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El agua, pero no la de Bilbao, aguó la fiesta ayer a los más pequeños

Las más agoreras predicciones se cumplieron. La lluvia llegó temprano a Aste Nagusia bilbaina y todo apunta a que no la abandonará, al menos, hasta mañana. Así, ayer quienes más padecieron su presencia fueron los más pequeños, que se quedaron sin gigantes ni cabezudos y sólo pudieron disfrutar a medias del espacio de actividades infantiles. Parte del programa se vio alterado, pero eso no interrumpió el ambiente festivo ni mucho menos.

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Joseba VIVANCO |

El Botxo se despertó ayer gris, tristón, encapotado, nublado, resacoso. Parece la definición de alguno de los astados que prueban suerte en el coso bilbaino cada tarde. Pero así es como amaneció en la capital vizcaina, cumpliéndose las agoreras previsiones meteorológicas. En la zona del centro, tan sólo algunos trasnochadores con pañuelo al cuello y andares de pato mareado, y algún amago de pelea en plena Plaza Circular entre uno que ha bebido en exceso y otro que se ha sentido ofendido, revelaban que estamos en Aste Nagusia.

Las primeras gotas de lluvia se dejaron notar entre los noctámbulos de las txosnas hacia las 4.30, lo que no impidió que la noche fuera larga. Sí se notó en el recinto txosnero menos gente de lo habitual en el arranque festivo, algo que pudo ser debido a la dispersión de este año en la ubicación de las distintas comparsas.

Despuntado ya el día, la primera cita matutina de ayer, sobre todo para las familias con gente menuda, estaba en la Plaza Moyúa. Desde allí, a las 11.00, estaba prevista la tradicional bajada del esperado Gargantúa y su séquito de gigantes y cabezudos. Pero sólo el primero estaba dispuesto a retar a la amenazante lluvia que se precipitaba, ahora sí y ahora no, sobre la ciudad. Así es. La comitiva de gigantes y sus inseparables cabezudos decidieron que las condiciones no eran las idóneas. Primer acto de Aste Nagusia suspendido, y no sería el único en un comienzo de fiesta que nadie deseaba.

Con puntualidad británica, y sin lluvia, los dulzaineros se arrancaron con su música, seguidos de la yunta de bueyes llegada desde Zamudio y tirando de un carro de paja. Detrás, los txistularis, y cerrando la cercenada comitiva, el Gargantúa. «Mira como mea, Sonia», le ilustra una madre a su hija urbanita mientras uno de los bueyes orina sobre la calzada de la Gran Vía. Unos metros más atrás ha dejado antes una firma mucho más olorosa. Algunos padres se enteran de que los gigantes y cabezudos no saldrán. «Jo, ¡qué pena!», acierta a lamentarse una madre, resumiendo el desánimo general que cunde entre las no muchas familias asistentes. Hasta una de las ruedas del Gargantúa se resiste a rodar, haciendo más difícil a la pareja de bueyes, esta vez de Sondika, tirar del `comeniños'. «¿Dónde tiene el freno este bicho?», preguntaba uno de los aldeanos, y no precisamente refiréndose a sus animales. Una patada en la dichosa rueda a cargo del operario de mantenimiento, y todo arreglado.

Pero estaba visto que ayer no era el día. A la altura de El Corte Inglés, un repentino chaparrón interrumpió la música de dulzaineros y txistularis, y dejó solos a los bueyes. Luego escampó. A la llegada al Arriaga, la tregua que dieron las nubes fue aprovechada por las familias para sacarse fotos con el Gargantúa. Luego, de nuevo la tormenta, que terminó por hacer desistir hasta al propio «gigantón».

El espacio infantil, a medias

A mediodía, el aguacero se adueñó de la ciudad y un paseo por el muelle de Ripa, donde estaba instalado el Haurtxokoa-Txikiguena con numerosas actividades infantiles, no invitaba sino a exclamar de nuevo, «Jo, ¡qué pena!». Sólo algunos talleres cubiertos funcionaban, o, al menos, se ofrecían a funcionar; el resto, los hinchables, ni siquieran fueron instalados en muchos casos y los que lo hicieron fueron desinchados.

Una hora después, y con el cielo, de nuevo, en tregua, el espacio infantil se fue animando. No tuvieron problema los futbolines, ni las ranas, a resguardo bajo en puente. Trabajaron a destajo esos minutos las maquilladoras, el Gargantúa de plástico engullía aprisa no fuera a llover de nuevo, la cola de espera más larga era sin duda la de las barcas, el stand de la Once era el centro de muchas miradas... pero los castillos siguieron desinflados y en algunos espacios el personal se afanaba en secar las encharcadas lonas.

Pero fue como un espejismo. Casi a las 14:00, una nueva y corta tromba de agua obligó a buscar refugio bajo los aleros. «¿Sacamos la trainera?», preguntaba con humor un joven dentro de un bar, mientras seguía con su cuadrilla a través del televisor las regatas de Zarautz. No sabemos si la trainera, pero los paraguas se abrieron y cerraron de manera intermitente toda la jornada.

Y en ello se consumió la primera mañana de Aste Nagusia, con muchos bilbainos de txosna en txosna, como en el juego de la Oca. También hubo de ser suspendida la actuación de la Banda Municipal de Música, a mediodía, en el Kiosko del Arenal, porque no era cuestión de afinar los instrumentos sin público. Otro tanto les ocurrió a algunas actividades organizadas por las comparsas. El terreno de juego para el futbito en «la bombonera», en el mismo Arenal, estaba encharcado; para el remojón de Kaskaterraza no hacía falta meterse a la piscina y hacía de todo menos calor; en cambio, la Txalaparta Festa organizada por Bilboko Konpartsak se mantuvo.

Por la tarde, en las primeras horas, el tiempo dio cierta tregua y se retomó alguna actividad, como el fútbol en la «bombonera». Será hasta hoy, día en que también se anuncian lluvia y viento.

 

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