«El secreto para cantar música antigua es la naturalidad»
La Quincena Andante sigue su curso por la geografía guipuzcoana con dos recitales de la soprano Raquel Andueza, que actuó ayer en la basílica del Santo Cristo de Bonanza de Pasai Donibane y hoy hará lo propio, con un programa diferente, en Hondarribia, en la ermita de Guadalupe. La cita es a las 19.30 horas y quienes acudan a ella podrán deleitarse con música italiana del siglo XVII.
Mikel CHAMIZO | DONOSTIA
La iruindarra Raquel Andueza, miembro habitual de conjuntos tan populares como La Colombina o La Trulla de Bozes, ofrecerá esta tarde en Hondarribia, junto al tiorbista Jesús Fernández, el segundo de los recitales que, dedicado a la música vocal italiana del siglo XVII, ha incluido la llamada Quincena Andante en su programa.
Echando un vistazo al programa de los recitales de Pasai Donibane y Hondarribia nos encontramos con títulos muy significativos: «Si dolce è'l tormento» y «D'amore e tormenti». ¿Con qué se van a encontrar quienes acudan hoy a la ermita de Guadalupe?
Se van a encontrar con una colección de piezas, tanto sacras como profanas, del siglo XVII. En el programa titulado «D'amore e tormenti», el que desarrollaremos en esta tarde en Hondarribia, presentaremos un muestrario de piezas vocales que ejemplifican, en cierto sentido, los diferentes tipos de amor de la época. Está, por supuesto, el amor profano, pero también el amor sacro, con una pieza destinada a ser cantada por una monja, y también el éxtasis místico tan común en la época. El programa «Si dolce è'l tormento», que ofrecimos ayer en la basílica de Bonanza de Pasai Donibane y que toma prestado el título de una canción de Claudio Monterverdi, reúne una pequeña muestra de los distintos tipos de lamentos del siglo XVII, y que representan diferentes formas rítmicas, como pasacalles, chaconas, etcétera.
¿Ha dicho una canción de amor concebida para ser cantada por una monja?
Sí. Se trata de un motete compuesto por Francesco Ferrari que se titula «O quam dulcis es domine», que fue escrito para ser interpretado por una monja italiana que cantaba muy bien. Es un motete de amor por el Señor, pero de un amor muy pasional, incluso carnal. Digamos que se trata de amor espiritual pero expresado desde un punto de vista muy humano.
No suelen ser muy habituales las oportunidades de escuchar en directo este tipo de repertorio, que, desde luego, se aleja mucho de los programas standard que ofrecen los cantantes en sus recitales. ¿Cómo llegó usted a especializarse en música antigua?
Pues porque empiezas a moverte en determinados ámbitos, empiezas a trabajar con diferentes grupos y directores especializados, y, al final, termina siendo como una rueda en la que te estableces. En mi caso concreto, además, provengo de una familia muy melómana, tengo tres hermanos que son todos ellos músicos, y uno de ellos, además, es un gran aficionado a la música antigua, por lo que en mi casa siempre se ha escuchado mucho este tipo de repertorio. Y luego está también el que tu propio físico te predisponga más para un repertorio o para otro. Mi tipo de voz se adecúa más a la música de cámara y a los programas con pocos instrumentos que a la música de Wagner, por ejemplo, para la que necesitas una voz muy grande si tienes que hacerte oír entre el sonido de los cien instrumentos de la orquesta. Pero, por encima de todo esto, está el hecho de que el repertorio de la música antigua es maravilloso y muy poco conocido, y el tener la oportunidad de divulgarlo es un auténtico privilegio, porque, aunque este repertorio en España ya se trabaja bastante en formatos de música de cámara, el de recital, la verdad, no se suele hacer mucho.
A veces, los aficionados no terminan de entender cuál es el secreto de una buena voz para interpretar música antigua, y menos ahora, en que se ha vuelto a poner de moda que las grandes divas belcantistas canten repertorio del Barroco. ¿Qué hace falta para poder abordar correctamente el repertorio vocal antiguo?
Ten en cuenta que el bel canto todavía no había aparecido en esta época, pero hoy en día es inevitable usar la técnica del bel canto, porque es la que a todos nos han enseñado a usar. Lo que hay que aprender, y sobre todo en el repertorio anterior al Barroco, es a modular la voz para conseguir que la emisión sea lo más natural posible, que es, por otra parte, lo que recomendaban los tratados de canto de la época. Pero yo pienso que, más que una cuestión de técnica, se trata de una cuestión de estilo. De la misma manera que no utilizamos el mismo estilo para cantar a Mozart o a Verdi, con la música antigua también es necesario un conocimiento estilístico, que, en mi opinión, se basa en cantar con la mayor naturalidad posible.
Cabe suponer que uno de los handicaps con que cuenta este repertorio del siglo XVII, de la época de los afectos, es que, a la hora de interpretarlo, es preciso acertar a darle la intención necesaria al texto.
Desde luego. A la hora de interpretar estas canciones del siglo XVII, o madrigales, es indispensable dar muchísima importancia a cada palabra. Es la época de los afectos y la música es completamente descriptiva, está compuesta a partir de la letra y nunca de forma independiente o antes que la letra. Por eso es tan importante abordar estas piezas siendo muy consciente, en todo momento, de qué es lo que estás diciendo.
«En el siglo XVII, la música era descriptiva y se componía siempre a partir del texto, por lo que, al intepretar estas piezas, es preciso ser muy consciente de lo que se está diciendo»