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Gorka Ibañez Azcarate Prisión de Martutene

A la opinión pública

Esta comunicación tiene como finalidad notificar una huelga de hambre, la cual fue iniciada el 14 de mayo del presente año por lo que actualmente llevo 92 días (a 13 de agosto) sin probar alimento, únicamente consumo agua, aunque durante los primeros 30-35 días estuve tomando infusiones y agua con azúcar:

El motivo que me ha empujado a tomar tan drástica decisión es observar la corruptela y desidia, así como las mentiras que gobiernan nuestras vidas. Fui condenado por «uso excesivo de la fuerza» para defenderme de la agresión de mi ex mujer (en aquellos momentos mujer aún) y, lo más indignante, a ella la absolvieron, ya que, aun reconociendo haberme agredido e iniciar la agresión, los jueces no se lo creen. Luego vino la actuación de los ertzainas, que -¿cumpliendo con su trabajo?- me agredieron en mi domicilio. En ese juicio fui condenado por atentado y lesiones. Curiosamente, en sus declaraciones hay varias contradicciones, por ejemplo:

-Los agentes dicen que mordí a un compañero, pero en ningún parte aparece el mordisco.

-Tres de esos agentes dicen que se identificaron, para lo que yo en esos momentos estaba encerrado en una habitación.

-Todos coinciden en que les agredí, pero en la causa de sus lesiones dicen que se las hicieron ellos solos.

Por todo esto he iniciado la huelga de hambre, ya que la corrupción judicial no me da otra alternativa. Hemos, tanto yo como mi letrada, recurrido todas las condenas y pasan olímpicamente de moverse, ya que, al fin y al cabo, sólo soy un número en una lista. No podemos agredir a un agente, pero hemos de soportar sus chulerías, salidas de tono, prepotencia, insultos y agresiones. Parece que la ley sólo es para unos pocos y los jueces, fiscales y policías están exentos de cumplirlas. Yo, como ciudadano, he de ser respetuoso y cumplir con «un» deber. Ellos son perfectos y semidioses y están por encima de su propia ley.

Como hombres estamos considerados automáticamente como maltratadores, sólo por este motivo. Un hombre no puede denunciar malos tratos, ya que nadie le cree. Pero una mujer no tiene más que llorar y ya se pone toda la maquinaria en funcionamiento para encerrar al «malvado». Ningún juez se atreve a dar un golpe sobre la mesa para cesar esta sangría de falsas denuncias y los encarcelamientos de los «maltratadores». Temen que se les echen encima las asociaciones de mujeres y la sociedad. Total, si encierra a un «maltratador», a nadie le va a importar, excepto al hombre encerrado y a su familia, pero si lo deja libre, ¡ay amigo! Una mujer que arremete contra su marido no es condenada por malos tratos, ya que sólo es una falta, pero si el hecho es al contrario...

Hablan de igualdad, pero no la aplican. Los hombres somos siempre culpables y no puedes reclamar. Ese es mi caso. El Ararteko conoce mi realidad indicando lo erróneo de las actuaciones judiciales.

No quería llegar a esta solución, pero dada la «ceguera» judicial y el poco ánimo para buscar una salida digna a toda esta injusticia, me han empujado a este abismo. No está en mi ánimo ceder y darles la razón. Reconocer lo que ellos me imputan sería convertir sus mentiras en verdad. Estoy dispuesto a llevar esta decisión hasta sus últimas consecuencias, mi vida futura nada vale si dejo que pisoteen mi vida presente, mi honor y mi orgullo. Antes muerto que rendido por reconocer sus mentiras.

Creo que todos los hombres tendríamos que luchar por acabar con estas mentiras que los juzgados quieren convertir en verdad a base de sentencias injustas y erróneas.

Me despido atentamente esperando que entiendan la triste situación en la que nos encontramos tanto mi familia como yo.

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