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Contra pronóstico, los jóvenes talentos salvan la jornada principal del festival

Contra pronóstico, las jóvenes propuestas de la sección Tercer Milenio y el grupo a concurso salvaron la jornada principal de esta estelar edición del Getxo Jazz.

Javier ASPIAZU

Dentro de la primera de las secciones citadas, los israelíes The Duet sorprendieron en la Plaza del Getxo Antzokia con la frescura de su discurso, la soltura técnica y el perfecto entendimiento exhibido. Omer Klein al piano y Haggai Cohen al contrabajo demostraron lo que se puede hacer en pequeño formato con ideas, humor, talento y desenvoltura. Entre la fusión con el folklore judío y las incursiones en la tercera corriente (de hibridación con la música clásica), las composiciones de estos jóvenes intérpretes discurrieron por un camino abierto en todo momento al encuentro y la sorpresa. No es de extrañar que ganaran el Festival de Jazz de Hoeilaart, en Bélgica. El público de Getxo premió su originalidad con abundantes aplausos y la compra entusiasta de su cd.

En la Plaza Biotz Alai presenciamos la actuación del grupo danés a concurso, a la postre ganadores. El cuarteto People are Machines no ofreció nada diferente a lo que hayamos visto en otros grupos semejantes a lo largo de estos últimos años: energía a raudales, solos furibundos, temas de complejo trazado melódico y armónico (como el primero, cosecha del batería y verdadero tour de force para todo el grupo), etc. Pero se beneficiaron de la falta de nivel de un concurso en el que el resto de los participantes acusaron en exceso los nervios (caso de los holandeses Thinktank y los españoles Mr. Chacho) u optaron por una música muy arreglada, demasiado pendiente de la partitura (caso del conjunto que quedó en segundo lugar: los rusos del Andrew's Quartet).

Cosas de la edad

Y hasta ahí lo más divertido y estimulante de la jornada. Lo que vino después fue el último concierto de la gira europea del nuevo noneto de Lee Konitz. La 2ª cita con la leyenda en el festival se vio menoscabada por el cansancio de los músicos, los arreglos sofisticados pero un tanto desvahídos del tenor Ohad Talmor, director musical de la formación, y las prestaciones limitadas del inminenete octogenario Konitz, capaz de dejarnos con un palmo de narices en pleno desarrollo de un solo prometedor, como si de Curro Romero ante un mihura se tratara. Afortunadamente, sí pudimos oirle a placer en alguna otra ocasión: como era de esperar, la banda giraba en su torno, ofreciéndole el protagonismo como solista. Conserva la sonoridad diáfana que caracterizó su período cool y algo de la emoción y sensualidad que impregnaron su sonido en etapas posteriores. Pero con evidentes limitaciones físicas (nada de altos registros o tempos fulgurantes), perfectamente comprensibles a su edad.

En general, ofreció, junto a su noneto, un correcto aunque intrascendente concierto, que discurrió por caminos peligrosamente cercanos al hastío en buena parte de su desarrollo. Lo dicho, los jóvenes salvaron la papeleta en esta cuarta jornada del festival, precedente de la fiesta de clausura.

 

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