaciones muy especiales. Una situación de aislamiento dentro de cárceles dispersadas, un régimen especial y lo que es un aislamiento con el exterior en cuanto a comunicaciones, intervención de las mismas...».

Una evolución que, para Goioaga, ahora ha entrado en una cuarta etapa, que cuenta con una característica principal: «Unas condiciones de vida especiales». Pero no sólo eso, ya que «se le va a unir lo que es un tratamiento judicial del sistema penitenciario especial». Ahí enmarca el abogado vizcaino la creación del Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria en la Audiencia Nacional, lo que provoca que «de alguna manera, las condiciones de vida que había conseguido el Colectivo de Presos a través de los juzgados de vigilancia penitenciaria desaparecen».

Todas esas fases, los años transcurridos, representan «un cambio» en la política penitenciaria. «Si en un primer momento tenía como objetivo la reinserción y reeducación del preso, hay una segunda etapa en la que se va a acentuar el carácter punitivo de la propia pena sobre el carácter reinsertador de la misma, y se va a llegar a un tercer paso que es la aplicación de la pena en función de los deseos de las víctimas». Lo cual, según Goioaga, sitúa la condena «en función de la satisfacción de las víctimas. Y esto supera lo que es la concepción del Estado de Derecho en un estado democrático y coloca al preso político vasco a merced de lo que es una utilización política y un mecanismo de venganza hacia el propio preso».

Por tanto, agrega, se ha producido «una evolución jurídica que justifique y ampare la vulneración de derechos, siendo reflejo de ello la Ley de Cumplimiento Íntegro de las Penas, la creación del Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria y la conocida como `doctrina Parot'».

«La definición, con el Plan ZEN»

El eibartarra Mitxel Sarasketa conoció 19 prisiones durante los 20 años que permaneció encarcelado. Entró en prisión apenas unos meses después del indulto parcial de 1977. «Para cuando yo entro en Martutene, ya había alrededor de setenta u ochenta presos políticos vascos», rememora, quien explica muy gráficamente el impacto de aquel indulto: «Si el último preso que salió, el ondarrutarra Fran Aldanondo, lo hizo en noviembre de 1977, en la primera semana de diciembre de aquel mismo año ya se estaban produciendo encarcelamientos».

A juicio del ex prisionero, la de hace 30 años fue una verdadera amnistía sólo «para el franquismo y para todo aquello que llegó desde el golpe de estado del 36 hasta 1977. Los delitos políticos y económicos del franquismo fueron abundantes, pero todos quedaron amnistiados».

Destaca una fecha clave a la hora de marcar un antes y un después en el paulatino endurecimiento por parte del Estado español en su estrategia contra EPPK. Se refiere al año 1982 y a la llegada de Felipe González (PSOE) a La Moncloa. «Estando reagrupados en Herrera de la Mancha, el PSOE, desde el Gobierno español, puso en marcha la política penitenciaria que hoy conocemos. La redefinió». A su juicio, esa apuesta se enmarcaba en una estrategia más global, en la que también destacaban «la presentación del Plan ZEN y la creación de los GAL».

Precisamente, Sarasketa alude al Plan ZEN (Zona Especial Norte) como «sustento principal» de los sucesivos endurecimientos y cambios de la política carcelaria, ya que «subraya la necesidad de criminalizar a ETA; pero no sólo a la organización armada, sino también a todo lo que sitúan a su alrededor, a los presos, a la izquierda abertzale...».

Sobre la supervivencia en prisión, resalta el factor militante como herramienta principal. Bajo su punta de vista, «los presos en general son militantes y eso es lo que engloba toda tu trayectoria en prisión, es parte de tu proceso vital. Yo creo que el contexto es ése, pero luego la cárcel en sí supone una situación muy dura». En esa línea, añade que «la cárcel tiene muchos cambios, hay situaciones extremas que te hacen sentir mal, así que para mí lo más importante es el nivel sicológico, ya que si estás bien en ese sentido tienes dentro una motivación y una fuerza que te permiten superar todo».

Profundizando en este aspecto, Sarasketa incide en que «la cárcel es muy dura, pero en la vida de los momentos de los que más satisfecho puedes sentirte es cuando has sido capaz de afrontar las situaciones más duras». Como ejemplo de ello, señala que «te puedes encontrar con castigos inimaginables, como pasar cinco días encerrado para poder conseguir una goma de borrar; por ejemplo. Puedes estar sin visitas, o en huelga de hambre, pero a fin de cuentas esto lo marca una militancia en la que estas inmerso de una forma natural».

