PERSONAS SIN HOGAR EN EL ÁREA METROPOLITANA DE BILBO
«Oasis» para tratar de recuperar la dignidad
Las cientos de personas pobres y excluidas que deambulan a diario por las calles de Bilbo cuentan con pequeños «oasis», gestionados por ONG y entidades sociales, en los que intentan recuperar la dignidad que les corresponde. El primer objetivo es conseguir un techo para los más desprotegidos y buscar la reinserción en una sociedad que les ignora.
Agustín GOIKOETXEA
Las personas sin hogar son el nivel máximo de exclusión social que provoca una sociedad moderna como la actual. Seres humanos que viven en las calles de las ciudades -cientos en el caso del área metropolitana de Bilbo- y que temporalmente se alojan en albergues u otro tipo de recursos, a causa de una ruptura encadenada, brusca y traumática de sus lazos familiares, sociales y laborales.
El miedo a revivir situaciones traumáticas suele provocar en estas personas rechazo -de distintos grados, según el caso- a volver a intentar llevar una vida laboral y a rehacer relaciones familiares y sociales. Además, la extrema indigencia a la que les conduce esta situación es un obstáculo para ello.
Bestebi, una plataforma constituida por entidades y personas que trabajan por la inclusión residencial en favor de personas sin hogar en Bizkaia, viene exigiendo que nos transformemos en una sociedad acogedora, «especialmente con quienes peor lo están pasando, como las personas sin hogar, inmigrantes, personas en situación o riesgo de exclusión...». En esta línea asistencial, surgen diferentes proyectos que buscan prestar más y mejor atención a estos colectivos.
Uno de estos espacios es el centro de acogida Lagun Artean, que desde la primavera de 1983 proporciona un lugar de encuentro, de contacto personal, que posibilite el inicio de un proceso de inserción. Su objetivo es luchar por arrancar de la pobreza y la exclusión social al mayor número posible de personas, «acogiéndolos y acompañándolos en su itinerario personal hacia su propia normalización e independencia, en la medida de sus posibilidades».
Esta asociación, explica su presidente, Enrique Ordiales, ha pasado de atender a vagabundos, mayores de 45 años, con desarraigo social y problemas de salud vinculados a un consumo abusivo de alcohol a un abanico más amplio de usuarios. Los datos estadísticos, por ejemplo, desbaratan el estereotipo de la grave dependencia del alcohol. Más de la mitad de las personas sin hogar son abstemias mientras que entre los que sí consumen, cabe destacar que -según una encuesta del Eustat de 2005- el 7,3% de los varones ha realizado un consumo «alto y excesivo» del alcohol frente al 0,7% de las mujeres. El 40,3% de la población sin hogar se declara abstemia y además nunca ha consumido drogas.
A partir de 2000, un colectivo importante es el inmigrante, en el que hay un alto porcentaje de magrebíes, subsaharianos de la costa atlántica o de Europa del Este. Ordiales comenta que hasta 2004 acudían personas con un perfil medio «de entre 25 y 30 años, muy desarraigada, vinculada a la inhalación de pegamento, con problemáticas complejas y violentas tras el consumo de alcohol». A partir de esa fecha, comenzaron a acercarse a Lagun Artean menores norteafricanos más jóvenes enviados por sus familias, con las que mantenían lazos, que habían ido a la escuela y cuyo horizonte es «buscar trabajo y salir adelante».
Un año después, en 2005, quienes acudían a su centro de Deustua eran personas provenientes del Sahel. Originarios de Senegal, Mali y Burkina, «con extrema pobreza y responsabilidades familiares, que buscaban salir del problema del hambre y mantienen lazos con su familia». También empezaron a llegar gentes venidas de Costa de Marfil, Congo y Camerún, que huían de las guerras y que disponían de cierta formación académica.
La primera tarea que realizan en Lagun Artean es acoger y alojar a esas personas, tratando de regularizar su documentación, ya que, subraya Ordiales, «sin papeles no tienen derechos». Precisamente, en unas reflexiones enviadas en noviembre de 2006 al Relator de la ONU por parte del Comité contra la Exclusión Residencial de Bizkaia, creado por diferentes colectivos sin ánimo de lucro, se incidía en que «el alojamiento estable es uno de los pilares fundamentales para iniciar y llevar a cabo los itinerarios de inserción sociolaboral. La falta de ésta -aclaraban- obstaculiza seriamente estos procesos».
Lograr el empadronamiento
El objetivo primordial es lograr el empadronamiento, que abre la puerta a que en el plazo de un año se perciba la renta básica y a los tres años, el arraigo. Pero no es un camino sencillo ya que se topan con serias dificultades, como que las embajadas de algunos estados no colaboran. Es el caso de los gobiernos de Argelia y Camerún, que no renuevan los pasaportes a sus ciudadanos.
