CRÓNICA
De estrellas ocultas, asuntos terrenales y actrices que lavan al gato en la lavadora
Karolina ALMAGIA
Último día en Marte. Unos hacían quinielas, otras se escabullían por la puerta de servicio y la Ullman se metía al personal en el bolsillo. Y el cine, devolviéndonos sin piedad al planeta de los malos.
Me lo decía el otro día una compañera de Zinemaldia, y sin embargo amiga: «aunque a ti no te lo parezca, la vida sigue ahí fuera». Ayer, dos películas nos hicieron tocar tierra de manera brusca. «Padre Nuestro» y «Querida Bamako» coinciden en temática, pero transcurren en diferentes continentes. Son de esas cintas que te hacen sentir muy mal por ser blanca y haber nacido en el lado bueno del planeta, más aún si estás en un entorno de lujo en el que todo el mundo se queja por cosas como tener que escribir una crónica o haber visto una película demasiado sentimental. «Querida Bamako», una de las producciones vascas que se presentan en Especiales Zabaltegi, se estrenó ayer en el K2. No en el campo base del ochomil, sino en el Kubo pequeño, se entiende. Omer Oke, ex director de Inmigración del Gobierno de Lakua, desembarca en el cine con este documento sin artificios que nos muestra el penoso viaje que miles de ciudadanos africanos deben realizar para conseguir eso por lo que aquí tanto nos quejamos todos.
Oke dirige la película junto a Txarli Llorente, al que hasta ahora habíamos visto en los títulos de crédito de decenas de películas como ayudante de dirección. Ambos directores, junto al productor Joxe Portela y los actores Djédké Apali y Esther Vallés, fueron recibidos con cálidos aplausos en la presentación. Tras la proyección, la película fue ovacionada y la emoción fue in crescendo cuando, además del equipo artístico, salieron al escenario algunos de los inmigrantes que prestan su testimonio en el documental. Ver en carne y hueso a los protagonistas de un drama con final incierto no deja indiferente a nadie. Una pena que el coloquio tuviera el tiempo limitado.
En fin, que después de ver «Querida Bamako» a una se le pone el cuerpo raro cuando cruza la puerta del María Cristina. Sólo pensar que con lo que cuesta traer a Demi Moore en jet privado se podría.... No sigo por ahí, que luego me acusan de caer en fácil demagogia. La Moore ya está en Donostia para promocionar la película de clausura, «Flawles», aunque no se le ha visto el pelo. Llegó ayer, a media mañana, pero entró por la puerta de servicio. Según algunos, para no eclipsar con su presencia a Liv Ullman, que ayer era su día. Según otros, porque tras el largo viaje no estaba lo estupenda que debe estar una estrella para soportar los flasazos. También llegó Roberto Benigni, no sabemos si para reencontrarse con su mujer, la actriz Nicoletta Braschi, miembro del Jurado Oficial, o para dar algún premio. O para ambas cosas. Lo que está claro es que el director y actor de «La vida es bella» da mucho juego. Los fotógrafos le aman. Nasío pa hacer payasadas.
Suponemos que los aspavientos del cómico italiano habrán servido para consolar al plantel de fotógrafos que cubre las llegadas. Los pobres, como también los porteros, están pasando este año un frío que pela. Y es que la brillante idea del último y efímero director del María Cristina de desplazar la entrada de los famosos a la puerta que da al río no ha traído más que problemas: de tráfico, de espacio y de climatología, porque el viento del mar golpea sin piedad esa sombría entrada. No fue ésta la única decisión polémica del director del hotel antes de su fulminante despido, aún no se sabe bien por qué, unos días antes de comenzar el festival: también echó a las radios del hall del hotel, desde donde tradicionalmente cubrían el festival. Vaya como se las gastaba el nuevo jefe...
Sigo en el hotel, pues en uno de sus salones se entregó al mediodía el Premio Mirada. Lo otorga TVE y pretende ser un impulso a la película que mejor ha reflejado el mundo femenino y su lucha por la igualdad. La ex directora de Emakunde Txaro Arteaga, la cineasta Patricia Ferreira y la directora de San Cugat, Montse Abad, eligieron, tras visionar veinte películas, una de las que también se perfila como favorita de la crítica: «Buda explotó por vergüenza». El director de TVE, Javier Pons, entregó el premio a la directora Hana Makhmalbaf, con la que todo el mundo alucina pues tiene sólo 19 años. A todo esto, lleva muchos días aquí, ¿le habrán dicho que no se vaya por algo?. Bueno, las quinielas que las hagan otros, que yo soy especialista en no dar ni una. Di que en este festival a ver quién es el guapo que acierta, con eso de que la tradición manda que el palmarés sea incomprensible. «En Afganistán todo el mundo tiene problemas, pero la situación de las mujeres es aún más dramática. Espero que esta película pueda cambiar algo», dijo Hana tras recoger el premio.
Pero volvamos a la protagonista del día. Quizás porque la relacionaba con Bergman y su cine serio y trascendental, nunca hubiera pensado yo que Liv Ullman tenía esa chispa. Risueña, vitalista, resulta que no tiene nada que ver con esas mujeres que se cortaban las venas en aquellas películas. Nos recordó -otra de pisar tierra- que el cine es un medio privilegiado y aseguró que dos frases de Bergman y Antonioni «son más importantes para el mundo que los discursos de mierda de la mayoría de los presidentes vivos». La Ullman llegó temerosa a la rueda de prensa pues pensó «que no iba a venir nadie», ya que por la mañana había dado «miles de entrevistas». «Así que si me repito, disculparme», avisó. No sé lo que dijo en las entrevistas, pero seguro que nadie le preguntó esto que se escuchó en la sala de prensa: «¿Nos puede decir si es verdad que lavó a su gato en la lavadora?». «Bueno sí, pero el gato no murió -contestó, como si fuera una pregunta de lo más normal-. Lo que pasó es que el gato se metió en la lavadora y la puerta se cerró por accidente. Me puse nerviosa intentando abrirla y entonces pulsé el botón de lavado».
La receptora del «premio más merecido de este año» -como le describió otro periodista, pobrecito Richard Gere- aún nos contó alguna anécdota más. «Mi peor experiencia en el cine fue un musical que hice en Hollywood hace muchos años. Yo no sabía cantar, no sabía bailar, fue horrible, lo pasé fatal. Después, el estudio entró en bancarrota. Lo que no sé es si fue por mi culpa». Bueno, pues con la gran dama del cine noruego despedimos estas crónicas. Eso fue todo, amigos.