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Martin Garitano Periodista

Las víctimas de un atropello

Ohiana Agirre y Joseba Alvarez engrosan ya la interminable lista de ciudadanos vascos detenidos, juzgados y encarcelados por hacer uso de uno de los derechos humanos básicos. Un derecho que consta en la Declaración Internacional proclamada por las Naciones Unidas y en la mayor parte de los ordenamientos jurídicos. Bien es cierto que no se trata de uno de los más respetados por los mismos que los proclaman, pero eso no le resta un ápice de valor: el derecho de manifestación y libre expresión.

Se alega que participaban en una manifestación declarada ilegal (que no es lo mismo que una manifestación ilegal) y que se produjeron incidentes en el transcurso de la misma (tampoco es cierto: los incidentes los provocaron quienes trataron de impedir el ejercicio de un derecho legítimo). Ninguno de esos argumentos podrá ser tenido por válido por las personas de bien.

Guste o no guste lo que cada uno piense (¿cómo era aquello de «no comparto sus ideas pero estaría dispuesto a dejar la vida en el empeño por que pueda defenderlas»?) el derecho a la libre expresión y a la manifestación es sagrado. No vale la argucia administrativa ni el preceptivo informe policial con tintes premonitivos. Ni siquiera aunque los firme la Ertzaintza de Ibarretxe, el que dice estar dispuesto a convocar un referéndum ¡que también será declarado «ilegal»!

Alvarez y Agirre son hoy víctimas -unas más- de un atropello que sólo puede entenderse en el contexto de una situación de ocupación. Ocupación política, policial, cultural, militar, económica... Y es que en esas situaciones de lo que se trata es de que nadie se mueva de las filas previamente dispuestas por el ocupante y sus delegados territoriales.

Yo estuve allí y vi lo que pasó. Y vi cómo se comportaron unos y otros, los de las armas y los cascos y los que que sólo empuñaban una pancarta. Y vi y reconocí a centenares de personas, de buenas personas, con objetivos y fines legítimos. A esos todavía no los han cazado aunque a buen seguro los ertzainas de Ibarretxe ya los están buscando. Y que a mí no me pregunte Garzón: secreto profesional.

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