Mati ETXEBARRIA

En 1977, durante la Administración de Jimmy Carter, los gobiernos de EEUU y Cuba firmaron diversos acuerdos, entre ellos el que establecía y reconocía las fronteras marítimas mutuas. La incorporación posterior de México delimitó con claridad la soberanía del mar, que comprende el Golfo de México y los derechos soberanos de cada uno de los tres países sobre los recursos naturales en sus respectivos espacios marítimos, conocidas como Zonas Económicas Exclusivas.

La profunda crisis económica y social que atravesó el país caribeño desde inicios de los 90, por el derrumbe de la URSS y el Bloque Socialista europeo, el aumento permanente del precio de los hidrocarburos y los avances técnicos que permiten la extracción de petróleo hasta 2.000 metros de profundidad, calculándose que se pueda realizar hasta 4.000 metros en unos 6 ó 7 años, convencieron al Gobierno cubano de que había llegado el momento de explorar sus recursos marinos para una futura explotación

Desde mediados de los años 90, la Zona Económica Exclusiva cubana, que comprende una extensión de 120.000 km2, se dividió en 59 bloques de unos 2.000 km2 cada uno, con el fin de negociar contratos de prospección y perforación con compañías extranjeras, pues Cuba no cuenta ni con la tecnología ni con la capacidad financiera para trabajos de esa magnitud.

Hasta la fecha se conoce la concesión de diez bloques repartidos entre la española Repsol, la canadiense Sherrit, la noruega Norsk Hydro, la india ONGC, y Petronas, originaria de Malasia. Asimismo se sabe que los levantamientos sísmicos del fondo marino en 3D avanzan a buen ritmo y ya se anuncian las primeras perforaciones de pozos para el próximo año. Mientras tanto, los especialistas en la materia coinciden en la existencia de reservas petroleras de magnitud en la zona cubana, aunque aún son difíciles de calcular el volumen y la calidad.

A pesar de las declaraciones de las autoridades cubanas, favorables a negociar la concesión de bloques a multinacionales estadounidenses del petróleo, el férreo e intransigente bloqueo norteamericano impide legalmente cualquier acercamiento de este tipo. Sin embargo, la certeza de que las aguas territoriales cubanas poseen importantes reservas petroleras no ha escapado al interés del Gobierno de EEUU, que hace una mención especial al tema, con el ánimo de establecer una tutela directa sobre estos recursos, en su plan para una hipotética transición política en Cuba.

El Gobierno cubano mantiene en general cautela y cierta discreción sobre el tema, lo que es comprensible teniendo en cuenta que el petróleo es causa actual de guerras e invasiones y podría convertirse en un regalo envenenado, que acentuase la agresividad y las ambiciones de EEUU respecto al futuro de Cuba.

Mientras se confirma la magnitud de estas reservas petroleras, y teniendo en cuenta que su explotación y desarrollo requerirá tiempo y fuertes inversiones, las autoridades revolucionarias cubanas prefieren apoyar su estrategia actual de desarrollo y su política energética en el ahorro, el uso racional de los recursos, la sustitución de equipos de alto consumo en todas las esferas, la puesta en práctica de proyectos de energías alternativas; con la confianza de que su actual producción de petróleo -con alta proporción de azufre, conocido como pesado- y gas, en campos de la propia isla, alcanzará este año el 50% de su consumo interno, lo que unido al suministro desde la Venezuela bolivariana de unos 70.000 barriles diarios de combustible a precios preferenciales, deben asegurar sus necesidades en los próximos años.