Goioaga se muestra conforme con lo reseñado por el ex preso: «Es un tema muy ligado al compromiso vital, una continuación del mismo, y eso se refleja con la abstracción del sistema carcelario. Lo que se hace es vivir ese compromiso político y vital con una amalgama de sentimientos de una intensidad total, como puede ser la amistad, el compañerismo, la solidaridad... todo».

La importancia del Colectivo

En esa línea, Sarasketa subraya la importancia del Colectivo de Presos Políticos Vascos. «La vida en la cárcel es dura y en muchas ocasiones tienes que tomar decisiones colectivas. Por tanto, ahí existe un componente de lealtad inimaginable en otras situaciones. Yo, de hecho, no conozco otros casos de presos políticos que se hayan mantenido firmes con las dificultades que padece el Colectivo de Presos Políticos Vascos».

De ahí que llegue a asegurar que esa política carcelaria que ha venido siendo reformada para castigar aún más a EPPK y hacerle la vida más dura no ha tenido los resulta- dos que perseguía: «Cuando el PNV y el PSOE crearon la dispersión, estaban totalmente convencidos de que iban a terminar con el Colectivo. Aplicaron una política penitenciaria con el fin de ganar la guerra en las cárceles. Sin embargo, fracasaron políticamente, aun acumulando un coste humano muy elevado». Y es que no se olvida de que esa estrategia que también afecta a personas que están fuera de los muros «ha dejado más muertos que los atentados de los GAL». A pesar de ello, «se encontraron con que los presos, en vez de derrumbarse, se fortalecían». Consecuencia todo ello, según añade, «de un sentido de lealtad que va unido culturalmente a los vascos».

«Cuando a ti te han puteado y tus compañeros dan la cara por ti, eso es algo impresionante», asegura, y considera que es precisamente en ese tipo de casos de extrema dureza cuando se revela «la importancia del nivel humano que tiene el Colectivo de Presos Políticos Vascos. Es impresionante que logre mantenerse unido teniendo en cuenta las condiciones a las que se ve sometido».

Entre todas ellas, asegura, una de las más duras es el aislamiento. Y de su boca vuelve a salir el nombre del Colectivo cuando se le inquiere sobre cómo se le hace frente, «porque el resto de presos te ofrecen el apoyo y el calor necesarios para que no te encuentres solo en ningún momento. El Colectivo lo que se busca es que nadie esté solo. Para mí, la diferencia reside en estar solo o con alguien más; una vez acompañado, me da igual si son tres o son seis, la cuestión es no estar solo. En la cárcel hay momentos en los que se te mete una cosa en la cabeza y, en caso de estar aislado, eres incapaz de quitártela de ahí». Y es que «en aislamiento, uno tiende a obsesionarse con muchas cosas».

Goioaga vuelve a mirar hacia Jaén, donde está encarcelado Sagardui, para remachar que «tras 27 años en prisión, y con una tendencia al cumplimiento de 30 años, el ejemplo de Gatza supone el fracaso de la actuación contra todo el Colectivo de Presos Políticos Vascos. Que después de todo este tiempo Jose Mari Sagardui todavía se vea sometido a una situación de excepción significa que la política penitenciaria de estos 27 años ha fracasado».

Precisamente a ese «fracaso», según el letrado, pretende responder «el actual ensañamiento» de los gobiernos de Zapatero y Fillon con respecto a EPPK.

kilómetros

La distancia media a la que ha estado de Euskal Herria Sagardui en estos 27 años, en los que ha pasado por un total de 14 centros penitenciarios.

«Dentro no se es consciente del inmenso sacrificio de los familiares»

El papel de los familiares y de los amigos de los represaliados políticos. Se trata de uno de los elementos que surgió en la charla de GARA con Goioaga y Sarasketa. Por propia experiencia, este último destaca que el prisionero «no es consciente de hasta dónde llega la entrega y el sacrificio de los familiares». Y es que la política penitenciaria guarda «un castigo añadido» para el colectivo de allegados. «Que la estrategia de los estados afecte directamente a los personas que más quieres pesa muchísimo más que el daño que te pueden hacer a ti», asegura.

En parecidos términos se pronuncia el abogado: «Los presos no aceptan pero asumen el castigo, pero lo que es inaceptable e indignante es el castigo a tus familiares. Se rebelan ante eso». Pero su denuncia va todavía más lejos, «porque el control a los familiares es otro ejemplo de la vulneración de derechos. Una cosa es que la persona encarcelada tenga intervenidas sus comunicaciones y por seguridad se controle lo que escribe y manda al exterior, pero otra bien distinta es que los familiares también tengan intervenidas sus comunicaciones y lo que envían a sus seres queridos encarcelados sea leído».    B. Z.

30 años

Los que finalmente tenga que cumplir el vecino de Zornotza hasta abandonar la prisión. Actualmente se encuentra aislado en la de Jaén.

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