CRÓNICA | islam y democracia
Un islamista ocupa por primera vez la cabeza del estado turco
Con el «permiso» del todopoderoso Ejército, Turquía pasó ayer una página de su historia al aupar por primera vez a la Presidencia del país a un político islamista. Culmina así un tenso proceso en el que las fuerzas turcas más oscuras han tenido como aliadas en su derrota a las sesgadas percepciones occidentales sobre la realidad política y social turca y, en general, musulmana.
Dabid LAZKANOITURBURU
Por primera vez desde el nacimiento de la Turquía de Mustafa Kemal Atatürk sobre las ruinas del imperio otomano (1923), el Palacio Presidencial de Çankaya será ocupado por un dirigente político surgido de las filas del islamismo.
Abdulah Gül, ministro de Exteriores en el primer Gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en Turquía (2002-2007) fue elegido ayer presidente del país por una muy holgada mayoría absoluta del Parlamento de Ankara, la que detenta desde las elecciones de julio el AKP, con 340 de los 550 diputados de la Asamblea.
La elección de ayer era un puro trámite, después de que la candidatura de Gül no lograra la pasada semana y en las dos primera votaciones los preceptivos dos tercios de los votos.
El AKP (Adalet ve Kalkinma Partisi), logra así, con el concurso de la voluntad mayoritaria del electorado turco, torcer el brazo del todopoderoso Ejército turco -«último guardián» de las esencias kemalistas de Turquía-. Una cúpula militar que logró en primera instancia en la primavera pasada cerrar el paso a la Presidencia a Gül, con el concurso de la oposición socialdemócrata del CHP (Partido Republicano del Pueblo). Esta formación, rémora de la vieja clase política republicana, trató la semana pasada sin éxito de boicotear la elección de Gül.
Tanto el CHP, cada vez más escorado a posiciones panturcas, como el Ejército justifican su posición en la defensa de un supuesto laicismo que se habría convertido en la última trinchera de los valores republicanos instaurados por el padre de la patria, Atatürk. Un «laicismo» que confunde el derecho a que la religión no guíe la vida pública en el país con, por ejemplo, la prohibición de estudiar a las mujeres sólo por llevar el hijab.
Copado por el Ejército turco y por una clase política que justificaban sus prebendas en el altar de los «valores republicanos», el nuevo Estado se constituyó y se desarrolló durante el siglo XX a partir de la negación no sólo de Kurdistán sino de la «otra Turquía», la interior y rural, profundamente musulmana y devota en contraposición a la occidentalizada y «laica».
La situación comenzará a cambiar a finales del pasado siglo, con la creciente irrupción de formaciones islamistas. El hito lo constituye la entrada por primera vez en la historia en el Gobierno, en 1995, de una formación islamista, el Refah (Partido del Bienestar), de Necmettin Erbakan, pionero del islam político en Turquía y efímero primer ministro hasta el nuevo golpe de mano del Ejército en 1997, que terminó ilegalizando a esta formación.
En propiedad, la de Erbakan es hasta la fecha la única experiencia verdaderamente islamista de Gobierno en Turquía. Sus acercamientos a la República Islámica de Irán y a la Libia de Muammar al-Gaddafi y otro tipo de gestos como la invitación a delegaciones de la organización palestina Hamas a suelo turco se conjugaban con una política local de asistencia social que entronca con el activismo del islam político. Todo ello sin olvidar sus promesas de construir más mezquitas ( 74.000 en todo el territorio del Estado) y proyectos emblemáticos como los de las mezquitas en la avenida Istiklal -emblema del Estambul occidental- o ante el mausoleo de Attatürk en Ankara. Una experiencia que encendió todas las alarmas en EEUU y que fue segada de plano por el Ejército.
Los «Tigres anatolios»
Pero, para entonces, era palpable en el entorno del islamismo la emergencia de una nueva clase, los bautizados con el sugestivo nombre de «tigres anatolios», adalides de la moderación frente a las bases populares que dieron su apoyo al Refah.
El propio Gül fundaría sobre las ruinas del Refah el Partido de la Virtud (Fazilet), y pasaría a liderar la corriente «modernizadora» frente a los «tradicionalistas» antes de que la formación fuera nuevamente ilegalizada por los tribunales «laicos».
Los tradicionalistas fundaron luego el hoy minoritario Partido de la Felicidad (Saadet). Gül y los «tigres anatolios» hicieron lo propio con el AKP. Gül logró atraer a sus filas a Recep Tayip Erdogan, actual líder de la formación gubernamental.
Desde posiciones religiosas que sus líderes equiparan con la democracia-cristiana europea, el tándem Erdogan-Gül ha logrado en una legislatura consolidar la estabilidad macroeconómica en Turquía y liderar el acercamiento a la UE.
Pragmatismo en nombre de un «islamismo tranquilo» que contrasta con el histrionismo, incluso el antieuropeísmo, de aquellos que desde Turquía se reclaman herederos de la tradición «laica» europea.