Los más reaccionarios de la Iglesia católica apoyan en Iruñea a Fernando Sebastián
Autobuses llenos de personas mayores acudieron ayer a la llamada del arzobispo Fernando Sebastián «para reparar el ultraje a Jesucristo» que, en su opinión, supone la crítica satírica de la peña Muthiko Alaiak.
Jasone MITXELTORENA |
La misa de «desagravio» y la anterior procesión celebradas ayer en Iruñea atrajeron a varios centenares de «fieles». El acto, convocado por Fernando Sebastián, pretendía «reparar el ultraje a Jesucristo» que, según el represante de la Iglesia católica navarra, supone la pancarta que ha paseado en los recientes sanfermines la peña Muthiko Alaiak.
La pancarta, famosa ya por lo que ha dado de hablar, muestra al arzobispo Sebastián junto a un Cristo crucificado con la mano alzada al estilo del saludo fascista. Tal y como aclaró en su día la propia peña, la pancarta no pretende ofender a los cristianos, tal y como han señalado sus detractores, sino que critica las «desafortunadas declaraciones de Monseñor Sebastián» de manera satírica. Esa es la función de las distintas pancartas que se ondean en las salidas de las peñas, y todos los años la mayoría de ellas se centran en la actitud o las actuaciones de los representantes navarros, que este año se han centrado en la alcaldesa Barcina y el arzobispo.
Las declaraciones en público de Sebastián con un trato favorable a grupos de ultraderecha que se presentan a las elecciones escandalizaron a toda la sociedad, por lo que al día siguiente intentó retractarse. En la misa celebrada ayer en la misma catedral de Iruñea, se mostró escandalizado porque «se vincula a Jesucristo a un movimiento político muy distante de las enseñanzas del Evangelio y de la Iglesia», obviando sus propias declaraciones. En la misma, mostraba su malestar porque en los sanfermines «no hemos podido compartir la alegría con espontaneidad pues hemos tenido que soportar como un dardo clavado en el costado el dolor de un recuerdo doloroso».
Excursión de la tercera edad
Media hora antes del comienzo del acto de «reparación», centenares de personas se congregaban en la plaza de Santa María para esperar la llegada de la gran figura que representaba al Cristo crucificado que encabezaría la procesión. Los asistentes semejaban una excursión de personas de la tercera edad; al parecer muchos de ellos provenían de las localidades navarras de Funes y Peralta, aunque también acudieron los «fieles» de Iruñea y alrededores. Para determinar la identidad de muchos de ellos, valga el ejemplo de una señora que, visiblemente molesta, arrancaba un cartel que pedía la libertad de Xabier Errea, un hecho que fue aplaudido por otra asistente. Esta actitud hace dudar sobre la fidelidad de los propios feligreses a las enseñanzas del Evangelio que señaló más tarde el arzobispo en la misa.
A esa hora, teniendo en cuenta que en la ciudad se imponía la resaca de los sanfermines, las calles de Alde Zaharra se encontraban prácticamente vacías. Los trabajadores de la limpieza se empleaban a fondo tanto en eliminar los residuos del suelo como para despejar las paredes, sobretodo en el tramo de 300 metros que recorrería la procesión. Especial cuidado tuvieron que tener con los cristales incrustados; el monseñor desfiló descalzo hasta la catedral.
A pesar de la tranquilidad que reinaba, los agentes municipales se mantuvieron alerta en las calles adyacentes, y cabe destacar también el número de agentes de paisano que se hallaban apostados en las esquinas. Al contrario de lo que se podía pensar, no hubo incidentes; eligieron bien el día.
Las personas que acudieron a la llamada del arzobispo Sebastián eran en su mayoría de edad avanzada y apenas había jóvenes. Entre ellos se encontraba el teniente alcalde de Iruñea, José Iribas (UPN).
La procesión atrajo a numerosos medios de comunicación y policías municipales de paisano, aunque apenas tuvo espectadores. El día elegido, de resaca sanferminera, permitió la tranquilidad en las calles de Iruñea.