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Perjudicar al país, por su obsesión con ETA

Cada vez se hace más evidente que el norte político de Josu Jon Imaz -y por tanto habría que decir que también del PNV- no está marcado por las ponencias aprobadas en la última Asamblea Nacional del partido, sino por su obsesión personal con ETA. La expresó con nitidez el 4 de mayo de 2006 en declaraciones realizadas en La Moncloa. Imaz señaló entonces que entre sus motivos para separar el proceso de fin de la violencia del proceso de normalización democrática estaban el «si se me permite la expresión, los objetivos meramente político-partidistas» que se resumían en que el PNV no podía haberse equivocado en 1979 cuando apostó por el actual marco autonómico que hace tiempo que todas las fuerzas abertzales dan por agotado. Lo ocurrido desde aquella fecha hasta la actualidad da fe de la enorme importancia que Imaz da a su «objetivo político-partidista». Ahora vuelve a documentar su afirmación oponiéndose -en una batalla preventiva- a la resurrección de las bases del Nuevo Estatuto Político con el que desde el tripartito se estaría proyectando la búsqueda de un acuerdo que, según su programa de Gobierno, debería concretar «aspectos cruciales para la normalización política» como «el reconocimiento del pueblo vasco como sujeto de decisión, la territorialidad, el derecho a decidir y el pacto bilateral con el Estado como instrumento de convivencia». Pero como según las obsesiones de Imaz eso podría favorecer de algún modo a ETA, prefiere evitarlo con una nueva formulación diferente de lo acordado que concede a PSOE y PP capacidad de veto sobre lo que puedan ser los deseos mayoritarios de la ciudadanía vasca.

Tampoco puede dejarse de lado que esta estruendosa reaparición de Josu Jon Imaz en el escenario político vasco pretende contrarrestar los movimientos que pudiera estar pensando hacer el lehendakari, Juan José Ibarretxe, a partir del Pleno de Política General del Parlamento de Gasteiz previsto para finales de setiembre. No sólo vuelven a mostrarse a los ojos de toda la ciudadanía la existencia de dos «almas» en el PNV, sino que la de Imaz intenta dejar claro que es la que manda.

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