Es la pescadilla que se muerde la cola. «Si no tienen permiso de residencia, no puedan trabajar», apunta Enrique Ordiales, antes de desgranar el itinerario que ofrecen en su asociación a las personas sin techo e inmigrantes a los que atienden. A lo largo de un año les posibilitan alfabetizarse y, más tarde, acceder a un curso de formación en fontanería, albañilería, soldadura, peluquería, pladur... que ofrecen otros colectivos asistenciales con los que Lagun Artean mantiene sinergias.
En la única encuesta oficial realizada por el Eustat acerca de la realidad de las personas sin hogar en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, en 2005, se destaca que tienen muchas dificultades para encontrar o conservar un trabajo. Entre los motivos que se apuntan está el rechazo a la hora de emplearles, problemas para parecer «presentables» o para respetar horarios de trabajo poco compatibles con los de los centros de alojamiento.
Por su parte, el Comité contra la Exclusión Residencial de Bizkaia alude en un informe a que «se dan muchos casos de personas que han finalizado sus itinerarios y han logrado su autonomía y que se encuentran con grandes dificultades para acceder a pisos o habitaciones en alquiler en el mercado libre. Estas situaciones -alertan- pueden generar una marcha atrás en los procesos de inclusión social».
Reducir el deterioro
En el centro de día de Lagun Artean tratan de reducir el deterioro al que se ven sometidos irremediablemente los sin techo por vivir en la calle, a la vez que se les incorpora en la medida de cada posibilidad a la sociedad. Buscan, asimismo, evitar que personas que están viviendo en manera temporal o más o menos permanentemente en situación de riesgo o exclusión acaben abocadas a la marginalidad o cronificándose en ella.
No es el único recurso de este organismo nacido en el seno de la Iglesia católica, aunque no tiene vinculación orgánica con ella. Su albergue nocturno, primero de estas características que hay en Bilbo desde 2001 al margen del hospedaje municipal de Elejabarri -abierto en julio de 1999-, dispone de un dormitorio con 32 camas, abierto de ocho de la noche a nueve de la mañana todos los días del año. A partir de mayo, el servicio municipal de emergencias les deriva a los sin techo que buscan un lugar donde dormir. En la capital vizcaina existen cinco centros de noche, que son los dos gestionados por el Consistorio -albergue de Elejabarri y el de baja exigencia de Mazarredo-, Hontza, Beato Federico Ozanam y Lagun Artean.
En 2006 pasaron 724 personas por este último centro de día, sito en unos locales de la calle Julio Urkijo, además de otras 134 que alojan en sus pisos. «No sólo ofrecemos la posibilidad de dormir, no es un albergue de transeuntes, también les posibilitamos que inicien un proceso de inserción», explica Enrique Ordiales, que subraya que las estancias en su centro de noche se prolongan si los usuarios demuestran «voluntad» de adentrarse en la senda de la inserción. Quienes acuden a su servicio optan desde clases de alfabetización hasta el acceso a la universidad, sin olvidar talleres y terapias con las que pretenden recuperar su autoestima.
Ordiales reconoce que hay personas que no quieren participar en sus proyectos porque buscan empleos ocasionales, de temporada o que recurren a la mendicidad. «Nuestro objetivo es que rompan el ciclo de deambular para que se instalen en un lugar y se arraiguen», comenta.
También preocupa al responsable de Lagun Artean la situación de los menores extranjeros no acompañados de 17 a 18 años. «Este colectivo va en aumento. La Diputación vizcaina les acoge, viste y alimenta, aunque sólo lo hace hasta que llegan a la mayoría de edad; entonces desaparece la protección institucional. Estamos intentando acogerles -puntualiza- para evitar que quienes no han estado en la exclusión inicien este proceso. Sin protección, en uno o dos meses en la calle, pueden caer al abismo de la exclusión».
Lagun Artean no es el único recurso al que pueden recurrir los excluidos en la ciudad más populosa de Euskal Herria. La Posada de los Abrazos -que tristemente fue noticia en los medios de comunicación tras un incendio, el 4 de marzo de 2005, que se saldó con la muerte de 4 personas en una pensión social en la calle San Francisco- es otro cobijo para 27 «posaderos», que es como a este colectivo social le gusta denominar a sus usuarios.
Fruto de la colaboración ciudadana, su primer proyecto de pensión social abrió sus puertas en la primavera de 2003 con 25 personas excluidas que aportaban todo tipo de experiencias, dolor y tristeza, pero que -según resaltan algunas de sus componentes- «tenían la alegría de querer vivir» frente a las adversidades de la sociedad capitalista. «No les preguntábamos de dónde venían ni qué hacían; si robaban, si consumían drogas, si mendigaban», apostillan.
