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Iñaki Soto Licenciado en Filosofía

Paradojas canarias

En las Islas Canarias, destino privilegiado de miles de turistas, se pueden observar una serie de «paradojas» que Iñaki Soto repasa en este artículo, y que, aunque les ha dado el nombre de «canarias», son más reflejos de la realidad política española. Las polémicas ante el bilingüismo en lugares como Cataluña, que no se dan en los lugares donde británicos o alemanes son mayoría y no hablan español; la preocupación por el terrorismo, aunque no conocido nunca un atentado... Son, en opinión de Soto, imposiciones del poder colonial.

Es tiempo vacacional y hordas de turistas asolan las carreteras y los aeropuertos en busca de unas merecidas vacaciones. Uno de los destinos favoritos son las Islas Canarias. Quienes decidan ir allí comprobarán que la mayoría de turistas que encontrarán serán británicos y alemanes. Cualquiera que durante estos días haga escala en un aeropuerto europeo podrá distinguir los vuelos que se dirigen a las Islas Canarias por las largas colas ante las ventanillas.

Algunos de ellos no van sólo de vacaciones. Tenen propiedades en el archipiélago o van con intención de adquirir una segunda -o tercera, o cuarta...- vivienda. Cualquiera que compre un periódico en esos mismos aeropuertos verá que una parte importante de la publicación está destinada a ventas de bienes inmobiliarios en el exterior; las casas en las Canarias están entre las más cotizadas.

Pretendo poner de manifiesto varias paradojas que, aunque las he denominado canarias, no dejan de ser españolas. Tengo gran simpatía por los habitantes de aquellas islas y no querría que se dieran por aludidos. Entre otras cosas, porque creo que no tienen la culpa de lo que aquí analizo, aunque ello no les exima de responsabilidad.

Uno de los debates centrales de la política cultural en España es la supuesta situación de discriminación del castellano en las otras naciones del Estado, especialmente en Catalunya. Por ejemplo, toda reforma legal en el Parlamento catalán que tenga como objeto la lengua nacional, aunque sea sólo formal y esté aprobada por mayoría absoluta, tiene su réplica en los medios de comunicación metropolitanos y su consecuente querella en el Tribunal Constitucional.

Los españoles dicen estar preocupados por los derechos lingüísticos de sus connacionales en Catalunya y piensan que allí no hay libertad para educar en castellano, o que cuando vayan a ver a un pariente no podrán comunicarse con el camarero.

Pues bien, en Canarias, es posible ir a un bar y que quien nos atienda no sepa una palabra de castellano. Además, mucha señalización y gran parte de los letreros de negocios están en bilingüe o en trilingüe. No he oído a ninguno de esos españoles preocupados con su acervo cultural levantar la voz al respecto.

Ese hecho, anecdótico en sí mismo, tiene otro tipo de cuestiones socioeconómicas asociadas, con una repercusión social más graves. En la mayoría de las islas los dueños de los negocios son naturales de esos países europeos y las jóvenes canarias trabajan para ellos por sueldos mínimos que difícilmente dan para vivir. Especialmente si tenemos en consideración que los precios han subido, como consecuencia de que una gran parte de la población -permanente o visitante- tiene una capacidad adquisitiva mucho mayor que la media española. Los viejos retirados de esos países tienen, de media, más dinero que los jóvenes en activo de las islas.

Los canarios han sido una vanguardia en eso que hoy en día se denomina la guerra contra el terror. Por lo menos a nivel retórico. Cuando nadie en su situación se preocupaba por el terrorismo, ellos sistemáticamente expresaban su honda preocupación por ese fenómeno político y social. Durante años, a pesar de no haber sido nunca objetivo de ataque alguno, los canarios y las canarias cuando las instituciones estadísticas españolas les preguntaban cuál era la escala de sus preocupaciones, cuáles eran del 1 al 10 sus quebraderos de cabeza, ellos respondían mayoritariamente «¡el terrorismo!».

Existen tres hipótesis respecto a esta paradoja: (a) las personas naturales de las Islas Canarias son intrínsecamente mejores personas que el resto de los humanos y deciden sus preocupaciones independientemente de su situación particular; (b) las personas naturales de las Islas Canarias son naturalmente más hipócritas o cínicas que el resto; o (c), las personas naturales de las Islas Canarias están adoctrinadas para decir lo que tienen que decir, para ser políticamente correctos, aunque esa verdad oficial no case con sus vivencias cotidianas.

En un territorio donde esa nueva forma de colonialismo económico y cultural está haciendo estragos, con cientos de emigrantes llegando en pateras todos los días a sus costas, en un contexto geopolítico conflictivo, con unas limitaciones económicas evidentes, con una devastación ecológica creciente... los canarios se han mantenido firmes a sus convicciones morales y en un acto de solidaridad parecido al de los españoles preocupados por el futuro de su etnia en Catalunya, han denunciado que el problema más importante que tienen es el terrorismo.

Una de las cosas más sorprendentes de la psicología social española es que, a día de hoy, cuando la llamada resistencia islámica les ha causado más muertos en tan sólo cinco años que cualquier otro tipo de resistencia en las últimas décadas, cuando hablan de terrorismo los españoles siguen refiriéndose a ETA o, más genéricamente, a lo que ellos llaman «los vascos» o «el norte». La realidad, sin embargo, da la espalda a esa percepción.

Sin ir más lejos, el pasado mes una docena de «ciudadanos españoles» -aunque algunos no eran españoles y otros no eran ciudadanos en sentido pleno- han muerto en ataques en el Líbano y Yemen. Este mismo mes ha quedado visto para sentencia en la Audiencia Nacional el juicio por los ataques del 11M en Madrid, que causaron en un único ataque cerca de 200 muertos.

Quiero terminar ese punto haciendo un apunte. Dentro de la academia existen, cada vez con mayor peso, los denominados estudios sobre terrorismo. El mismo nombre da dentera, pero partiendo de las paradojas señaladas y tomando como objeto de estudio dos de las poblaciones que conviven en esas islas, los españoles y los británicos, quiero proponer desde aquí a esos académicos una investigación que considero interesante.

Les propongo realizar una comparación sobre la diferencia existente entre la referencia -los hechos objetivos- y el sentido -la vivencia de esos hechos- que dan por un lado los británicos y por otro los españoles al término terrorismo, teniendo en cuenta que ambas poblaciones han padecido los efectos de la resistencia nacional de vascos e irlandeses, respectivamente, y de que en este momento son objetivo de grupos de la resistencia islamista. Además, ese estudio debería tener en consideración que el resultado de los ataques de la resistencia irlandesa fue más duro en términos cuantitativos y que, en relación inversa a los diferentes grados de responsabilidad en las guerras desatadas en Oriente Medio, el castigo recibido por el Estado español ha sido mucho mayor que el de Reino Unido.

Lo que inhibe a la población canaria no es pisar tierra firme, como decía la canción de Pablo Milanés (soy una isla...), sino vivir mentalmente atrapados a una determinada tierra que sigue ejerciendo sobre ellos un poder colonial. Un poder que en estos momentos es ejercido para subastar al mejor postor unas tierras con una riqueza natural y cultural únicas en el mundo.

A diferencia de ellos, no voy a decir que, personalmente, considere esta cuestión una prioridad política o social. Aparte del conflicto político, sensu stricto, tengo una larga lista que va desde la situación de la anchoa hasta las malas perspectivas de la Real y el Alavés. Del mismo modo que pienso que ellos y ellas, por muy españoles que se sientan, tienen problemas más importantes que un conflicto político que se da en otro continente.

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