El fantasma de la guerra fría
Rusia envía un enérgico menaje político a la UE y EEUU
Con el Ejército estadounidense -bajo paraguas de la OTAN o sin él- silbándole al oído, Rusia ha hecho efectiva su amenaza y ha congelado su participación en el Tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa (CFE). Una decisión que, pese al incumplimiento del tratado por todas las partes -incluida la rusa-, enciende nuevas alarmas en un Viejo Continente que sigue lastrado por su servilismo para con Washington.
GARA | MOSCU
Rusia, irritada por el constante acercamiento de la presencia militar estadounidense a sus fronteras, ha hecho efectivas sus amenazas al anunciar que suspende su participación en el Tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa (CFE), que limita el despliegue de armas en el Viejo Continente.
El inquilino del Kremlin, Vladimir Putin, firmó el viernes el decreto presidencial que suspende la aplicación del CFE y de los acuerdos internacionales ligados a él debido a «las extraordinarias circunstancias que afectan a la seguridad de la Federación Rusa y que exigen la adopción de unas medidas inaplazables», anunció ayer la oficina presidencial. Concretamente, Rusia dejará, entre otras medidas, de suministrar información a la OTAN sobre sus fuerzas convencionales y rechazará inspecciones, explicó el Ministerio de Exteriores en un comunicado.
Moscú no se verá obligado en principio por ninguna limitación sobre sus armas convencionales, aunque el Ministerio matizó que su cantidad dependerá de la «moderación» de que den prueba las otras partes signatarias en su día del tratado.
Este tratado fue suscrito en París el 19 de noviembre de 1990, un año antes de la desintegración de la URSS, cuando Mijail Gorbachov era el máximo dirigente soviético y George Bush, padre del actual presidente estadounidense, dirigía la Casa Blanca.El CFE limita la presencia de fuerzas armadas y armamento convencional -tanques, blindados, artillería pesada y aviación de combate- en el continente, incluida la Rusia europea.
Advertencia de Putin
El presidente ruso había aludido por primera vez a la posibilidad de imponer una moratoria sobre el cumplimiento del CFE en abril pasado en su mensaje sobre el Estado de la Federación y dio entonces un año de plazo a la OTAN para cumplir con sus exigencias de no desplegar fuerzas en su patio trasero.
La decisión rusa de suspender su aplicación se produce en el marco del enfrentamiento entre Moscú y Washington por los planes estadounidenses de desplegar elementos de su escudo antimisiles en Europa Oriental, que Rusia considera una amenaza directa para su seguridad.
Durante su visita a EEUU a principios de julio, Putin había propuesto al presidente estadounidense, George W. Bush, varias alternativas -dos radares, uno en Rusia y otro en Azerbaiyán, cerca de Irán- al escudo antimisiles en Polonia y la República Checa.
La falta de una respuesta positiva por parte de Washington -el jefe del Pentágono, Robert Gates, describió recientemente las propuestas rusas de «complementarias»- parece haber empujado a Moscú a tomar finalmente esta decisión.
Un tratado obsoleto
Pese a que la crisis por los proyectos militares de EEUU cerca de la frontera rusa parece haber sido la gota que colmó el vaso, el Kremlin lleva años denunciando la falta de actualización del tratado.
Concretamente, Moscú reprocha a los países de la OTAN su negativa a ratificar una versión del tratado revisado en 1999 en Estambul para tener en cuenta la desaparición del Pacto de Varsovia, que ensamblaba la defensa de la entonces Unión Soviética con la de las democracias populares de Europa Central y Oriental, como Polonia, Bulgaria y Hungría.
Los países aliados rechazaron ratificar esta versión revisada amparándose en el hecho de que Rusia no ha retirado sus contingentes en Georgia y Moldavia, tal y como se habría comprometido en la cumbre de la ciudad turca. El Ejército ruso sigue manteniendo miles de efectivos en el enclave de Transdniéster, en Moldavia, y se ha comprometido a completar en 2008 su retirada de los enclaves de Abjasia y Osetia del Sur, dentro de las fronteras georgianas.
Así las cosas, la OTAN se aferra a la literalidad del texto firmado en 1990 en París.
