presente y futuro de la OTAN
La renovada Alianza Atlántica pone rumbo hacia el continente africano
Su gestación en 1949 propició el surgimiento de la Guerra Fría. Pero la desaparición de la URSS y del Pacto de Varsovia, oficialmente su razón de ser, no ha llevado a su desaparición. Al contrario, la OTAN prosigue con su imparable proceso de ampliación -hasta la frontera con Rusia- y vive un proceso de clonación en una suerte de gendarme de EEUU en el mundo. Y su nuevo papel le lleva a Africa, hacia donde salió ayer mismo una flota de guerra aliada.
Dabid LAZKANOITURBURU | DONOSTIA
Una flotilla de guerra de la OTAN inició ayer un viaje de seis meses de duración en torno a Africa «para demostrar que la Alianza puede entrar en acción en cualquier momento en todas las partes del mundo».
La flota, formada por seis barcos de otros tantos países miembros de la OTAN, inició su recorrido de 12.500 millas náuticas bajo el mando del contraalmirante Mike Mahon, a bordo del navío insignia USS Normandy.
Se trata del primer viaje de esta naturaleza protagonizado por la Alianza Atlántica. La Primera Agrupación Naval Permanente de la OTAN tiene como misiones oficiales conocer la situación marítima de Africa y ensayar en sus aguas los sistemas de intervención rápida en el marco de la nueva misión de gendarme mundial que ha encomendado EEUU a su alianza militar.
La expedición militar a Africa, calificada de «histórica» por los portavoces aliados, esa una muestra más de su nuevo papel, que viene configurándose desde la década de los noventa en el plano internacional. La OTAN se ha convertido por un lado en una estructura militar que juega un papel activo en espacios geopolíticos cada vez más alejados de su esfera de actuación.
Vocación de permanencia
No estamos ante un proceso nuevo. Los primeros pasos en este sentido tuvieron lugar cuando aún resonaban los ecos de la caída del Muro de Berlín. No faltaron entonces incautos que consideraban que, disuelto el Pacto de Varsovia que impulsara en su día la Unión Soviética como respuesta a la creación de la Alianza Atlántica, esta última, un dinosaurio de la Guerra Fría, estaba destinada a desaparecer.
Ni mucho menos. La OTAN respondió con un proceso de ampliación ad infinitum, comenzó a ser repensada y trocó su papel de alianza militar pura y dura por el de una organización militar de seguridad. De aquellos primeros tiempos data su intervención en la crisis provocada por las agresiones serbia y croata contra Bosnia-Herzegovina (1995) y, cuatro años después, su papel en los bombardeos contra Serbia por la cuestión de Kosovo.
Los Acuerdos de Dayton, que pusieron fin a la crisis bosnia sancionando su partición, otorgaron a la Alianza responsabilidades directas en la situación de postguerra con la bendición de una resolución de la ONU. Más alla, en 1999 la OTAN asumió en exclusiva la seguridad en el protectorado kosovar que emergió sobre las ruinas de sus bombardeos en los Balcanes.
De la misma década de los noventa data el proceso de expansión al este de la Alianza Atlántica. De tener 16 aliados en 1991, cuenta actualmente con 26 países miembros y otros tantos asociados. Su aliento rodea ya a Rusia en casi toda sus frontera occidental, desde el Báltico hasta el Mar Negro.
Pese a que la Organización del Tratado del Atlántico Norte no ha modificado nunca formalmente su mandato constitutivo (de contención del enemigo soviético hoy inexistente), la estructura militar ha ido perfilando su papel a través de una interpretación extensiva de su artículo 5, por el que un ataque contra uno de sus miembros se considera un ataque contra todos. Fue este artículo 5 del Tratado el invocado con ocasión de los ataques del 11-S.
Protagonista en Afganistán
De ahí a la intervención aliada en Afganistán un paso. La OTAN, más concretamente la fuerza de la ISAF, participa con decenas de miles de hombres en la guerra abierta contra la resistencia afgana, protagonizada por los mismos talibán que los bombardeos de castigo de EEUU desalojaron del poder a finales de 2001, tres meses escasos después de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
Aunque más tímidamente, los aliados prestan asimismo entrenamiento a las fuerzas militares y de seguridad del Gobierno iraquí colaboracionista con la ocupación. Todo ello pese a las profundas desavenencias que generaron los planes de Washington contra el país árabe.
Esta implicación en Oriente Medio no es nueva. Su participación en el Consejo de Cooperación de los Estados Arabes del Golfo es una realidad y recibió un fuerte impulso en 2006.
En su circunnavegación de Africa, la flotilla de guerra aliada tendrá como primer destino el golfo de Guinea, escenario de una creciente tensión entre la población del Delta del Níger con las multinacionales explotadoras de su petróleo.
Tras hacer escala en Sudáfrica -donde realizará ejercicios conjuntos con la Marina de aquel país-, los barcos aliados harán «una demostración de fuerza» ante las costas de Somalia, escenario de una rebelión armada islamista tras la instauración de un gobierno títere por parte del Ejército etíope, aliado de EEUU.
A finales de setiembre, la flota saldrá al Mediterráneo tras cruzar el Canal de Suez.
Daniel Fried, subsecretario de Estado para Asuntos Europeo y Asiáticos de EEUU, lo ha resumido recientemente a la perfección. «Potencialmente, todo pueder ser área de incumbencia de la OTAN. La OTAN está en un procreso de desarrollo de capacidades y extensión de horizontes políticos como para tratar con problemas y contingencias en todo el mundo. Es un enorme desafío», concluyó.
Navíos de la OTAN efectúan desde hace años misiones de patrullaje en el Mediterráneo, vigilan la navegación y escoltan a barcos no militares a través del Estrecho de Gibraltar.
Este dispositivo, bautizado como Operación Endeavour, fue puesto en marcha por la Alianza Atlántica como reacción inmediata a los atentados del 11-S. El objetivo del operativo es «mostrar la solidaridad de la OTAN y su resolución en la lucha contra el terrorismo y contribuir a detectar actividades terroristas (sic) en el Mediterráneo».
Fue la primera medida tomada por la Alianza desde la invocación, por primera vez en su historia, del artículo 5 (cláusula de la defensa colectiva de sus miembros) a raíz de aquellos ataques.
La operación fue lanzada oficialmente el 26 de octubre de 2001 y está coordinada desde el cuartel general de las Fuerzas Navales Aliadas en el Sur de Europa, en Nápoles (Italia).
Desde entonces, la misión se ha ido extendiendo en el espacio. En marzo de 2004 el operativo se amplió al Mediterráneo Oriental, con lo que la OTAN amplió su control sobre todo el antiguo Mare Nostrum.
Pero, sin duda alguna, la «estrella» del proceso de transformación de la OTAN es su Fuerza de Reacción Rápida (NRF). En palabras de sus promotores, se trata de una fuerza «de alto nivel de preparación que dispone de tecnología punta en materia militar y está compuesta por fuerzas terrestres, navales, aéreas y especiales que pueden ser desplegadas rápidamente en cualquier lugar».
La NRF puede disponer de hasta 25.000 hombres y comenzar a desplegarse en un plazo máximo de cinco días. Tiene autonomía para asegurar sus operaciones durante un mes sin aprovisionamiento alguno.
Fue el entonces jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, quien propuso en setiembre de 2002 la creación de esta fuerza. Un mes escaso después, la cumbre aliada de Praga certificó su nacimiento. «Es el motor de la transformación de la OTAN en el plano militar», asegura la web de la alianza militar.
GARA