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Fermín Gongeta Sociólogo

Documento de Ultimas Voluntades

No escribiría estas líneas si a principios de septiembre no hubiera aparecido publicado el libro de Marie Humbert «Una historia de amor» narrando la aplicación de la eutanasia, la muerte dulce, a su propio hijo (Ediciones Michel Lafont. 2007). Tampoco lo haría de no haber asistido muy poco antes a la muerte de un familiar muy cercano aquejado de una enfermedad irreversible.

Cuando introducimos a alguien en un centro médico con enfermedades graves o terminales, «uno se halla inmerso en el engranaje hospitalario y es impotente ante el diagnóstico de los especialistas, sus previsiones y sus decisiones. El enfermo se ha convertido en propiedad de ellos. ¿Quién es capaz de quitárselo?» Así narra Simone de Beauvoir la entrada de su madre, en fase terminal, en un centro hospitalario (Edhasa, 1979).

Michel Cavey, médico jefe del hospital de Saint Jean, en Briare, al sur de París, escribe: «Al hacerse cargo de un enfermo en fase terminal se enfrenta uno al ensañamiento terapéutico, al hecho de procurarle cuidados de los que no se puede esperar razonablemente resultados de curación, de duración de vida... sino que le hacen sufrir inútilmente, sin efecto positivo alguno. Es el riesgo del abandono terapéutico por parte del médico, y sabemos que hay médicos que no saben tirar la toalla».

«Es absurdo -continúa- defender que el médico `está condenado' a mantener a los enfermos terminales con `vida', a cualquier precio de sufrimiento, de angustia y de coma profundo que atormenta a todo su entorno, familiares y cuidadores incluidos».

La eutanasia choca contra algunas creencias religiosas, porque dicen que no se puede decidir sobre la vida en lugar de Dios; altera los escrúpulos médicos, porque suponen que deben únicamente salvar vidas, y trastorna al legislador que piensa solamente en codicias de herencias o en el deseo de las familias de evadirse del peso de la exigencia de cuidado del enfermo. Todo ello a pesar de que en la práctica la ayuda a la muerte dulce, a la eutanasia, sea utilizada por el personal médico.

Informes hospitalarios franceses de Lyón y Provence concluyen que las prescripciones del Cóctel Lítico, también conocido como DLP o M1, utilizado para eliminar completamente las angustias, padecimientos y por consecuencia la vida de enfermos terminales, se realizan de manera regular, tras profunda sedación. Un 82% de los encuestados afirman que el Cóctel DLP ayuda y sosiega el fin de la vida. Un tercio de los médicos se niegan a considerar la prescripción del Cóctel Lítico a enfermos terminales como un acto de eutanasia.

El 8 de marzo de este 2007 más de dos mil médicos en un documento, («Le Nouvel Observateur» y «Sud-Ouest») afirmaban haber «ayudado a pacientes a morir con decencia». «Porque, de manera cierta, la enfermedad ganaría sobre nuestras terapias, porque a pesar de los tratamientos suministrados, los sufrimientos físicos y sicológicos hacían intolerable la vida del paciente, porque el enfermo deseaba terminar, nosotros los abajo firmantes, en toda conciencia hemos ayudado médicamente a los pacientes a morir con decencia». «Se trata de acordar a cada persona una singularidad absoluta que se nombra en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948: la dignidad».

La muerte ha cambiado. No es una enfermedad, sino el ineludible fin de la vida, y en ese sentido no pertenece a los médicos, sino al enfermo. El médico debe ser el realizador de su voluntad y el acompañante.

En 1976 en California se legalizó por primera vez lo que hoy se conoce como Testamento Vital o Documento de Voluntades Anticipadas. Se trata de un documento en el que el interesado expresa su voluntad sobre las atenciones médicas que desea recibir o no, en caso de padecer una enfermedad irreversible o terminal que le ha llevado a un estado que le impide expresarse por sí mismo.

El Gobierno Vasco lo ha legislado el año 2002, y el Documento a cumplimentar se puede encontrar en 3w. osanet o en 3w. hospitalcruces. Allí también encontraremos la dirección donde se debe entregar, en el Registro Vasco de Voluntades Anticipadas, en la calle Donostia de Gasteiz (Tel. 945.01 92 54).

En el Plan de Cuidados Paliativos, atención a pacientes en la fase final de la vida, CAPV, 2006-2009, uno de los objetivos, según el consejero Inclán, es el de «facilitar que todas las personas puedan expresar sus voluntades anticipadas para llegar a una muerte digna» con el objetivo específico de «extender entre la ciudadanía el conocimiento de su derecho a expresar sus voluntades anticipadas».

He telefoneado a varios centros de salud preguntando si disponían de los documentos de voluntades anticipadas, o de información sobre cómo hacerse con ellos. ¡Sr. Inclán, lo desconocen por completo! El año 2009 de su plan se le echa encima sin haber informado debidamente sobre lo que usted mismo entiende que «es avanzar en el respeto a la libertad y valores vitales de las personas y ajustar las decisiones clínicas a la concepción que ellas hayan determinado en un documento libremente otorgado e inscrito en el Registro del Gobierno Vasco» (21 de setiembre de 2005). Le ruego que informe y lo haga con más eficacia.

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