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Frank Gehry: «Esto fue uno de esos milagros que sólo ocurren una vez»

El Museo Guggenheim Bilbao celebra estos días su décimo aniversario. Frank Gehry, el arquitecto que hizo posible el denominado «milagro Guggenheim», ha viajado desde Los Ángeles para estar en la capital vizcaina en esta señalada fecha. Gehry habló ayer de la aventura que para él supuso la construcción de este centro y de su experiencia personal en esta ciudad, además de confesar que no le gusta la urbanización «empalogosa» de los alrededores de la pinacoteca.

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Karolina ALMAGIA | BILBO

A pesar de reconocerse una persona «siempre inquieta, crítica e insatisfecha», Frank Gehry se mostró ayer feliz en el encuentro que mantuvo con la prensa horas después de aterrizar en Bilbo. Para él, la celebración del décimo aniversario del Museo Guggenheim Bilbao es algo que va más allá de la asistencia a una cena de gala. Cuando el 19 de octubre de 1997 el museo abrió sus puertas al público, se hizo realidad un proyecto que se había puesto en marcha más de quince años atrás como parte de un ambicioso plan de regeneración urbanística y económica. «La experiencia que yo viví aquí va más allá del edificio. Es como un milagro, realmente, un milagro que surgió gracias a la gente de mi equipo, a la gente del Guggenheim y a los responsables políticos del País Vasco. Hubo un momento en que se dio un consenso, sabíamos lo que queríamos, todo el mundo creía en ello. Ése fue el milagro que la prensa internacional llama el efecto Bilbao».

Gehry afirmó que, durante estos diez años, le han estado llamando de numerosos puntos del planeta para que haga algo parecido. «Sólo quieren un efecto Bilbao, nada más. Yo les digo que no tengo ni idea de cómo se hace, pero que tiene que ver con el compromiso. Este milagro se ha dado en muy pocos casos en el resto del mundo durante los últimos años, a pesar de que grandes arquitectos han ido construyendo grandes proyectos. Pero les faltaba la infraestructura, el apoyo que yo tuve aquí».

A Frank Gehry nunca se le olvidarán las primeras maquetas que mostró en Bilbo. «Yo me sentía intranquilo, decía: Dios mío, ¿podremos hacer esto? Había mucho miedo, algunos pensaban que podía tener efectos negativos para la comunidad, pero al final lo asumieron. Fue un apoyo al cien por cien. Y por eso pude explorar con libertad esas ideas por primera vez». Un apoyo que no siempre se da, y citó lo que le pasó a Yoshio Taniguchi con la ampliación del MoMa de Nueva York. «Sé que lo pasó muy mal y seguramente por eso lo que hizo allí es muy inferior a lo que este arquitecto tiene construido en Japón».

Con el paso de los años, siente cada vez más que el proyecto bilbaino «es un gran ejemplo» y tiene «repercusiones muy positivas» sobre el mundo museístico. «Me siento muy orgulloso de haber formado parte de este proceso y tengo que decir que las relaciones personales que mantuve aquí me hacen sentir cada vez que vuelvo como si estuviera en casa con mi familia. Si yo fuera realmente listo, vendría a vivir aquí».

Ghery, nacido en Toronto, Canadá, en 1929, aunque residente en Los Ángeles, dijo que en todo este tiempo no ha dejado de recibir felicitaciones por el edificio de Bilbo. «El único artista al que creo que no le gusta este edificio es Richard Serra, que lo definió como chatarra y basura. No creo que sea su sentimiento real, yo creo que más bien muestra sus diferencias conmigo. Además, su obra queda perfecta aquí, no debería tener motivo de queja». También se acordó de Jorge Oteiza, que siempre se opuso a este proyecto. «Poco antes de morir él, nos hicimos amigos y me regaló una pequeña escultura que tengo sobre la mesa de mi estudio. A través de esa obra conecto con él todos los días».

Para el arquitecto canadiense, el titanio fue todo un acierto y esta envejeciendo bien, pero nunca más ha vuelto a utilizar este material, exceptuando una pequeña parte en las bodegas Marqués del Riscal de Eltziego. «Pasamos dos años en las acerías tratando el titanio para conseguir esa moldeabilidad, y eso no lo hemos podido repetir. Además, el titanio se ha encarecido mucho». Lo que le gusta menos es la urbanización que se ha dado a los alrededores del museo. «Es magnífico como lugar de paseo. Pero estéticamente me parece demasiado bonito, demasiado dulzón y empalagoso, elimina esa cualidad que tenía Bilbao, esa dureza industrial de los márgenes de la ría». En cuanto a los edificios que se están construyendo en Abandoibarra, no quiso pronunciarse en concreto, pero dejó entrever su disgusto. «Todos estos arquitectos son amigos míos. A ninguno le gusta la obra de los demás, pero eso es normal. Supongo que con el paso del tiempo, todo irá tomando forma. Sí puedo decir que es sorprendente ver tantas obras de arquitectos tan buenos en tan poco sitio, no hay nada como esto en el resto del mundo». Y sobre la intervención de Daniel Bueren en el Puente de la Salve, se mostró moderado. «Me sorprendió el rojo, que era el primer color con el que yo quise pintar el edificio de oficinas, algo que luego descartamos. Pero creo que la relación entre la torre, el rojo del puente y el edificio da lugar a un bonito conjunto».

Guggenheim de Abu Dhabi

Actualmente, Gehry trabaja, entre otros proyectos, en la construcción de un nuevo Guggenheim en los Emiratos Árabes. «Me mostré reticente a la hora de aceptar este encargo. Yo sé que lograr dos milagros en una vida es muy difícil. Por ahora, nos esforzamos en entender esa cultura, tan diferente de la nuestra: es muy difícil trabajar en un lugar cuando hay un líder en otra sala al que no ves y se milita a decir no. Pero parece que les encanta la maqueta que hemos presentado y quieren hacerlo. Da miedo, porque no hemos dedicado suficiente tiempo para ver si funciona. Queremos intentar copiar con ellos el tipo de relación que tuvimos aquí».

«En Estados Unidos saben que necesitan algo así»

En opinión de Frank Gehry, en Estados Unidos hace falta un museo como el de Bilbo. «En algunos casos porque el tamaño no da, en otros por política de exposiciones, no hay ningun centro que ofrezca material vanguardista internacional como lo hace el centro bilbaino, a esta escala. Creo que lo mejor que le ha pasado a Thomas Krens y a la Solomon R. Guggenheim Foundation es Bilbao». Aseguró que el museo bilbaino «ha tenido un gran impacto en Estados Unidos. Vienen continuamente a verlo. Y una vez que lo ven, allí saben que necesitan algo como esto».

K.A.

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