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CRíTICA quincena musical

Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky: ¿Mahler o Gergiev?

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Mikel CHAMIZO

La «Quinta» de Gustav Mahler que Valery Gergiev se marcó la noche del jueves pudo lograr, y logró, muchas cosas, menos pasar desapercibida. Comentando con unos y otros al final del concierto, pude comprobar que no fueron ni uno ni dos los melómanos que salieron espantados por la versión, desde luego poco modélica, que hizo el maestro ruso de la sinfonía más popular de Mahler. A mí, personalmente, me fascinó. No es nada nuevo comprobar cómo Gergiev «relee» las partituras que pasan por sus manos para obtener un plus de espectacularidad, a veces hasta el límite de manipular ligeramente la música original -hacer a los violines tocar sul ponticello para lograr un sonido más agresivo, el pizzicato Bartok del final de la «Marcha fúnebre», etcétera-. Las relecturas de Valery Gergiev son, en cualquier caso, muy inteligentes y siempre logran su cometido, aunque el resultado se aproxime a veces al puro efecto. Pero este efectismo, que falseó por completo la tan laureada «Patética» del pasado año, funcionó excepcionalmente bien con la música de Gustav Mahler, en especial con el segundo movimiento, que fue una de las cosas más acongojantes que he visto yo en los últimos años. Toda la sinfonía, sin embargo, fue para quitarse el sombrero, por su refrescante originalidad, pero, al mismo tiempo, implacable coherencia. La primera parte del concierto tuvo como gran protagonista a Alexei Volodin, que expresó el «Concierto para piano y trompeta» de Shostakovich con un maravilloso sentido del humor -la cadencia final atropellándose a sí mismo fue de carcajada-. Estupendo, también, Gennady Nikonov a la trompeta.

 
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