Patricia Mónica Pérez | Seropositiva y candidata al premio novel de la paz 2007
«Nuestra meta es tan simple como el derecho a vivir con dignidad»
Joseba VIVANCO | BILBO
Por primera vez en la historia del los Premios Nobel y también desde la aparición de la epidemia del sida, una mujer que vive con el VIH es nominada candidata al galardón de la Paz. Su respaldo surgió a iniciativa de la coordinadora de la Coalición de Primeras Damas de Latinoamérica y el Caribe, la hondureña Xiomara Castro de Zelaya, y se ha convertido en todo un aldabonazo internacional en favor de los derechos de las mujeres de todo el mundo víctimas de esta enfermedad.
Mujer, madre, trabajadora y, además, seropositiva. ¿Un perfil más habitual de lo que pudiéramos pensar?
Cada mañana, al despertar, lo haces como una integridad que supone ser mujer, madre, trabajadora, seropositiva y tantas otras cosas como, por ejemplo hija, amante de mi compañero pero ante todo alguien que decidió abrazar una causa digna que representa los derechos de miles de mujeres comunes, como yo misma, a traves de ICW.
¿Cómo le habla una madre a su hijo de lo que es el sida?
Cuando superas la parálisis inicial que te hace sentir que el mundo se termina hoy y comprendes que tienes responsabilidades profundas de afectos, de hoy, de mañana, responsabilidades de siempre... cuando puedes proyectar, hablas con tu hijo desde el amor y la paciencia.
¿Cuándo decidió involucrarse en la lucha contra el sida como activista? Porque usted comenzó a luchar por sus derechos al poco de conocer que era portadora del virus.
En 1987 me dije a mí misma: «Si los médicos dicen que muero en dos años, lo haré luchando por vivir». Tenía claro que no iba a esperar sentada a que llegara mi momento. Todo comenzó para satisfacer mis derechos, luchar por ellos, y en las salas de espera de los hospitales públicos de esa época comenzamos a reunirnos personas en las mismas desesperadas circunstancias. En el Hospital Muñiz de Buenos Aires, el único de referencia de la época, formamos un grupo de ayuda a las personas diagnosticadas que durante diez años mantuvimos ad honorem. Y una cosa llevó a la otra. En 1991 me propusieron viajar a Londres a la primera reunión mundial de Personas Viviendo con VIH-Sida. Allí, entre diez mil pares con mis mismos interrogantes llegados de todo el mundo, mi vida tomó este definitivo rumbo.
Y surgió su organización.
En esa misma reunión en Londres, los hombres eran el 90% de la concurrencia y nos decían ¿para qué se preocupan ustedes si el tema es de hombres, y sobre todo de hombres gay? Al año siguiente, creamos la Comunidad Internacional de Mujeres Viviendo con VIH-Sida (ICW). Lo hicimos pues ya veíamos en los servicios de salud que la cosa no era ni de hombres ni de mujeres, era de la especie humana. Y no nos equivocamos; las mujeres hoy estamos casi uno a uno entre los infectados.
Y desde entonces no ha parado en su lucha.
Allí mi vida tomó el rumbo definitivo de abrazar apasionadamente esta causa por el empoderamiento de las mujeres positivas para lograr que nuestra voz se escuche en todo el mundo y sea más fuerte que las injusticias, el estigma y la discriminación a las que somos sometidas a diario.
¿Qué le cuentan esas mujeres a las que va conociendo día a día?
Dolores, desesperanzas, inquietudes, rabias contenidas y, muchas veces, ganas de vivir y no darse por vencidas.
La OMS nos recuerda en cada informe anual que el sida tiene cara vez más cara de mujer.
Hoy el rostro del sida es de una mujer pobre, de hasta 25 años, habitante de un país sin oportunidades y que llamamos «en vías de desarrollo». La alerta mundial es débil, nuestra tarea como mujeres positivas es vital, pero solas no podemos. Necesitamos de todas las fuerzas que deseen acompañarnos.
¿El sida ha dejado de ser un problema sólo de carácter médico?
