CRíTICA cine
«Whisky Romeo Zulú»
Mikel INSAUSTI
Independientemente de las verdaderas y loables intenciones de Enrique Piñeyro en su denuncia de la falta de seguridad aérea en países como Argentina, «Whisky Romeo Zulú» es una perfecta radiografía de la figura del héroe moderno. Piñeyro en persona encarna al profesional que ejerce su trabajo con honestidad y dedicación, actitud en teoría irreprochable que le lleva a enfrentarse con sus superiores, los cuales prefieren a empleados más manejables que no se cuestionen las órdenes improcedentes, acatándolas sin hacer preguntas. Lejos de arrugarse, cuando entra en conflicto laboral con la empresa, acepta el pulso de David contra Goliat guiado por su afán de que las irregularidades internas salgan a la luz pública. La dimensión de su desafío se agiganta teniendo en cuenta que lucha contra una compañía de aviación, sabiendo que de ese tenso careo dependen muchas vidas humanas.
Delante de la cámara Enrique Piñeyro crea no poca perplejidad, por tratarse de un tipo educado que nunca dice una palabra más alta que la otra. Además de hablar de forma suave y en voz muy baja, rara vez se altera o pierde los nervios, demostrando que posee el perfil ideal del piloto de aviones. Pero su aparente dulzura de carácter la compensa con un tenacidad sobrehumana, que le impide dejar una discusión a medias o dejarse intimidar por los que gritan más que él sin tener razón. Su resistencia y tozudez le provoca no pocas enemistades, incluso entre los que en teoría deberían estar de su parte. No le importa quedarse solo, con tal de mantenerse fiel a sus ideas y objetivos.
En ese camino lleno de obstáculos revela una gran entereza, al no confundir las relaciones personales con la integridad moral. Del mismo modo que sus sueños de niñez por volar chocan con la realidad de unas líneas aéreas negligentes, descubre la imposibilidad de confiar en amistades o amores de antaño, debido al distanciamiento derivado de la defensa de intereses contrarios, con lo que la experiencia individual y la colectiva se ven sometidas a un proceso paralelo de revalidación. Tampoco oculta su situación privilegiada a diferencia de otros pilotos económicamente dependientes, circunstancia que le permitió soportar su despido, algo que otros compañeros no hubieran podido permitirse, en cuanto padres de familia con otras personas a su cargo. Afortunadamente, el caso del vuelo siniestrado por vulnerar las normas de mantenimiento cayó en manos de un juez inmune a las presiones del poder, dispuesto a cambiar de domicilio antes que a renunciar a la investigación.
El cine testimonial encuentra un valor seguro en Enrique Piñeyro, que no es el equivalente argentino a Michael Moore, gracias a la condición exclusiva de protagonista en la vida real de la historia que traslada a la ficción. Su gran lección reside en que no se ha conformado con estar cargado de verdad, con saber que el accidente en el aeropuerto de Buenos Aires no hizo sino confirmar sus advertencias. Por más que los hechos hayan jugado a su favor, a la hora de reconstruirlos se transforma en cineasta y concentra sus esfuerzos en lograr una película bien narrada. Pone todo el oficio fílmico que ha aprendido al servicio de una causa, convencido de que el cine puede ayudar a mejorar la sociedad. El final documental de «Whisky Romeo Zulú», extendido en su siguiente largometraje «Fuerza Aérea Sociedad Anónima», ha forzado el debate destinado a terminar con el control militar sobre la aviación privada, y toda la corrupción política que encerraba.