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Floren Aoiz Escritor

Progresía acomplejada

La derecha española ha sido funesta para Euskal Herria. De acuerdo, pero la «izquierda» no ha sido mucho mejor. La supuesta tradición progresista española es, desde el punto de vista de los derechos nacionales vascos, una catástrofe. Los liberales «enemigos del antiguo régimen» eran en realidad militaristas que impusieron el servicio militar, centralistas que atacaron los fueros, especuladores de las tierras comunales, enemigos de nuestra cultura en nombre de la Ilustración. Los primeros movimientos socialistas, poseídos por un nacionalismo español atroz. Eran «progres» que querían comerse crudo a Sabino Arana por haber apoyado a los independentistas cubanos. La segunda república cerró la puerta a una autonomía vasca, republicanos eran los que llevaron militares a Gernika para impedir la reunión de municipios, y los que hicieron el juego a la derecha fascista para romper la unidad vasca en el Gaiarre. La supuesta izquierda que abandonó y liquidó a los maquis, que no se jugó ni un pelo frente al franquismo, denunciaba a la izquierda abertzale por pequeñoburguesa, y alguno de sus gurús aún proclama que a Carrero lo mató la CIA.

Por supuesto, no me refiero a la gente de izquierdas solidaria y comprometida, que se enfrenta a una situación bien dura, sino a la progresía que se apunta a las banderas de moda, como el no a la guerra ¡en Irak, claro! Progres que no tienen nada que decir acerca de Afganistán o Líbano, y simplemente ni ven la guerra del españolismo contra Euskal Herria.

Esta progresía acomplejada, glamurosa donde las haya es víctima de sus complejos, y ni siquiera cuando pretende desmelenarse los supera. Su nuevo estandarte, el periódico «Público», se estrenaba esta semana con una «información» estelar sobre ETA que podríamos haber visto en la web ultraderechista «Libertad Digital». Ya en su primer día, «Público» nos recordaba que se trata de una progresía de cartón piedra, que se siente obligada a pedir perdón y demostrar que en el fondo son buenos españoles y que lo suyo es sana discrepancia, ¡no vaya nadie a confundirlos con los etarras, batasunos y demás!

Mi convecino Jose Mari Esparza ha puesto por escrito cien razones para no ser españoles. Cada día que pasa descubrimos unas cuantas más, y una de ellas es que con esa progresía no vamos a ninguna parte.

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