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La obra de André Masson, el surrealista «rebelde», en Bilbo

La Fundación BBK presentó ayer la exposición que ha dedicado al llamado «periodo español» del considerado por la crítica el «surrealista rebelde» francés, André Masson, quien pasó dos años en la localidad gerundense de Tossa de mar entre 1934 y 1936.

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GARA | BILBO

La muestra «André Masson en España, 1934-1936» abierta en Bilbo (sala de la BBK en Gran Vía) incluye 50 cuadros, acuarelas y dibujos de pequeño y mediano formato, a color y blanco y negro, entre ellas escenas de corridas de toros, paisajes de distintos lugares del Estado español, esqueletos y escenas de campo con insectos. Martine Soria, comisaria de la exposición, explicó ayer, durante la presentación de la muestra, que la vida y obra del artista estuvo muy marcada por las guerras y conflictos violentos y sociales vividos en Europa entre 1914 y 1945.

La comisaria señaló que su estancia en el Estado español entre 1934 y 1936 influyó positivamente en el estado anímico del artista, muy afectado por las masacres que vivió con 19 años, como soldado, en la Primera Guerra Mundial, en la que resultó gravemente herido en 1916.

«La violencia, la sangre y la muerte -agregó Martine Soria- serán una constante en su pintura hasta el final de su vida», pero precisó que la influencia positiva de su estancia en Girona se refleja, según indicó la comisaria, en que el color de sus cuadros y pinturas fue diferente a lo que hasta entonces había sido. Su asentamiento temporal en Catalunya obedeció, según comentó, por su deseo de alejarse de París, «de romper con la rutina y el hábito» y también por el «atractivo que sentía hacia España y, especialmente por su literatura y, en concreto, la de Góngora, Quevedo y Cervantes».

Para los críticos de la época, recordó Martine Soria, el «exilio voluntario del artista en España reflejaba también el deseo de escapar de una especie de sumisión, que él sentía demasiado fuerte, en el movimiento surrealista, que no servía a un espíritu independiente como el suyo».

La comisaria agregó, en este sentido, que para la crítica «Masson fue un surrealista rebelde», el «viejo enemigo interno del surrealismo (según Georges Bataille)», quien durante décadas mantuvo «largas discusiones estéticas políticas y personales con los surrealistas». «A pesar de su amistad con Bretón (quien en 1923 le abre las puertas del nuevo movimiento), Miró (quien fue padrino de su segundo matrimonio, contraído durante su estancia en Girona), Max Ernst y Juan Gris, entre otros, las divergencias con ellos fueron continuas y profundas y terminó por romper definitivamente con el movimiento en 1943», concluyó Martine Soria.

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