El sida es, ante todo, un enorme problema político que los líderes mundiales no aciertan en encarar a resolver. Desde 2001, Naciones Unidas le ha dado este carácter político, desde el momento que convocó a muchos de nosotros para asesorar al por entonces secretario general, Koffi Annan, y se redactó la Declaración de Naciones Unidas sobre el Sida. Pero no alcanza con la Declaración, hace falta que movilicemos al mundo tras de ella. Por ello, ICW lanza ahora una campaña mundial de apoyo para lograr que en el décimo aniversario de la Declaración, en el año 2011, pongamos a la Paz como una oportunidad para detener el sida y que el día en que se firmó este documento, el 27 de junio de 2001, sea declarado el Día mundial de la Paz, como oportunidad para detener el sida, convocando a los líderes mundiales a apoyar la iniciativa y que logremos que la paz sea un instrumento eficaz para doblegar a la pandemia.
Las conferencias mundiales sobre el sida a las que asistimos cada año, ¿qué sabor le dejan?
Sabor a poco.
¿Y que personajes como Bill Gates se conviertan en protagonistas de cumbres de este tipo?
Los protagonistas indispensables somos las personas afectadas, pero aún no tenemos el peso suficiente.
Candidata a Premio Nobel de la Paz. ¿Es algo que abruma o se lleva con una orgullosa responsabilidad?
No proyecto esta idea de ganar el Premio Nobel. Mis días son demasiado atareados en las cosas concretas de lograr que más y más mujeres positivas logren espacios para ejercer sus derechos. Claro que es una gran oportunidad para hablar de este tema. Esta entrevista que ustedes publican es resultado directo de esta nominación. Para ello es muy útil.
De salir nombrada, ¿qué palabras elegiría en su discurso para dirigirse al mundo?
Las de todos los días: «Si la pelea la damos solos, gana el sida». También les diría que nos unamos sin miramientos religiosos, políticos, culturales o ideológicos. Y que el sida no discrimina.
De las fundadoras iniciales de ICW, hoy sólo viven cinco, pero el proyecto que crearon suma ya miles de mujeres.
De las treinta fundadoras que llegamos a la Conferencia Internaional de Sida en Ámsterdam en 1992, hoy sólo estamos cinco con vida, pero llevamos el mandato de aquellas pioneras de diseminar ICW en todo el mundo y lo estamos tratando de cumplir. Ya somos 8.500 mujeres en 57 países de los cinco continentes las que alzamos nuestras voces por lograr los derechos de las mujeres, niñas y adolescentes positivas, que ya somos casi veinte millones alrededor del planeta.
Supongo que no es nada fácil ser seropositiva militante...
¿Qué es fácil para las mujeres en este mundo cuando nos proponemos dignidad? La respuesta a las dificultades es consolidar ICW para que sea una herramienta cada día más efectiva en pos de nuestros objetivos, que se resumen tan simple como vivir con dignidad.
Seropositiva desde hace 20 años, casi tantos como vida tiene la epidemia del sida. ¿En qué ha cambiado su percepción de la enfermedad en estos veinte años?
Hace veinte años decir sida era sinónimo de muerte, principalmente. Hoy es, todavía, sinónimo de discriminación. En ello ponemos el esfuerzo para mitigar dolores e injusticias.
¿Y en qué cree que ha cambiado la percepción de la sociedad en general con respecto a la enfermedad en todo este tiempo?
Cada día se acorta la brecha del «por algo será que lo tienes...». Pero falta mucho aún por resolver en la cabeza del cuerpo social. Sida sigue siendo «pecado» en el modelo de relación social de muchos de nuestros países latinoamericanos; de África y Asia, también. Europa finge que no, pero también lleva la carga. Lo peor que ha sucedido en estos 25 años de pandemia es que el prejuicio ha atravesado como un rayo letal en todas direcciones a las sociedades más subdesarrolladas pero, insisto, tambien a las del llamado «primer mundo». Ése ha sido, y sigue siendo, el peor enemigo y el que más debilita la respuesta social global para enfrentar el sida.
¿Qué está fallando hoy en la lucha contra la enfermedad?
Falta una respuesta social integradora de todos los actores sociales, que le dé una oportunidad al mundo de encontrar respuestas más allá de las tradicionales empleadas hasta hoy, que han demostrado ser débiles y fragmentadas. La OMS y Onusida hace ya un lustro que determinaron que sida y pobreza son el objetivo a solucionar, son el vínculo, el caldo de cultivo para esta desmadrada situación mundial actual que debemos atender ya, pues de no hacerlo, el tiempo favorece al sida.
El sida ya no es sinónimo de muerte, se nos dice en Europa. ¿Lo sigue siendo en América Latina, o en Africa o en Asia?
El sida es una enfermedad mortal. En Europa también lo es, pero no debe ser sinónimo de muerte. Si pensamos que es muerte, la batalla por la vida está perdida...