El Museo de las Brujas pretende completar la visita a las cuevas
Las cuevas de Zugarramurdi ya no están tan solas. Acaban de abrir el Museo de las Brujas justo al lado y con él quieren completar la visita a la localidad para conocer el proceso inquisitorial que tuvo lugar allí entre 1610 y 1614. Durante esos casi cinco años procesaron a unas cincuenta personas y es justamente ésta la historia que se cuenta en el recién inaugurado museo. Junto con el proceso, también se rinde homenaje al entorno y a la forma de vida de la época.
Rebeka CALVO | ZUGARRAMURDI
Tras dos largos años de intenso trabajo, por fin ayer quedó oficialmente inaugurado el Museo de las Brujas de Zugarramurdi, un espacio que huye de lo convencional y de los tópicos que rodean a la brujería.
«El museo de Zugarramurdi no es una colección de piezas o una exposición en sí, entre otras cosas porque la gran pieza del museo son las cuevas. Lo que pretendemos es explicar y dar a conocer todo aquello que se nos puede escapar con una simple visita a la cueva», explicó a GARA en este sentido el director de proyecto museístico, el catalán Josep María García, de la empresa Stoa. Y es que el nuevo museo pretende completar la visita a las ya famosas cuevas.
El Museo de las Brujas, que no de la brujería, tal y como remarcó García, «cuenta una historia concreta, la del proceso entre 1610 y 1614», recoge la memoria de la gente que vivió todo aquello. «No queríamos hacer el típico museo de brujas, con la puerta chirriante a la entrada y la estampa de la mujer con la verruga en la nariz y demás. Hemos huido del estereotipo, lo que no quiere decir que no hablemos de brujas, de las hierbas, de las ensoñaciones... Pero no nos hemos centrado única y exclusivamente en eso», explicó el director.
Tres plantas para viajar
El museo cuenta con tres plantas, incluyendo la planta baja de la entrada. Un paseo por ellas nos traslada a un tiempo en el que las mujeres gozaban de un lugar privilegiado en la sociedad de entonces y donde las plantas, ungüentos y leyendas estaban al orden del día.
La historia empezó con un personaje, María de Ximildegui, quien desató todo el proceso donde se encausaron a más de mil niños y a unas 5.000 personas adultas. Esta historia se cuenta subiendo a la primera planta, justo después de que en una sala habilitada para la ocasión se proyecte un audiovisual donde se explica «la historia de caza de brujas, de persecución de pensamientos, y que es reflejo de cómo todo esto tiene un tránsito en el tiempo; en el siglo XIII se persiguió a los cátaros, en el siglo XX a los comunistas... La idea es que, de alguna manera, esto se repite a lo largo de la historia», aclaró.
Así, ya en la primera planta, se cuenta la historia de todas estas personas, una narración «muy sencilla y muy compleja» a la vez. «Mostramos cómo llega María de Ximildegui, los nombres de todos los procesados...», explicó García. La segunda planta se centra en el territorio, los mitos, la figura de la mujer en la tierra y las dos caras que representaba; la de la sanadora y la de las tan temidas brujas. «Después de contar lo que pasó, aprovechamos las características especiales que tiene esta tierra, características que no justifican lo que sucedió pero que sí que dan pie a crear leyendas y mitos. Una tierra con una tradición mitológica importante y en las que las mujeres generalmente tenían gran peso. El matriarcado era muy importante, fue justamente esa mujer, la que cuidaba de sus hijos, cocinaba... y además hacía ungüentos la que fue especialmente castigada», matizó.
En la última planta es donde tienen cabida todos esos personajes mitológicos de los que hablaba García; Basajaun, Tartalo, Zezengorri, Lamia, Mamano, Sugaar, Sorgina y Aker. En la sala contigua, además, hay una reproducción de una cocina de la época junto con las plantas sanadoras, como el romero, para la calvicie, según cuentan, o las hierbas del diablo, que son el Beleño, la Mandrágora, la Belladona y el Estramanio.
La visita acaba con otro audiovisual, «Akelarre», con el que «te preparas para ir a la visita a la cuevas».
«Lo que se explica en el museo es que entre 1610 y 1614 hubo 53 personas de esta zona, de Xareta, que fueron involucradas en el proceso», explicó Josep María García, director del proyecto del Museo de Brujas de Zugarramurdi.
Un proceso en el que cobra especial relevancia María de Ximildegui, ya que todo empezó por unas declaraciones suyas: «El proceso se inicia porque llega una mujer de Francia, María de Ximildegui, que cuenta que ella había estado en Zugarramurdi en un akelarre. Esto llega a oídos del abad de Urdax, y éste, que quiere hacer méritos ante la Inquisición, trasmite este hecho al Consejo de la Suprema de la Inquisición», aclaró García. Para entonces la Iglesia ya había hecho un acto de reconciliación con todos los acusados, de manera que incluso el párroco de la zona ya les había perdonado, pero tal y como señaló el director del proyecto, «el mensaje ya se había mandado a la Inquisición».
Fue entonces cuando los inquisidores del momento comenzaron a «investigar» y empezó todo el proceso. «Se empezaron a mover historias. Que si a éste yo le vi salir por la noche, que si aquella recoge hierbas.... se acabaron acusando unos a otros, hasta que al final, en el Auto de Fe de Logroño, es decir, un acto público en el que a cada persona se le impuso el castigo que creyeron necesario, parecía que se acabaría toda la historia».
Pero no fue así, ya que tal y como aclara el recorrido por el museo de Zugarramurdi, una «epidemia» llegó a Xareta, comarca formada por Sara, Ainhoa, Urdazubi-Urdax y Zugarramurdi. «Empezaron a acusarse por toda la zona de Xareta, unos tras otros, hasta que se llegó a acusar a 1.083 niños y a más de 5.000 personas adultas de estar relacionados con la brujería».
En la primera planta del museo se puede observar, distribuias en trece columnas, la relación de todas las personas procesadas entre 1610 y 1614. Algunas fueron perdonadas y reconciliadas con la fe cristiana, mientras que otras muchas fueron condenadas a prisión o quemadas en público. No en vano en el versículo 18 del capítulo XXII del Éxodo, que se expone en el museo, se puede leer: «A la hechicera no le dejarás que viva».
R.C.