«El tratado en su forma actual es desesperadamente obsoleto», aseguró ayer la diplomacia rusa, que recordó que muchos antiguos aliados de la extinta URSS forman parte de la OTAN.
Este argumento cobra renovado peso si tenemos en cuenta el despliegue de contingentes estadounidenses en sus nuevas bases de Rumanía y Bulgaria.
El «terrorismo» como excusa
Con todo, el Kremlin aderezó su anuncio, «sin precedentes en la reciente historia moderna de Rusia», con una última justificación que se ha convertido en estos últimos años en un «cajón de sastre» en todo el mundo.
Así, y tras señalar que «las limitaciones en la cantidad de armamentos rusos sobre parte de nuestro territorio han perdido su razón de ser», el Ministerio de Exteriores añadió que aquéllas «impiden luchar más eficazmente contra el terrorismo».
Con todo, y minutos después de que diera a conocer el decreto de Putin, el Kremlin matizó que «eso no significa que demos por cerrada la puerta al diálogo» ya que, «en caso de que se solucionen los temas planteados por Rusia se podrá garantizar con rapidez el cumplimiento colectivo de los postulados del tratado».
En esta misma línea, el Ministerio de Exteriores anunció que la suspensión del tratado entrará en vigor 150 días después de que los países signatarios reciban la notificación oficial de la suspensión, que sus oficinas cursaron ayer mismo.
La OTAN insistió en su recurrida tesis de que no se debe mezclar el contencioso por el escudo antimisiles estadounidense con el tratado CFE, y tildó la decisión rusa de «decepcionante» y «paso en la dirección equivocada». «La OTAN lamenta esta decisión. Los países aliados consideran que el tratado es una piedra angular importante de la seguridad europea», aseguró el portavoz de la Alianza, James Appathura.
Durante su última visita a Rusia, la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, exhortó a Moscú a que no abandonara el CFE, «uno de los más importantes acuerdos del siglo XX».
La decisión rusa acarrea también la suspensión de otros tratados relacionados y firmados también antes de la caída de la URSS, entre ellos el acuerdo de límites máximos para la cantidad de armamento convencional presente en el territorio de la URSS y los países que integraban el Pacto de Varsovia (Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumanía y Checoslovaquia).
Los analistas rusos, tanto oficiales como pro-occidentales, coinciden al señalar que son los aliados de EEUU en el Viejo Continente los destinatarios de este anuncio. Difieren, por contra, a la hora de vaticinar sus consecuencias.
Los primeros auguran que este gesto va a forzar a los aliados europeos a ratificar la nueva versión del tratado CFE. «Este gesto, bastante duro, muestra que Rusia no bromea», asegura Anatoli Tsyganok. Este miembro de la Academia de Ciencias Militares rusa augura en declaraciones a la agencia Interfax que «forzará a los países europeos renuentes a aceptar las enmiendas de Rusia».
En la misma línea, el general Leonid Ivachov, presidente de la Academia de Problemas Geopolíticos, recuerda que «no es Europa la que está contra este tratado. Es EEUU, que no tiene interés alguno porque proyecta desplegar tropas en Europa: en Rumanía, en Bulgaria y posiblemente en Ucrania. Y esa versión revisada del acuerdo se lo impediría», insiste.
«A Europa le va a sentar muy mal esta decisión y Rusia espera que este nerviosismo le lleve a modificar su posición», coincide Fiodor Lukianov, redactor jefe de la revista Rusia en la Política Mundial. «Opino, sin embargo, que los cálculos del Kremlin son erróneos y que una Europa presionada no hará sino echarse aún más en los brazos de EEUU», añade en declaraciones a France Press. Otro analista, Pavel Felgenhauer, coincide en que el CFE «es mucho más importante para Europa que para EEUU» y lamenta que el clima de confianza con Rusia «se va a deteriorar más aún».
Boris Kagarlitski señala desde Moscú que «el objetivo es reforzar la posición de Rusia en la escena mundial y preparar el terreno para el próximo presidente ruso tras las elecciones de marzo de 2008». «Parece claro que la Administración presidencial rusa tiene como objetivo volver a hacer de Rusia un actor central que puede permitirse incluso tomar decisiones unilaterales y que sea tomada en serio», añade el director del Instituto de la Mundialización.
GARA