Gares comenzó ayer al mediodía, al igual que muchas otras localidades de Euskal Herria, sus fiestas patronales en honor a Santiago. Nada más entrar en el pueblo, el ambiente festivo se palpaba en todos los rincones y calles de la localidad: las vecinas y vecinos vestidos de blanco, numerosos puestos copando las calles, la música a todo volumen en los bares y comercios del casco urbano... Y botes de espuma al alcance de todo el que quisiera disfrutar «a tope» del chupinazo y no tuviera miedo a mancharse «un poco».

Tras aparcar el coche y abrir la puerta con la intención de ir hacia la plaza Julián Mena -donde está ubicado el consistorio de Gares y desde donde en pocos minutos se iba a lanzar el cohete anunciador de las fiestas- lo primero que se escuchó fue el ya desgraciadamente conocido «¡Oe, oe, oe, oe...!». Ya no había duda alguna, los molestos megáfonos que dejaron al borde del estallido nuestras cabezas en los Sanmarciales de Irun, en los Sanfermines de Iruñea, etcétera -algunos de los cuales, por cierto, fueron declarados ilegales por el Ayuntamiento de la capital navarra- habían llegado hasta Gares.

A pesar de las dudas sobre si volver a entrar al coche o no, finalmente, cargándonos de valor avanzamos hacia la plaza, donde nos encontramos con que estaba rodeada por el vallado pensado sin duda -intuimos- para los espectáculos taurinos y vaquillas. Todavía faltaban cerca de veinte minutos pero los vecinos se amontonaban ya sobre las vallas para conseguir un buen sitio desde el cual seguir el espectáculo.

Arriba y abajo

Al contrario de lo que se podía pensar en un principio, el espectáculo no estaba únicamente en el balcón de la casa consistorial desde el cual el concejal Álvaro Baraibar iba a lanzar el cohete anunciador de las fiestas, sino que también estaba en la misma plaza. Baraibar, primera vez que ejerce de concejal y también que tiene el honor de lanzar el cohete, admitió estar nervioso al salir al balcón, pero tras felicitar las fiestas a todos sus convecinos, aseguró que se iba a sumergir en ella, no sin cierta preocupación por el discurrir de los actos. «Mis fiestas serán parecidas a las de otros años, pero estaré pensando en cómo saldrán los actos programados, si gustarán a los vecinos...», admitió.

Abajo, en la plaza, los más valientes saltaron al centro del ruedo e incluso antes del cohete se bañaron en espuma organizando de modo espontáneo el primer acto de fiestas: una gran fiesta de la espuma. Para cuando dieron las 12.00 del mediodía, la inmensa mayoría de las chavalas y chavales congregados en el centro de la plaza lucían un look aún más blanco del que cabe esperar en estas jornadas; y es que el blanco se adueñó de ellos desde la suela de las zapatillas hasta el último pelo de la cabeza.

Sin embargo, hubo quienes fueron preparados -preparadas en este caso- al chupinazo, ya que una cuadrilla de chicas vistió un peculiar atuendo a base de bolsas de basura; sin duda, lo más práctico para disfrutar de un acto como el de ayer.

Tras este primer acto, Gares se sumergió en siete días de fiesta, jolgorio, bailes, música y disfrute para todos los gustos. Como es costumbre, este año tampoco faltarán el tradicional baile de la era y «la jota de Puente», todos los días a las 22.00.