Nicolas Sarkozy y Gordon Brown certificaron ayer en París la buena entente franco-británica y anunciaron iniciativas conjuntas, la más sonada de ellas la relativa al impulso de una misión internacional de interposición en Darfur (Sudán).

El presidente francés, que entró en el Palacio del Elíseo el 16 de mayo, y el primer ministro británico celebraron su primer reunión con ocasión de la segunda salida al extranjerto de Brown, quien sucedió a Tony Blair el pasado 27 de junio.

Las relaciones entre sus predecesores, Jacques Chirac y Blair, eran poco menos que tumultuosas y estallaron en torno a la cuestión iraquí.

Además de la cuestión de Darfur, ambos mandatarios departieron sobre el cambio climático, los proyectos comunes de defensa y la llamada «lucha contra el terrorismo».

«Ambos tenemos voluntad para trabajar juntos, para estrechar los lazos entre Gran Bretaña y Francia y para tomar iniciativas que permitan que Europa siga hacia adelante», anunció un satisfecho Sarkozy.

Darfur

Brown anunció asimismo que ambos «estamos dispuestos a trabajar juntos en torno a Darfur para asegurar que el proceso de paz avanza». Este enclave ha sido escenario de cuatro años de guerra civil que han dejado un saldo de 200.000 muertos y millones de desplazados, cifras que desmiente Jartum.

Ambos gobiernos impulsarán la adopción de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, actualmente en estudio, para el envío de una fuerza Unión Africana-ONU de más de 20.000 efectivos.

Paralelamente, ambos mandatarios anunciaron que impulsarán asimismo en el seno de la UE iniciativas conjuntas, como la de acordar una tasa de IVA reducida para productos ecológicos propios.

Antes de las cumbres

Igualmente, Sarkozy y Brown acordaron celebrar reuniones conjuntas de forma regular antes de las cumbres semestrales de la Unión Europea.

Sarkozy anunció para la próxima cumbre franco-británica de finales de año una decisión en torno a la construcción conjunta de un portaaviones.

El máximo mandatario francés no dejó escapar la oportunidad de mostrar la «solidaridad» de París con Londres en torno a la crisis con Rusia en relación al affaire Litvinenkom, que ha desembocado en la expulsión recíproca de diplomáticos.

Un buen clima que no ha logrado, de momento, superar las divergencias de ambos gobiernos en torno a las negociaciones sobre la «liberalización» del comercio mundial.