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Raimundo Fitero

Nobel

No dejan indiferente. Si miramos la nómina de los individuos o instituciones que han sido galardonados con el Nobel de la Paz, la vergüenza nos deja catatónicos por unos minutos. Si hay una historia de la política internacional entendida como un juego de influencias que parecen abandonar toda relación con la realidad y que escapan de cualquier mesura cercana a la noción de paz que tenga algo que ver, aunque sea en términos relativos, con la justicia, ésa la ha escrito con renglones muy torcidos el Nobel. Por lo tanto deberíamos estar muy acostumbrados a sus golpes de efecto, a su propaganda maliciosa.

Este año la jugada es extremadamente compleja ya que es compartido por un ex candidato a presidir el país más belicoso y anti pacífico del planeta Tierra y a un grupo de esforzados funcionarios y asesores de la ONU que están reclamando la atención sobre el cambio climático, es decir sobre la autodestrucción del planeta Tierra. Al Gore es una estrella mediática que ha sabido reconducir su vida desde la más dura acción de la posibilidad más que verosímil de mandar las tropas más destructivas de la historia de la humanidad, a pasear por platós de televisión y escenarios muy institucionales abanderando una idea de apocalipsis menor. No influye en las empresas que lo subvencionan y que contaminan, ni se puede imaginar nadie que una vez instalado en la Casa Blanca hubiera hecho el menor gesto para contrariar a los que emiten los gases nefastos, pero una vez expulsado de esa posibilidad en un recuento de papeletas absolutamente deplorable, se coloca al otro lado, vende un vídeo, una película, un documental, unas conferencias y se lo compran a precio de oro.

Debe ser un asunto de balanceo entre los premios, si por un lado en literatura se recupera una figura egregia, de mujer comprometida, de literatura de combate, de las que no hacen encajes de bolillos con la verdad, como es Doris Lessing, por otro se pone un cascabel a un gato muy domesticado aunque quiere disfrazarse a veces de pantera blanca. Viendo los noticiarios televisivos sobre estos dos Nobel, uno cree que Wikipedia es nefasta para el periodismo actual

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