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Moles de acero, repaso a cuatro décadas de Richard Serra en el MoMA

El Museum of Modern Art de Nueva York, MoMA, dedica una retrospectiva a Richard Serra, uno de los grandes escultores de nuestro tiempo. Una espectacular exposición de veintisiete obras, cinco de ellas de grandes dimensiones, que el mismo MoMA no ha dudado en calificar como la más monumental que ha organizado nunca. No les falta razón a los responsables del museo, puesto que cada una de estas grandes obras pesa entre 100 y 200 toneladas.

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Jordi CARRERAS | NUEVA YORK

La muestra repasa la trayectoria de cuarenta años de este comprometido artista californiano, nacido en San Francisco en 1939, de padre mallorquín y de madre judía lituana. De hecho, el propio museo se preparó para esta exposición hace algunos años.

El antiguo comisario de pintura y escultura del MoMA, Kirk Varnedoe, preguntó a Richard Serra si querría exponer sus obras allí. Serra respondió inmediatamente que sí y con este fin se reforzó el piso de la segunda planta y se previeron accesos lo suficientemente grandes como para poder meter sus obras. Unas precauciones imprescindibles, sobre todo para las creaciones de las dos últimas décadas, con unas dimensiones que alcanzan los veinte metros y un peso en algunos casos de más de doscientas toneladas.

Primera época

La retrospectiva que el MoMA dedica a uno de los escultores vivos más importantes empieza en la sexta planta, en la que se exhiben las obras de los primeros veinte años de trayectoria, desde la segunda mitad de los sesenta hasta la segunda de los ochenta.

Es en aquella primera época cuando Serra protesta a través del arte contra la guerra de Vietnam y experimenta con elementos poco convencionales como el cuero, la fibra de vidrio, el caucho y los neones. Parte del material lo recogía de desechos industriales de Nueva York, ciudad a donde llegó en 1966 y donde Serra empezó su carrera como escultor.

En esa misma planta se exponen sus primeros trabajos en acero, material al que llega después de conocerlo gracias a su trabajo en una acería. Este espacio alberga la mayor parte de obras de la exposición, que no la más monumental.

Pese a que generalmente no son obras en absoluto pequeñas, sí son de unas dimensiones bastante más reducidas de lo que serán posteriormente las creaciones de Serra. Allí se expone también la réplica que Serra ha hecho por segunda vez de «Equal-Parallel: Guernica-Bengasi», después de que la original se perdiera del Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, una historia rocambolesca de difícil explicación.

Siguiendo un orden cronológico, la retrospectiva continúa en el patio interior del museo, donde se han instalado dos esculturas de grandes dimensiones, «Intersection II», de 1992-93, y «Torqued Ellipse IV», de 1998. Dos obras monumentales que invitan a ser contempladas desde dentro y desde fuera, a circular por su interior y alrededor suyo.

En todo caso, la mejor perspectiva para ver en su conjunto una de estas dos obras, «Intersection II», es desde cualquier planta superior del edificio del museo abierto al público. La otra se podría ver bien desde el otro edificio, el de educación e investigación, pero éste no tiene permitido el acceso al público.

El recorrido de la muestra termina en la reforzada segunda planta, en la que se han instalado las tres últimas esculturas del autor, todas ellas también de grandes dimensiones, mayores incluso que las del jardín interior. Fueron realizadas en acero cortén de cuatro centímetros de grosor el año pasado en una forja alemana y se presentan por primera vez en esta exposición. Se trata de torsiones elípticas como las que se exhiben el Guggenheim de Bilbo, y el autor las bautizó como «Band», «Torqued Torus Inversion» y «Sequence».

Espirales

La primera es una espiral de veintiún metros en la que el espectador no sabe si está dentro o fuera. La segunda son dos círculos con una entrada, uno más ovalado que el otro. La última son dos espirales conectadas entre sí, a través de las cuáles el visitante puede circular y en el que se tiene una cierta sensación de vértigo y se pierde la referencia del espacio.

Con este tipo de obras el autor quiso crear un espacio imprevisible, según explicó, un espacio jamás visto en la arquitectura o en la naturaleza. Un propósito que, vistos los resultados, consiguió. Serra admite la influencia que en él tuvo Jorge Oteiza, en su opinión el escultor más progresista del mundo en los años cincuenta.

Tal vez lo único que se pueda objetar en esta planta es que, pese a los más de seis mil metros cuadrados donde se exhiben estas tres obras, dadas sus monumentales dimensiones, al visitante le cuesta hacerse una idea de la forma que representan. Y es que, sólo se puede percibir la forma global de la obra desde una cierta altura, algo imposible en el MoMA, pese a las magníficas prestaciones de este museo que alberga la que tal vez sea la mejor colección de arte contemporáneo del mundo.

La exposición se puede visitar en su conjunto hasta el 10 de setiembre, pero las obras de la segunda planta, las más monumentales, podrán verse dos semanas más, hasta el día 24. Para montar la muestra e introducir las obras, fue necesario un espectacular operativo compuesto por diversas grúas que mantuvieron cortado el tráfico en una parte de la calle 54 durante unos días.

Serra quiso supervisar personalmente la operación y la colocación de las obras y para ello se instaló durante seis semanas con una tienda de campaña en el patio interior. Paralelamente a la retrospectiva, llamada «Richard Serra. Escultura: Cuarenta años», el MoMA ha programado la exhibición de una serie de películas en 16mm, hechas por el escultor entre 1968 y 1979, que se exhibirán cada mes hasta el 23 de setiembre.

Para más información, visitar la página web www.moma.org.

Historia de «Equal-parallel: guernica-bengasi» o cómo se puede perder una escultura de 38 toneladas

Una de las mayores sorpresas -y disgustos- que le han dado a Richard Serra en años fue cuando le dijeron que la obra «Equal-Parallel: Guernica-Bengasi», que él considera una de sus obras más destacadas de los ochenta, se había perdido. Se lo comunicaron los responsables del Reina Sofía de Madrid, propietario de la obra.

Aún nadie ha sabido explicar cómo ni cuándo; sencillamente un día preguntaron por ella y nadie supo dar ninguna razón al respecto. Probablemente en ninguna parte del mundo haya desaparecido nunca una obra de tales dimensiones. Se trata de una escultura compuesta por cuatro bloques de acero que pesan treinta y ocho toneladas. El autor la concibió en 1986, el día después del bombardeo de la aviación estadounidense al puerto libio de Bengasi, que a Serra le pareció tan horrible como en su momento el bombardeo a la localidad vizcaína. Cuando se cierre la retrospectiva, la nueva se instalará en Madrid.

J.C.

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