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Flandes exige a los francófonos más pasos en la federalización de Bélgica

Después de que su líder democristiano, Yves Leterme, renunciara a formar gobierno, los flamencos exigen a los francófonos que acepten una profunda reorganización política y administrativa del país o que, de lo contrario, se preparen para decir adiós al reino unido.

Philippe SIUBERSKI | BRUSELAS

Vencedor de las legislativas del 10 de junio, Leterme tuvo que renunciar a formar un ejecutivo de centro-derecha a falta de acuerdo con los francófonos sobre el futuro del país.

«Los francófonos deberían tener en cuenta tras esta crisis que no podrán sortear el diálogo sobre la reforma del Estado. Los que rechazan profundizar en el federalismo podrían convertirse en precursores del separatismo», advertía el viernes el editorialista del diario flamenco `De Standaard'.

Desde hace diez años, los líderes de Flandes, el territorio más próspero de la Federación Belga, defienden una visión de una federación, que incluiría también a la francófona Valonia (sur) y a Bruselas, en la que el Estado federal iría perdiendo competencias, salvando siempre la excepción de la política exterior.

A corto plazo, Flandes, cuya economía reposa sobre la pujanza de las PYMES, exige bajar el impuesto de sociedades. Asimismo, y conscientes de que su lengua es mayoritaria en el conjunto de Bélgica, exigen su equiparación, a efectos de adquisición de nacionalidad, a los criterios cada vez más extendidos en países vecinos como el Estado francés y Alemania.

Los francófonos se plantan

La actual estructura estatal obliga a los flamencos a negociar sus objetivos con los francófonos en el Parlamento federal. Pero estos últimos «han dicho hasta ahora no a todo», constata el politólogo Jean Faniel

Y los viejos rencores persisten. Tras la independencia de Bélgica en 1830, la burguesía francófona dominó el nuevo reino, y replegó a los flamencos al papel de «aldeanos que hablan una jerga vulgar».

A partir de los sesenta del siglo pasado, la situación cambió con el surgir de una élite flamenca. Desde hace treinta años, todos los primeros ministros en Bélgica han sido flamencos.

Paralelamente, el territorio de Valonia asiste a un hundimiento de su economía, basada preferentemente en la siderurgia. Pese a ello, sus élites se niegan a asumir el aprendizaje de la lengua flamenca, emparentada con el holandés.

Paralelamente, los flamencos acusan a los bruselenses, afrancesados desde hace siglos, de extenderse como una mancha de aceite en territorios de Flandria y exigen que las regiones de Hal y de Vilvorda dejen de ser consideradas bilingües junto a la ciudad de Bruselas.

«Es difícil saber quién tiene razón. Aunque la separación parezca lejana, igualmente lejos se antoja un acuerdo intermedio», constata Jean Faniel.

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