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En el papel de madre

«Daisy Diamond»

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Mikel INSAUSTI

ASimon Staho parecen preocuparle los problemas existenciales de la gente en una sociedad acomodada, donde lo individual prima sobre lo colectivo y se podría decir aquello de que los ricos también lloran. En su anterior «Bang Bang Orangutang», igualmente presentada a concurso en el Zinemaldia donostiarra, retrataba la soledad de un ejecutivo en busca del amor más allá del éxito material. La protagonista de «Daisy Diamond» no resulta ya tan antipática, porque su lucha es la de una mujer que ha de conjugar las responsabilidades de la maternidad con una exigente carrera artística y profesional. Pero al director danés le gusta poner a prueba la resistencia del público, por lo que hace que su heroína cometa un acto horrible, para que la identificación sea más difícil y sujeta a problemas de conciencia. En una coyuntura como la actual, con un estado de alerta permanente frente a los malos tratos a menores, no hay lugar para la comprensión hacia una madre que, desesperada o no, acaba con la vida de su bebé. El dilema estalla porque Staho se recrea mostrando lo irritable que puede llegar a ser el llanto de un recién nacido, acabando por provocar la consiguiente reacción histérica en la amorosa pero inestable persona encargada de su cuidado.

En cualquier caso «Daisy Diamond» no es una película que pueda ser tomada muy al pie de la letra, ya que establece un constante juego entre realidad y representación. Las secuencias se abren con un primerísimo primer plano del rostro de la actriz Noomi Rapace, la cual recita ante la cámara un monólogo en el que dice cosas terribles, las cuales quedan atenuadas cuando nos es mostrada toda la escena y se comprueba que el recitado forma parte de un ensayo, una prueba de casting o un rodaje. Dicha doblez permite introducir imágenes de sexo explícito o pornografía sin mayores consecuencias, porque nunca termina de definirse una línea de separación entre la vida real del personaje o su trabajo como actriz. Todo se confunde, bajo la idea que no se sabe a ciencia cierta dónde empieza y dónde termina de fingir una intérprete, o cuánto pone de su propio dolor interior en sus actuaciones. No por casualidad esta mujer va a fijarse en la figura influyente de Liv Ullman, quien a su vez hizo en la pantalla para Bergman de actriz que pasaba por un proceso de identidad no menos complicado en «Persona». Es lo que va del blanco y negro al color.

S. Oficial

Dirección: Simon Staho.

Int.: Noomi Rapace, Trine Dyrholm, David Dencik, Sofie Grabol.

País: Dinamarca.

Duración: 94 minutos.

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