La propagación de virus por el mundo cada vez tiene menos de película de ciencia ficción
El peligro del virus de la gripe aviaria, todavía latente, fue un serio aviso para los organismos y sistemas sanitarios del planeta. El reciente brote de un virus africano de nombre chikungunya en Italia ha puesto en alerta a Europa. Todo indica que no será el último.
Un brote o una epidemia en una parte del mundo puede convertirse en apenas pocas horas en una amenaza inminente en cualquier otro». No es la sinopsis argumental de ninguna película sobre amenazantes virus. Son palabras de la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, pronunciadas hace sólo unas semanas cuando este organismo llamó la atención sobre la constatada propagación cada vez más rápida de las enfermedades infecciosas. Y no hablaba sólo del virus de la gripe aviaria.
Hace unas fechas saltó la noticia de un brote en Italia de una extraña enfermedad tropical, el chikungunya -en lengua makonde «hombre encorvado», porque los dolores obligan al enfermo a adoptar esa postura-. El pasado 24 de setiembre se desplazó hasta el lugar un equipo de especialistas europeos para estudiar los 254 casos confirmados de este mal que, por primera vez, aparecía en suelo europeo con esta intensidad. En Gabón, por ejemplo, un brote en primavera afectó a más de 14.000 personas y en el Océano Índico a unas 275.000 en 2006.
No se trata de una enfermedad grave, pero la gravedad del caso es que se haya introducido en Europa, probablemente a través de algún viajero infectado, y el temor es que el virus pueda establecerse en aquellas zonas del continente en las que esté presente el, hasta 1979, desconocido en la fauna europea mosquito tigre, como es el caso de Catalunya -en EEUU, a donde «viajó» en avión desde África en 1999, causa al año 2.000 casos del virus del Nilo-.
Los servicios sanitarios europeos reconocen estos días que estamos ante un peligro latente, motivado en gran medida por los millones de personas que se desplazan a diario entre países y continentes. Además, está el hecho del aumento de las temperaturas medias en las regiones del hemisferio norte. Si a estos hechos se le agrega el que, como recordaba la OMS, desde la década de los setenta se han identificado nuevas amenazas víricas en una «tasa sin precedentes», las alertas no parecen desmesuradas. Hoy, existen cerca de 40 enfermedades que eran desconocidas apenas una generación atrás y sólo en los últimos cinco años, la OMS ha verificado más de 1.100 epidemias de diferentes enfermedades.
Las informaciones sobre estos brotes epidémicos no sobresalen por sí solas, pero sí inquietan cuando se analizan en su conjunto. El pasado setiembre, las autoridades sanitarias de la República del Congo informaban de que al menos 60 personas habían sido afectadas por la viruela del mono desde enero. Hasta allí se habían trasladado expertos del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta (EEUU) para investigar el caso, lo que da fe del interés con el que los principales organismos mundiales en materia de salud se toman estos casos. En 2004, en Camerún, se detectaba un nuevo virus transmitido a los seres humanos a través de la carne de mono y grandes primates. Y en los últimos años ha habido advertencias sobre aparición de nuevos virus o mutados que en su día dieron origen al VIH.
En febrero de este año, una enfermedad desconocida, se decía, había acabado con la vida de 31 personas en Costa de Marfil. El propio virus chikungunya que causó una epidemia en el Océano Índico el año pasado, había evolucionado, según constató el Instituto Pasteur: surgido en las Comores en 2005, fue mutando mientras se propagaba. En la República Democrática del Congo asisten estos días al mayor resurgimiento del peligroso virus del Ébola en años, con ya 400 infectados.
«Enfermedades tropicales, como dengue y malaria, amenazan Europa», afirmaba hace unos días en una visita a Euskal Herria el conocido presidente del Colegio Español de Veterinarios, Juan José Badiola. «Antes, la gente se iba de vacaciones a su pueblo o al Mediterráneo. Ahora cualquiera se va a Bostwana o a Kenia, sin tomar ninguna precaución. Cualquier país del mundo está ya al alcance casi de cualquiera. Turismo, negocios, inmigración. Influye el cambio climático...», argumentaba ese temor.
Quizá lo más tranquilizador es que los sistemas sanitarios mundiales han respondido con eficacia a la prueba de la gripe aviaria y ya están sobre aviso.
Joseba VIVANCO