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Gorka Orueta Zamaioa

No nos engañemos

La ciudad, libre de miedo,/ multiplicaba sus puertas./ Cuarenta guardias civiles/ entraron a saco por ellas./ Los relojes se pararon,/ y el coñac de las botellas/ se disfrazó de noviembre/ para no infundir sospechas. Federico García Lorca. ¿Cómo acabará está avalancha lorquiana, que nos sorprende cada día con una nueva barrabasada (pobre Barrabás, que arrastra su fama por intentar echar al invasor)? Detener. Parar, privar de libertad por... hablar. ¿No hablaron estas mismas personas con las que ahora mandan detenerlos? Si el delito es hablar, ¿no lo han cometido también ellos? Si el delito es reunirse, ¿no hacía Franco exactamente lo mismo? Y si el delito es no querer lamer el trasero ideólogico de encefalograma plano que desvía la atención hacia problemas irreales y se olvida de los reales, ¿no deberían, tanto cautivadores como cautivados, usar el papel higiénico de su franco-borbónica constitución para higienizar sus partes pudendas? No nos engañemos. Realidades distintas, mismos protagonistas. Por no hacer lo que quiero, te castigo. Como aquellos pequeños caciques de patio de colegio que se cebaban siempre con el débil y que nadie le rompía la cara por miedo. Y es que la clave está en el miedo. Pero cuando un pueblo pierde el miedo, la cosa cambia. A mejor. El que va de frente, de frente. ¿Y el que no? Muy simple. Se disfraza de noviembre/ para no infundir sospechas. Animo para todos.

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