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«Whisky Romeo Zulú» analiza el trasfondo de los accidentes aéreos

Hace tiempo que ya dimos cumplida información de esta película argentina, sin imaginar que iba a tardar tanto tiempo en estrenarse, dada su trascendencia en un asunto de interés preferente como el de la tan cuestionada seguridad aérea. «Whisky Romeo Zulú», título tomado de la matrícula de un avión siniestrado en 1999, arrasó en los festivales internacionales de 2004 obteniendo premios en Biarritz, La Habana, Viña del Mar, Buenos Aires o Las Bahamas.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

La seguridad aérea es un problema a escala mundial constantemente sometido a debate, a causa de que cada nuevo accidente supone una llamada de atención sobre la falta de soluciones reales. La última tragedia ha sido la ocurrida en el aeropuerto brasileño de Sao Paulo el pasado 17 de julio, con un balance de doscientas víctimas mortales. Un hecho que, unido a otros similares recientes, hace que la película «Whisky Romeo Zulú» mantenga intacta su actualidad a pesar de que fuera rodada hace ya cuatro años. Su validez no caduca, porque se trata de una película testimonial que denuncia el mal funcionamiento de los vuelos comerciales en países como Argentina.

El siniestro en que se basa tuvo lugar el 31 de agosto de 1999 a las 20.54 horas, en el aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires, cuando un Boeing 737 de las Líneas Aéreas Privadas Argentinas (LAPA) se salió de la pista por culpa de una maniobra de despegue fallida. Tras derribar las balizas de la pista, cruzó una Avenida llevándose por delante tres vehículos, para embestir contra una gasolinera y terminar finalmente su descontrolada carrera incrustado en un talud de tierra perteneciente a un campo de golf. El balance final fue de 67 pasajeros fallecidos.

Fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de Enrique Piñeyro, quien meses antes había redactado un escrito advirtiendo de que algo así podía pasar en cualquier momento si seguían sin cumplirse con las revisiones y normas de mantenimiento de los aviones, o sin atender los códigos de seguridad obligatorios. Esa misiva a las Fuerzas Aéreas suponía su renuncia definitiva como comandante de vuelo, ante el convencimiento de no poder contribuir a cambiar las cosas desde dentro. En los últimos años de profesión fue contemplando la posibilidad de dejar de ser piloto de aviación para concentrarse en el aprendizaje cinematográfico, con tal de hacer películas para alertar a los usuarios del peligro real que corrían, a la vez que señalar a los culpables de tan irresponsable y criminal situación.

Piñeyro se especializó en Medicina Aeronáutica por la Universidad de Buenos Aires, además de graduarse como investigador de Accidentes Aéreos por la Universidad del Sur de California. Entre 1997 y 1998 fue oficial de Seguridad de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA), quedando al cargo de la investigación del accidente del DC-9 de Austral, en Fray Bentos (Uruguay).

Su condición de experto en el tema no deja margen para la duda, pero tampoco su cada vez más consolidado oficio cinematográfico. Empezó una carrera paralela de actor a partir de la película de Marco Bechis «Alambrado», realizada en 1990. Ocho años después colaboró con este cineasta en su proyecto más importante, al ser productor e interpretar a uno de los torturadores de la multipremiada «Garage Olimpo», sobre los campos de detención ilegales durante la dictadura militar. Para Bechis volvería a actuar en «Hijos», al igual que para Daniel Burman en «Esperando al Mesías», o para Juan Solanas en la recientemente estrenada «Nordeste».

Después de realizar «Whisky Romeo Zulú», Enrique Piñeyro estrenaba el pasado año el documental «Fuerza Aérea Sociedad Anónima», que ha llevado el debate sobre la injerencia militar en la aviación comercial argentina tan lejos como para forzar una respuesta política, pasando a ser definitivamente civil.

