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Éramos pocos... y parió Marilyn Monroe

Ines INTXAUSTI, Crítica de televisión

Éso que he escrito me lo dijo el otro día un civil servant de Correos cuando fui a recoger un montón de paquetes con un montón de películas. Creí que se refería al contenido, pero se refería al continente. Es decir; a mí. O eso preferí pensar yo, por supuesto. Los deseos fatalmente se hacen realidad en las vidas vividas. Tienen muchas más oportunidades de concebirse y consumarse en los terrenos de la fantástica second life. Yo, aunque ustedes me vean inmortalizada en esta columna como emperadora justiciera del Coliseo frente a Russell Crowe ante las leonas, he creado un avatar para pi pispa en el que vivo en una tienda de campaña tipo Kandahar cerca del «País Hilton» (lo ha dicho Miqui Nadal, esa tía es «una país»). A veces llevo burka y a veces no. Depende de quién tenga enfrente. Como todos los hijos de vecino de mi vecindario. Y como Joaquín Reyes. Resulta que este ingeniosísimo creador de «La hora Chanante» -programa mítico entre los más míticos- escribe una columna diaria en un diario prime line and time en el que dice más o menos lo que le apetece, independientemente de la veracidad, deseabilidad y realizabilidad de lo que escriba. Con tan buena fortuna que la televisión se ha tragado una de sus historias y ha saltado a uno de los programas de máxima audiencia y mínima prudencia.

Venía a decir que Paulina Rubio le contrató como «Rey de la Comedia por un día» para su boda, pero que no hizo gracia a nadie. No me puedo imaginar un lugar donde Joaquín Reyes no provoque la risa. La verdad sea dicha... Así que imagino qué tipo de invitados devoraron la tarta sin percatarse del talento de Reyes.

El artículo no tenía desperdicio. Pero el reportaje del programa «AHT» («Aquí hay tomate», no cojan velocidad) era en sí mismo un total desperdicio. Recogían con papel de fumar el artículo de Reyes como veraz, superponiendo una y otra vez la boda de la rubia Rubio mientras hablaban de dinero. Por lo escrito -que no visto- le pagaron la mitad de lo pactado ante la aus(di)encia de gracias.

Reyes, consérvala intacta (la gracia, digo).

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