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NICOLA LOCOCO FILÓSOFO

El juego de la hucha

Desde la antigüedad, la platónica matemática viene abordando la compleja realidad con sencillos instrumentos. De ahí, que la teoría de juegos persiga dar solución a los conflictos humanos por medio de éstos, planteamiento arriesgado y que, sin embargo, ha cosechado amplio reconocimiento dentro y fuera de la ciencia, por haber puesto de manifiesto que en ámbitos aparentemente dispares como la economía, la política o la guerra rigen las mismas pautas, reglas, tácticas y estrategias que en sus lúdicos modelos de laboratorio..

Con la ayuda de W. Poundstone, me adentré en su ingente y original producción rebuscando entre el dilema del prisionero, el juego del gallina, la tentación del voluntario, la inquietud del desertor y un sinfín de situaciones angustiosas donde los sujetos son sometidos a presión antes de optar por una decisión racionalmente fundada ante una situación donde los intereses se encuentran yuxtapuestos. Empero, no me fue posible dar con un esquema que se ajustara a nuestro caso, por lo que he apelado a la comunidad académica. Lo que no ha sido óbice para que mi traviesa mente por su cuenta no haya aprendido lo suficiente como para engendrar la idea aquí traída, pues se le antoja que si la matemática puede reducir la naturaleza del conflicto a las reglas de un juego, no habrá dificultad alguna en seguir el proceso inverso: el de convertir un juego en todo un conflicto.

El juego de la hucha tiene por axioma que la incógnita-solución para el conflicto vasco se despeja en una ecuación económica. Sea pues una circunstancia dada donde las partes enfrentadas opten a un botín en forma de hucha, cuyo contenido aumentará de continuo en ritmo y cantidad, directamente proporcional a la confianza generada en una ciudadanía ávida de paz, mientras dure el enfrentamiento. Ambas partes podrán hacerse con la hucha en cualquier momento y sin previo aviso. A los jugadores en un principio les conviene colaborar en mantener vivo el conflicto al objeto de que aumente el montante del susodicho recipiente, pero pasado un umbral el riesgo de que la otra parte cese en su cooperación y se haga con la hucha aumentará de modo alarmante. Dicho de otro modo: cuanto más dure el conflicto, mayor será el premio, pero cuanto mayor es el premio, mayor es el riesgo de que el oponente se haga con él. El quid de la cuestión reside en que el jugador que se haga con la hucha renuncia a continuar la lucha sociopolítica y, a la inversa, quien resiste la tentación, obtiene una victoria moral por haber demostrado que sus ideales no están en venta, que en la práctica se verá traducido en hechos concretos como, por ejemplo, si fuera ETA quien se hiciera con la hucha, abandonaría la lucha armada, su aspiración a la independencia y cualquier otra reclamación, en tanto que si fuera el Ejecutivo del Gobierno español -matiz interesante aportado por el maestro internacional Mario Gómez para equilibrar el desajuste que podría haber en el juego entre una organización como ETA, pequeña, y un Estado español demasiado grande- habría de reconocer, al menos, el derecho a la autodeterminación, proclamar una amnistía general y celebrar un referéndum.

Para la puesta en marcha de esta iniciativa lúdico-científica de corte «patafísico» he juzgado imprescindible crear una ONG denominada L- Hucha por la Paz, a la que espero concurran en armoniosa interdisciplinariedad, expertos de todas las ramas del saber que consideren puedan aportar algo más que dinero al proyecto.

Auxiliado por un grupo de rol y un programa informático, he realizado las suficientes simulaciones como para poderles adelantar las cuatro fases en las que podría evolucionar el juego de la hucha:

La primera fase duraría no más de dos años. En dicho lapso se constituiría la ONG, se daría a conocer la iniciativa y se publicitaría el número de cuenta corriente que haría de hucha. En tan temprano momento la campaña contaría con voluntarios que actuarían en extremo de un modo popular y directo a través del consabido eficaz boca a boca entre las gentes humildes. Se visualiza cómo amas de casa, jubilados, niños y trabajadores acuden de forma anónima, altruista y desinteresada a hacer su pequeña y modesta aportación. En estos 24 meses, se calcula que podría recogerse el primer millón de euros. Cantidad de escaso valor económico para el juego, pero con un enorme potencial simbólico y propagandista para el proyecto mismo. Se cuenta también con el desprecio e incluso con el ataque frontal de ambas partes ante nuestra iniciativa, a la que tildarán de insultante, irrelevante e irrespetuosa, etc. Sin embargo, el juego no precisa del concurso explícito de los jugadores para ponerse en marcha: el juego ¡comienza solo!