Con unas mínimas normas de convivencia, se abrió este «espacio de ternura» con el que pretenden «legitimar» a aquellas personas que al no tener un hogar no pueden optar a derechos básicos como la vivienda, la educación o la asistencia sanitaria. Pero no queda ahí su cobijo, ya que la Posada protege «frente a las angustias asistenciales de la noche». Es un lugar donde cubrirse frente a la «intemperie social» como la de la calle donde los excluidos son «desechables, drogadictos, ladrones y peligrosos». Se trata, insisten, de que las personas acogidas adquieran un sentido de pertenencia a un colectivo y así se sientan personas.
«Arco Iris del capitalismo»
«La ciudadanía tiene que ser responsable de los huecos de la exclusión social que la propia sociedad capitalista genera», manifiestan a la hora de defender su postura de no reclamar subvenciones a las diferentes administraciones durante tres años, hasta que desgraciadamente se produjo el trágico incendio que les «otorgó la legimitidad de las institucionales». Ahora sí las reciben, al igual que el respaldo ciudadano de profesionales y ciudadanos de a pie que siempre han creído en este proyecto social que da cobijo desde niños a mujeres de 90 años. «Tenemos el arco iris del capitalismo», remarcan.
En la actualidad, la Posada de los Abrazos gestiona seis pisos, aunque son de dimensiones más reducidas que los primeros de que dispusieron. «La gente viene a comer, no sólo a pernoctar, otros necesitan un domicilio que presentar para que les empleen en su trabajo, algunos aceptan que seamos su nueva familia. Es -aclaran- un espacio afectivo en el que vienen a hablar acerca de su situación de vida».
Son algunas de las experiencias que tratan de paliar el déficit de atención de las administraciones públicas por parte de organismos ciudadanos que denuncian que «nuestra sociedad, empezando por su clase política, tiene una clara responsabilidad; esto podría solucionarse con firmes políticas sociales orientadas a facilitarles las necesidades básicas y a realizar acompañamientos integrales».
La asociación Agiantza trabaja en la apertura, en el plazo de un año, de un nuevo equipamiento residencial para las cerca de 300 personas sin techo que aún deambulan por las calles de Bilbo. Su coordinador, Bernad Baltza, argumenta que «se requiere otro tipo de recurso de acogida» entre los albergues municipales de Elejabarri y Mazarredo y los pisos de acogida que gestionan diferentes colectivos.
Baltza plantea que sería una buena solución de cara a los itinerarios de inserción de los excluidos, ya que «muchos ni en su imaginario tienen en la mente buscar una vivienda». Su propuesta de residencia o pensión social, de la que faltan aún muchos aspectos por determinar, ayudaría a que estas personas puedan acceder a un techo a partir del cual reconstruir su vida. En algunos casos, apunta, se les tutelaría, siempre que lo propongan ellos a Agiantza, para que no vuelvan a la calle y a la exclusión social, como sucede por desgracia en muchas ocasiones.
El coordinador del colectivo asistencial -que dispone de un centro de día en Travesía de Iturribide en el que atienden, de 8.00 a 20.00, a una veintena de personas- no resta efectividad a albergues como el de Mazarredo. «Es un buen sitio para activar el deseo de mejorar», comenta.
Su proyecto residencial está pensado para una veintena de usuarios, que sufragarían su estancia con una parte de la renta básica que perciben. Baltza reivindica «escalones intermedios» para alcanzar la inserción sociolaboral de más excluidos, consciente de que muchos no pueden optar a un empleo en el mercado.
Fija también su atención en experiencias en Europa donde tienen «más escalones: en Copenhague, por ejemplo, no hay ni un solo sin techo que no cuente con la posibilidad de dormir bajo un techo; en Londres han mejorado mucho en este aspecto porque se están preparando para las Olimpiadas de 2012; y en París no han hecho los deberes y crece el número de tiendas de campaña. Bilbao, por las dimensiones del problema, está a tiempo de hacer frente a la exclusión».
A.G.
Bernad Baltza, coordinador de Agiantza, reivindica que las ONG hagan todo lo posible por facilitar a los sin hogar los papeles para que no sean explotados en la búsqueda de un lugar de residencia a partir del cual conseguir el imprescindible empadronamiento. Cita, por ejemplo, situaciones de «explotación» en las que se permite a una persona alojarse en un piso compartido pero se le niega que lo utilice para empadronarse, ya que en el mismo se encuentran otros que, sin habitar en la vivienda, han pagado por emplearlo como domicilio para acceder a los papeles. Baltza califica de alarmantes estos casos y apuesta por erradicarlos, superando así los problemas que tienen los sin hogar para empadronarse.
A.G.