Conversaciones reales

La lucha de este expiloto reconvertido en cineasta empieza a dar sus frutos, gracias a un compromiso, a una constancia y a una valentía ejemplares. Este documental conecta con la parte final de su película de ficción «Whisky Romeo Zulú», donde ya insertaba imágenes y sonidos reales de la catástrofe del aeropuerto bonaerense. Eran recursos puntuales de documentalista, observables sobre todo en el empleo del sonido directo. Así, conversaciones vitales entre los pilotos y sus superiores, en plena crisis interna, aparecen interrumpidas por el estruendo de los motores de los reactores. Es una muy inteligente utilización de lo que acontece fuera de campo y que expresa de forma impactante la rutina de la aviación comercial, según la cual el ritmo de los vuelos no se puede detener nunca, pase lo que pase y aún a riesgo de las vidas humanas.

Pero «Whisky Romeo Zulú» respondió a un tratamiento ficcional para resultar más emotiva, para golpear la sensibilidad del público ante algunas de las mayores contradicciones de nuestro tiempo. Es, en ese sentido, una obra más personal, que hace un buen uso de los recursos melodramáticos del cine clásico a la hora de confrontar a quienes causan los accidentes mortales y a quienes procuran evitarlos. En el lado perverso de la situación está en primer lugar la empresa, que presiona sobre los buenos empleados que cumplen con la normativa, tanto en cuanto su rentabilidad se basa en la ilegalidad y el incumplimiento de esas normas de seguridad.

Del lado de la ley se posiciona el fiscal que, en su investigación del siniestro, no está dispuesto a pasar por alto tanta irregularidad cometida y que, lo mismo que los empleados silenciados, recibirá todo tipo de amenazas por parte de sus superiores. Este personaje permite por, extensión, imprimir a la narración el aire de un thriller, de un drama policiaco lleno de tensión.

Responsables del siniestro

En medio de ese contexto heroico por desenmascarar a los responsables de la siniestrabilidad aérea Enrique Piñeyro se reserva el rol principal, que se lo ha ganado a pulso porque es el que representa también en la vida real. No en vano defiende los ideales más profundamente arraigados, al remontarse a la infancia del niño que sueña con volar pero que en la edad adulta comprueba con dolor cómo esa ilusión choca con un mundo dominado por la corrupción. Por la época concreta de la cercana historia argentina que retrata «Whisky Romeo Zulú», adquiere el carácter significativo de representación de la ruinosa década de los 90, en la que gestiones como la de Menem abocaron al país a la crisis del 2001.

En ese punto la intención testimonial de Enrique Piñeyro desborda los límites estrictos de su competencia dentro de la aviación, alcanzando un objetivo social y político mucho más amplio. La versión oficial vino a decir lo de siempre; que la culpa fue del piloto de turno y no del sistema.

Cita latinoamericana en Biarritz

En 2004, la película de Enrique Piñeyro se alzaba como ganadora del máximo galardón del Festival de Cine y Culturas de América Latina de Biarritz, un certamen que, aunque ha dado algunos tumbos durante su trayectoria, en las últimas ediciones se ha afianzado como un encuentro con espíritu propio. Aunque todavía no se han dado a conocer las películas que competirán en su próxima edición, la número 16, desde el festival costero ya han adelantado alguno de los contenidos de una cita que se desarrollará entre los días días 24 y 30 de setiembre, casi paralelamente al Zinemaldia donostiarra. Sí se conocen los documentales que competirán, entre los que se encuentra «Secretos de lucha», la búsqueda por parte de Maiana Bidegain -escritora y cineasta uruguaya de origen vasco- de la historia familiar ocultada por los sombríos años de la dictadura militar uruguaya. El día 25 la jornada girará alrededor de Bolivia con Salvador Romero, presidente de la Corte Nacional Electoral boliviana y también documentalista, que vendrá a Biarritz, y se esperan las visitas de escritores como el colombiano Rafael Menjivar Ochoa, autor de la novela adaptada al cine por Sergio Cabrera, «Perder es cuestión de método» (1997). Hay mucho para ver en Biarritz .

A.E.

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