La siguiente fase se iniciaría con la presentación a los medios de ese primer millón y prevemos que llegue a su término pasados dos, tres años, hacia el quinto, desde que iniciara el juego. En éste período de tiempo la cifra a obtener se ha estimado que sería la de 10 millones de euros. Nuestra campaña habría trascendido el marco geográfico y social del País Vasco y se habría extendido por toda la península y sur de Francia. Sería ahora, con un cierto respaldo popular, que estaríamos en disposición de presionar a las instituciones para que destinaran jugosas subvenciones a la hucha. También nos dirigiríamos a la Iglesia para que destinara un cepillo dominical de cada mes a la misma causa; en modo alguno nos olvidaríamos de los sindicatos, a quienes pediríamos que aportaran las cuotas de sus afiliados. Nuestra organización ya contempla dirigirse a los comercios y pequeñas empresas, al objeto de que colaboren con la hucha a cambio de identificar sus locales como «locales de paz». Alcanzado éste estado de cosas, esperamos que los bandos en conflicto continúen despreciando nuestra actividad y enviándonos toda clase de improperios, si bien podría percibirse un tono más relajado en los mismos.

La tercera fase iría desde el quinto al décimo año del inicio de la L-hucha por la Paz. Nuestro escenario de acción ahora se habría ampliado al continente europeo. Una vez nuestra base social e institucional se hubiera asentado en las fases I y II, estaríamos en disposición de comprometer e interesar a las grandes empresas, multinacionales y a los propios bancos para que se sumasen a nuestra apuesta con sustanciosos ingresos cuyo trámite se haría con la debida publicidad mediática. Por su parte, los bancos empezarían a competir por hacerse merecedores de que les abramos una cuenta participada de la hucha. La contrapartida para nuestra organización sería que dichos bancos aportaran el 1% de sus ganancias anuales a la propia hucha. A estas alturas, es de esperar que la cifra alcanzada supere ampliamente los 100 millones de euros, cantidad que ésta vez sí llamará la atención de las partes enfrentadas, quienes pasarían de hacer reproches a poner peros y reperos técnicos al objeto de entender el mecanismo del juego. Por supuesto, éste diálogo con nuestra organización sería realizado de modo discreto y a través de intermediarios.

Y por último, la cuarta y última fase que, hemos de reconocer, es demasiado especulativa, dado que todos los cálculos realizados disparan las cifras de modo exponencial. Pero más o menos, se puede aventurar, que la L-hucha por la Paz habría tomado dimensiones internacionales, las euskal etxeas repartidas por el mundo harían las veces de embajadas y trasmisoras de la iniciativa que en breve se haría sentir en foros internacionales, como la ONU, la OTAN, la OPEP, quienes empezarían a pronunciarse a nuestro favor, aportándonos todo su apoyo diplomático y financiero.... Suponemos que en el año undécimo, tanto ETA como el Ejecutivo del Gobierno Español, ya estarían inscritos oficialmente en el juego, importándoles poco si dicho dato trasciende a la sociedad. A priori, la presión que pudiera generar la presencia de la hucha para que cada una de las partes abandonara sus ideales y el pulso sociopolítico que mantienen durante más de 50 años no será suficiente para denunciar su moral, siempre y cuando el botín en cuestión no supere los 500 millones de euros. Rebasado este listón, lo normal es que en cada bando aparezcan discrepancias y desavenencias de criterios ante la situación y que los acalorados debates que se den en su seno provoquen fisuras insalvables entre sus miembros. Con todo, es difícil que entre los 600-700 millones de euros se tomara una decisión tan trascendental. Ahora bien, pasada esta línea imaginaria de los 700 millones de euros, sin lugar a dudas, empezarán a producirse hechos aislados in crescendo en cada una de las partes, donde las distintas facciones de aparecerán abrazadas a la hucha sorpresivamente, autoproclamándose entidad autorizada para ello. La tensión social, indudablemente irá en aumento: 725-780-840... suponemos, que antes de llegar a los 1.000 millones de euros, una de las partes habrá cedido a la presión y se hará finalmente con la hucha. Cuando eso ocurra, habrá concluido el juego. Habrá concluido el conflicto. Y a mí y a mi organización nos otorgarán el Premio de la Paz y de Economía.

La paz no es un don de Dios. Es un mérito del hombre. Si queremos la paz, tenemos que luchar y pagar por ello. ¿Y tú...? ¿L-huchas por la paz?

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