RIP a una cesión que la URSS firmó en su lecho de defunción
E n plena crisis con la belicista administración Bush, la Rusia de Putin se ha librado del «rígido» corsé impuesto por un tratado firmado por una URSS agonizante y lanza, así, un serio aviso a los europeos
Dabid LAZKANOITURBURU
El Tratado sobre las Fuerzas Convencionales en Europa (CFE por sus siglas en inglés) es uno de los textos claves en torno a la seguridad en el Viejo Continente tras la Guerra Fría.
Pero, como todos los tratados, es producto de su época y refleja la posición de debilidad de una Unión Soviética que sobreviviría un año escaso a su firma. El último dirigente soviético, Mijaíl Gorgachov, ya había propuesto reducir las fuerzas convencionales en el continente en una intervención en el Parlamento de la URSS en 1986.
Y es que la década de los ochenta -con el desastre del Ejército Rojo en Afganistán- había sumido a la URSS en una crisis económica de la que no era ajena la necesidad constante de desviar recursos a una carrera de armamentos en la que EEUU se movía, y lo sigue haciendo, como pez en el agua.
Firmado el 19 de noviembre de 1990 en París entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, su objetivo era eliminar toda capacidad de una parte o de la otra de lanzar un ataque sorpresa o de llevar a cabo una gran ofensiva.
El texto del CFE reafirmaba el principio de que ninguna fuerza extranjera puede estar estacionada en el territorio de un Estado firmante del tratado sin su libre consentimiento.
El objetivo fue el equilibrio entre las fuerzas convencionales de ambos bloques militares en el nivel más bajo posible pero siempre en territorio europeo. Limitaba así cinco categorías de armamento -carros de combate, blindados, artillería, aviones y helicópteros de combate- a desplegar en suelo europeo. Ello obligó al Pacto de Varosvia a importantes reducciones de material militar entre las costas atlánticas y la cordillera de los Urales, límite de la Rusia «europea».
Entre los límites, figura el de 20.000 tanques para cada una de las alianzas en territorio europeo, 20.000 sistemas de artillería y 30.000 blindados.
De esta forma, 40.000 tanques, 51.000 piezas de artillería y 40.000 vehículos acorazados del Pacto de Varsovia debían retirarse más allá de los Urales y la OTAN se comprometió a hacer lo mismo con 2.000 tanques. El tratado limitó a 6.800 unidades el número de aviones de combate para cada una de las alianzas militares (5.150 como máximo para un solo país) y de 2.000 helicópteros por bloque (1.500 por Estado). Igualmente, permitió la reducción, de 5,7 a menos de 3 millones, del contingente de efectivos en Europa.
Casi una década después de extinguido el Pacto de Varsovia, Rusia trató de forzar su adecuación en Estambul en 1999. La OTAN se negó y adujo que, en su versión inicial, incluía restricciones suplementarias incumplidas por Rusia en el Cáucaso y en Moldavia, que junto al distrito de la antigua Leningrado eran consideradas como «flancos» -a iniciativa de Noruega y de Turquía-.
En plena crisis con la belicista Administración Bush -que se retiró del Tratado ABM (misiles balísticos) para tener las manos libres para su escudo antimisiles-, Rusia amenaza con dar un portazo definitivo a un acuerdo que, aunque violado por todas las parteds, permitía siquiera un nivel de confianza -inspecciones, intercambio de información- siquiera en un nivel básico entre ellas.
«Rusia quiere cambiar las reglas de juego del espacio euro-atlántico creadas cuando era un país débil», estima el analista Fiodor Lukianov, quien sin embargo augura escasas consecuencias prácticas al anuncio realizado por el Kremlin. «Simplemente Rusia no quiere encontrarse atada por condiciones que los otros incumplen».