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El reto al que se enfrenta la izquierda palestina

Martxelo DÍAZ

Buena parte de la sociedad palestina está hastiada de los partidos políticos. Por un lado, critican la corrupción que se ha instalado como una forma de vida en las filas de al-Fatah. Por otro lado, quienes votaron a Hamas en las últimas elecciones para castigar a al-Fatah se han encontrado con una formación islamista que, pese al injusto bloqueo occidental, ha gobernado de una forma clientelista.

En este escenario, se abren nuevas perspectivas para la izquierda palestina, que en la década de los 60 y 70 del siglo XX marcó la pauta de la resistencia palestina. En este contexto, se enmarca la Conferencia Nacional que el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) va a llevar a cabo en noviembre.

Uno de los principales puntos que se van a debatir en el seno del FPLP es si merece seguir perteneciendo a la Organización para la Liberación de Palestina (la histórica OLP). Por un lado, están quienes consideran que la OLP ha perdido su razón de ser en la resistencia palestina, ya que se ha convertido en una organización inoperante cuya única actividad consiste en suscribir ciegamente los nefastos acuerdos a los que llega al-Fatah.

Por el otro lado, se sitúan quienes destacan que la OLP es la única institución que agrupa a todos los palestinos. A los de Gaza, a los de Cisjordania, a los que viven en los territorios de 1948 y a quienes malviven en los campos de refugiados. Argumentan que si se desactiva esta institución, el pueblo palestino perderá uno de los pocos referentes que le quedan de su territorialidad.

Más allá del debate entre quedarse dentro o fuera de la OLP, el reto es convertir a esta organización en un activo en la lucha contra la ocupación sionista. En este sentido, desde la izquierda palestina se considera que se puede desbancar a al-Fatah de la dirección de la OLP y dar un giro de 180 grados a la política de pactos a la baja.

Si no se consigue el control y la reactivación de la OLP, a la izquierda palestina no le quedaría más remedio que trabajar al margen de la histórica institución para conformar un bloque antiocupación fuera de su protección.

Además del discurso contra la ocupación, la izquierda palestina se ha marcado como objetivo que la lucha contra la corrupción sea uno de los ejes de la política en ese país. Son dos cuestiones que están íntimamente ligadas. Los Acuerdos de Oslo han creado unas instituciones inoperantes, pero que han recibido importantes cantidades económicas de donantes exteriores. Estos fondos no han servido para paliar el sufrimiento de la población, pero han creado una clase burguesa que disfruta de un gran potencial económico. Antes de Oslo (1993), esta burguesía no superaba el 1% de la población. Catorce años después, son el 6% de la población.

Se trata de «empresarios» como Ahmad Qureia, ex primer ministro de la Autoridad Palestina, que por las noches salía por televisión llamando a luchar contra el Muro y por el día vendía a los israelíes materiales para construirlo. En el otro lado de la balanza, la población palestina que vive en la pobreza ha aumentado desde Oslo, alcanzando niveles del 72%. En Gaza la renta per capita anual es de sólo 500 euros. En Euskal Herria, ronda los 19.000.

La dependencia económica es otra arma de la ocupación. Toda la actividad palestina está condicionada a «la buena voluntad» de los israelíes. Si los palestinos acceden a sus deseos, se abre la frontera. Si no, como ocurre ahora en Gaza, se corta todo. Desde la electricidad al agua.

La victoria de los guerrilleros libaneses de Hezbollah ha desmontado el mito de que el Ejército israelí es invencible. Por ello, se prevé que en los próximos meses haya una reactivación de la resistencia palestina. Se habla ya de una tercera intifada. El reto de la izquierda es evitar que desde al-Fatah se desactive la lucha popular y se vuelva a utilizar la resistencia para negociar unas migajas. No se puede olvidar que los Acuerdos de Oslo llegaron tras desactivar la primera intifada.

En el ámbito internacional, la izquierda palestina tiene claro que la solución al conflicto no va a venir de la conferencia que George Bush va a organizar para mediados de noviembre. Todos los acuerdos que ha firmado al-Fatah no han servido más que para reafirmar la ocupación y para mejorar las condiciones de la élite funcionarial. El pueblo, mientras, tiene que padecer el bloqueo, los checkpoints y las incursiones sionistas.

Ante una conferencia internacional en la que no se prevén grandes novedades -Ehud Olmert ya ha avanzado en la Knesset que no piensa «ceder parte de Cisjordania hasta dentro de 20 ó 30 años»-, en diciembre se reunirán en Madrid, bajo el paraguas del Foro Social, representantes de formaciones de izquierda europeas para impulsar la solidaridad con Palestina. La denuncia del Muro de separación y la intensificación de las campañas de boicot a Israel serán los ejes de esta reunión, que se plantea como «la alternativa que desde la izquierda queremos construir para hacer frente a lo que nos vendrá tras la reunión de Bush», destaca uno de los miembros de la dirección del FPLP.

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